¿Alguna vez pensaron en casarse con una desconocida por venganza?
Si no lo pensaron, ¡Háganlo!
Yo tampoco lo había pensado, es más, si a mí me lo hubieran preguntado hace más de seis años les hubiera dicho que ni loco. Que jamás me casaría con alguien a quien no amara, pero el destino a veces tiene otros planes para nosotros y ese fue mi caso.
Les voy a confesar algo. Hoy agradezco al destino y a la vida por haberme obligado a pasar por todo lo que pase, ya que de otra manera jamás la hubiera conocido y mucho menos me hubiera casado con ella.
No les voy a mentir, al principio no fue fácil, puesto que a los dos nos habían lastimado y traicionado de la peor manera más a ella que a mí, y por todo eso nos costaba mucho más confiar en los demás, sobre todo a ella.
¿Quieren saber por qué me enamoré de ella? Porque tuvo el poder de hacer que el diablo en el que me convertí para sobrevivir desapareciera por completo y hacer que me convirtiera en el hombre que soy hoy en día… ¿Saben quién soy?
Mi nombre es Ángel Salvador, tengo 34 años, soy de tez dorada, mido 6,3 pies, musculatura fuerte, pelo n***o, barba recortada, ojos de color azul y aparento siempre estar enojado. Y en su momento fui un preso condenado a veinticinco años de cárcel por ser el autor intelectual de un intento de homicidio. Lamentablemente, todo el mundo me acuso de ello a pesar de que era inocente.
En realidad, ahora mismo ya no soy tan inocente, ya que para sobrevivir en una cárcel hay que convertirse en otra cosa. A mí me toco convertirme en el Diablo como todos me llamaban, después de lo que me toco hacer para que todos me respetaran y me tuvieran miedo.
A estas alturas, todos se estarán preguntando qué fue lo que hice para que todos me llamaran así, pues bien, se lo voy a contar.
Una semana después de que ingresara en prisión, uno de los presos al que le decían el Patrón vino con varios hombres a decirme que le tenía que pagar la mensualidad para que no me pasara nada malo durante el tiempo que iba a estar preso. Pero que creen que le dije. Le dije que no le iba a pagar ni un centavo. Y eso no lo tomo nada bien, así que les ordeno a los hombres que lo acompañaron que me dieran una buena golpiza, pero los que salieron con una buena golpiza fueron ellos, tanto así que los mande al hospital junto con varios guardias que trataron de detener la pelea cuando se dieron cuenta de lo que estaba pasando. Y al Patrón le saqué un ojo para que todos entendieran que el que se mete conmigo le va peor que cucaracha en fiesta de gallinas. Desde ese incidente decidieron tenerme aislado de los demás y con las visitas restringidas.
¿Saben algo? Desde que era un niño siempre busqué esa paz que hace que estés tranquilo contigo mismo y con los demás, y siempre pensé que la muerte me la podía dar, pero no fue así, ya que esa paz que tanto necesitaba la encontré cuando ella llegó a mi vida.
¿Les gustaría saber cómo la conocí? Y ¿Cómo me enamore de ella?
Pues bien, todo empezó hace casi tres años…
- ¡Diablo! – me llama el oficial Núñez - El director te quiere ver en su despacho – me dice mientras abre la puerta de mi celda.
- ¿Sabes para qué quiere verme? – le pregunto.
- No. Lo único que me dijo es que te llevara a su despacho – me dice evitando mirarme a los ojos.
- ¡Núñez! Sabes que no me gusta que me mientan – le digo acercándome a él.
- Sí. Lo sé – me dice agachando la mirada.
- Entonces ahora mismo me vas a decir para que carajos me quiere ver el director – le digo en un tono amenazante.
- Es que … – empieza a tartamudear – Es que …
- Ya deja de tartamudear y termina de decirme lo que quiero saber – le digo con fastidio.
- No es el director el que quiere hablar contigo, sino una mujer – me dice.
- ¿Una mujer? – pregunto y este asiente - ¿Qué mujer?
- No sé quién es – me dice mirándome – Lo único que sé es que es una mujer con mucho poder, ya que el director le permitió verte a pesar de que tienes las visitas restringidas.
- Espero que no sea una periodista como la última vez porque si no el director me las va a pagar – digo y Núñez se pone pálido del miedo – Al mal paso ahí que darle prisa. Llévame al maldito despacho del director.
- Dia … Diablo – tartamudea – Tengo que… ponerte la… las esposas – termina diciendo.
- Está bien – digo con fastidio mientras me giro y coloco mis manos detrás de la espalda para que me ponga las esposas.
Después de ponerme las esposas salimos de mi celda rumbo al despacho del director que queda en la otra punta del reclusorio. Vamos caminando por los pasillos mientras todos los presos me miran con miedo y curiosidad, ya que tengo prohibidas las salidas al patio y las visitas desde hace dos años.
Estamos en frente de la puerta del despacho del director que está custodiada por dos guardias armados con subfusiles de asalto. Uno de los guardias toca a la puerta mientras el otro me está registrando.
- Adelante – dice el director al otro lado de la puerta.
- Disculpe Señor – dice el guardia en la puerta del despacho – Núñez acaba de llegar con el preso 040295.
- Hazlos pasar – dice y el guardia se aparta de la puerta para que podamos pasar.
- Señor. A sus órdenes – dice Núñez cuadrándose ante el director.
