Prologó
Nueva York, veinte años antes.
—¡Pato, Patico, Patricio! —se ríe al ver que el aludido ha levantado la cabeza dejando a un lado su libro —eso me gusta, siempre tan dulcemente obediente —Patricio hace una mueca de disgusto. —Vale, me ha quedado claro que a ti eso no te va, pero que le podemos hacer sí me gusta ponerte así de furioso, es como tú sexapil y la verdad es mucho mejor que esa imagen de abogado serio.
—Fabi, ya te dije que no me gusta que me llamen de esa manera y menos en mi lugar de trabajo, —ella le mira haciendo una mueca de ironía.
—Eres solo un junior, y lo sabes. Hacer lo que los demás abogados no quieren no se puede llamar trabajo propiamente, es más hasta me parece que eres como su mandadero —reniega.
—Ya te he dicho mil veces que no soy el mandadero de nadie, estoy haciendo mi trabajo y espero un día hacer parte de la junta directiva de esta firma —cuadra los hombros cerrando de golpe el libro —, y lo seré, te lo aseguro.
—Eso me parece bien, pero ¿qué te parece sí mientras lo consigues —cambia el tono de voz desabrochando un par de botones de su blusa —vamos haciendo más llevadera la espera?, se me ocurren mil maneras de hacerlo más dulce y excitante —insinúa dejando ver la tela del sujetador.
—¡Nunca vas a cambiar! —gruñe al verla juguetear con el lápiz que había en su mesa de trabajo.
—La pregunta es, ¿tú quieres que cambie? —humedece sus labios con la lengua mordiendo el inferior con suma delicadeza —podría hacerlo, pero sería muy aburrido. Shhh, me parece que eso no es lo que ninguno de los dos queremos.
—¡Esto no está bien, nada que dañe a otros puede estar bien! —exclama intentando alejarse de la sexy pelirroja.
—Esto no daña a nadie, deja de ser tan escrupuloso —intenta convencerlo una vez más usando su tono de voz más sexy y sugerente. —Ella fue quien se metió entre nosotros, recuerda que desde que somos unos críos nos hemos pertenecido y yo fui quien te enseño a ser un hombre, jamás lo olvides.
—No, no lo olvido y eso me hace recordarte que ya pasó nuestro tiempo. Ahora soy un hombre casado, amo a mi esposa y estamos intentando tener un hijo —responde con determinación. —¿Acaso eso no te dice nada?
—Claro que me dice algo, me dice que no eres el mismo de antes y que follar como en la misma posición del misionero te ha dañado el cerebro. Cielo, ¿eso de verdad te complace? —se hace un silencio sepulcral en la pequeña oficina. —Lo ves, eso es una clara muestra de que no eres feliz, ¿acaso se te ha olvidado todo lo que nos gustaba hacer para nuestro placer sin tener que coger en la misma posición sosa y aburrida?
Patricio no deja de sentirse culpable, no le parece nada apropiado que su primer amor se entrometa en lo que no debería, su matrimonio no es un tema de conversación con ella y no va a permitir que se vuelva de esa forma, la conoce y sabe que ella no va a descansar hasta conseguir lo que quiere y lo que quiere es volver a sus encuentros sexuales.
Fabiola ha sido muy importante para él, las cosas que compartieron desde que eran unos críos les hace estar ligados al menos en el plano físico, en definitiva, siente que tener a Fabiola cerca puede ser una bomba de tiempo. Sí bien su matrimonio está en un punto delicado pues la decisión de tener un hijo ha surgido a partir de la insistencia de su esposa para conseguirlo, no es porque él este del todo convencido, pero está dispuesto a darle gusto a su esposa.
Patricio intenta ignorar una vez más las insinuaciones de Fabiola, no es la primera vez en esa semana que se aparece de sorpresa en su lugar de trabajo para hacerle insinuaciones que cada vez le deja más en claro que ella no ha olvido todo lo que vivieron a lo largo de su relación, traga saliva, ella tiene razón, el sexo con su mujer no es nada parecido a lo que tenía con Fabiola, y eso lo hace sentir culpable.
—¿Y bien? —aclara su voz mientras se va acercando a hablarle al oído —sabes que no podrás librarte de mí, no soy fácil de olvidar y tú lo sabes —recalca masajeando sus hombros.
—No, no eres fácil de olvidar, pero tampoco puedo ignorar el que te hubieras ido con otro solo porque yo ya no podía ofrecerte lo que tanto te gustaba…
—Por lo visto sigues siendo un crío que no supera el pasado a pesar de que eso ya no afecta para nada el presente, sí me fui con Doddy, pero todo fue culpa tuya. A ti ya no te gustaban nuestros juegos, y a mi se me apetecía hacer más cosas.
—Follarte a todos los tipos que se te acercan no es hacer más cosas, es todo menos eso —se aparta de ella como sí le quemará su contacto.
-Lo dicho, no has cambiado nada. Pero te diré que coger con dos tipos más es algo maravilloso, no sabes lo que se siente hacerlo. Yo te complací cuando pediste tu trío, entonces ¿Por qué te ofendiste tanto solo por pedirte un… cuarteto —hace una pausa —con hombres más?
—Lo que realmente me ofendió fue que quisieras que se lo chupara a esos tipos —eleva su tono de voz visiblemente harto de la conversación. — ¿Qué clase de hombre crees que soy para que me cogiera a dos tipos mientras tu mirabas?
—Yo me cogí a la mujer que propusiste — le sigue y besa su nuca — olvidas lo mucho que te gusto verme darle placer a otra mujer. No te podías ofender solo porque quería que hicieras por mi lo que yo hice por ti. Eso era placer y era lo que a ti también te gustaba que hiciéramos, esa clase de sexo es la que siempre nos ha apasionado.