- Buen trabajo Núñez. Me imagino que no ha sido fácil convencer al Señor de …
- Ya déjese de estupideces y mejor dígame que quiere hablar conmigo – le digo con fastidio.
- Él no es el que quiere hablar con usted, sino yo – dice con firmeza una voz femenina entrando por la puerta.
Al girarme veo a una mujer de ojos grandes de color esmeralda, nariz pequeña, labios finos, cabello largo ondulado color rubio, tez blanca y cuerpo delgado.
- ¿Usted quién es? Y ¿Qué quiere? – le pregunto.
- Mi nombre es Venus Villaseñor y soy … – empieza a decir.
- Abogada – la interrumpo – Eso me iba a decir.
- ¿Cómo sabe que soy abogada? – me pregunta sorprendida.
- Porque su padre me dijo que es una de las mejores abogadas en derecho penal, por no decir la mejor de todo México y Estados Unidos cuando era mi abogado – digo mirándola serio – Y bien. ¿Qué es lo que quiere?
- Quiero sacarlo de aquí – me dice en un tono seguro.
- ¿Y quién le dijo a usted que yo voy a aceptar su ayuda? – le pregunto y ella me mira.
- Porque soy la única que puede sacarlo de aquí – me dice en un tono de voz firme y seguro.
- ¿Y quién le dijo a usted que yo quiero salir de aquí? – le pregunto.
- Todo el mundo quiere salir de la cárcel – dice confundida.
- Sí, pero yo no soy todo el mundo – le digo en un tono irónico – Además, quien me asegura a mí que usted no va a hacer lo mismo que su padre – le digo serio y veo algo de tristeza en sus ojos.
- ¿Nos podrían dejar solos? – dice mirando al director y a Núñez.
- Señorita, no podemos hacer eso. El Señor Salvador es un preso peligroso, tanto así que lo tenemos aislado de los demás – le dice el director.
- Yo asumo los riesgos – dice segura.
- Está bien – le dice – Núñez retírate – este asiente y da media vuelta para irse – Pero yo no estoy autorizado para dejarla sola con el Señor Salvador.
- ¡Núñez! – lo llamo provocando que no salga del despacho y este me mira al igual que el director – Llévate al director contigo también – le digo serio.
- ¿No me escucho? Yo no voy a dejar a la Señorita a solas con usted – me dice y yo lo miró fijamente a los ojos mientras me acerco a él.
- Al parecer quiere que lo mande de visita al hospital – le digo en un tono amenazante frente a él.
- Así – sonríe – Y cómo piensa hacerlo si tiene puestas las esposas – me dice en un tono irónico.
- ¿A qué esposas se refiere? – le pregunto – ¡A estas! – le digo con las esposas en mi mano derecha para luego guardárselas en el bolsillo de su americana.
- ¿Cómo ha…? – empieza a decir mientras retrocede unos pasos.
- Desde el momento en que entre a este despacho me las quite – digo con tranquilidad – Y ahora largues antes de que pierda la poca paciencia que me queda – digo enojado.
- Señor. Mejor hágale caso – le dice Núñez con miedo – Recuerde lo que hizo con los guardias y los presos la última vez.
- Precisamente porque lo recuerdo no puedo dejar a la Señorita a solas con él – dice – Si le hace algo, yo voy a ser el más perjudicado.
- Si quisiera hacerle algo, ya se lo habría hecho, y ni usted ni Núñez lo hubieran podido evitar, como tampoco los dos payasos armados que están afuera – le digo con sarcasmo.
- Tranquilo – dice la abogada – Tal y como dijo, si hubiera querido ya me hubiera hecho algo. Por favor déjenos solos. – le dice al director y a Núñez señalándoles la puerta de salida. Estos salen del despacho de inmediato dejándonos a solas.
- ¿Qué es lo que me quiere decir que Núñez y el director no podían escuchar? – le pregunto.
- Que mi padre no lo dejo a su suerte – me dice.
- ¡Ah, no! – digo – Entonces, ¿cómo se le llama a lo que su padre me hizo? – le pregunto.
- Mi padre no lo dejo solo en el juicio porque quiso, sino porque lo mataron – me dice en un tono de voz triste.
- ¿¡Que!? – digo sin creérmelo.
- A mi padre lo mataron porque descubrió la verdad – me dice mientras abre su maletín - Tome – me dice pasándome un folder de color n***o.
- ¿Qué hay dentro de este folder? – le vuelvo a preguntar.
- Ábralo – me dice segura. Yo lo abro y comienzo a leer los documentos – Como puede ver, hay están todas las pruebas que mi padre encontró de su inocencia Señor Salvador y las cuales le costaron la vida.
- ¿Cómo consiguió todo esto? – le pregunto con curiosidad.
- Lo encontré escondido en un compartimento secreto de la mesa del despacho de mi padre, pero eso ahora no es lo más importante. Aquí lo más importante es que presentando todas estas pruebas ante el juez, a este no le va a quedar más remedio que exonerarlo de todos los cargos que se le imputan – dice mirándome.
- ¿Qué es lo que quiere a cambio de esto? – le pregunto.
- Nada – me dice nerviosa.
- ¿Sabe que es lo que más odio? – le pregunto y está niega con su cabeza – Que me mientan. Así que le voy a volver a repetir la pregunta. ¿Qué es lo que quiere a cambio de esto? – le digo moviendo el folder de un lado a otro con mi mano.
- Que se case conmigo – dice mirándome a los ojos.