Meghan
Los Omegas estaban ocupados trabajando en los últimos detalles para el baile de Hailey. Hailey y su maldita madre estaban caminando por el comedor con el planificador de fiestas repasando los últimos detalles cuando entré.
—Hola, Hailey. —Sonreí brillantemente—. ¿Estás emocionada por tu baile esta noche? —Asintió entusiastamente.
—Me pregunto cuál de los Alfas visitantes será tu pareja. —Le levanté una ceja y le di una sonrisa astuta. Ella chilló de emoción y abrió la boca para decir algo cuando La Luna la interrumpió.
—Meghan, ¿eres tan grosera como para no dirigirte a todos tus superiores cuando entras en una habitación? —Luna Julianna me miró desde arriba y mi sangre comenzó a hervir. No merecía ser la Luna.
—Julianna… —empecé.
—Es Luna para ti.
Me detuve por un segundo, esa palabra se quedó atascada en mi garganta.
—Sí, Luna —logré decir—. Estaba tan emocionada por la princesa Hailey esta noche que solo la veía a ella. —Por estúpido que pareciera, usé la palabra princesa porque sabía que a Hailey le encantaba.
Hailey sonrió.
—Sí, mamá, deja de ser tan dramática.
Ella apartó a su madre y enlazó su brazo con el mío, llevándome al salón de baile, hablando sin parar sobre su vestido, cabello, maquillaje y los hombres que caerían a sus pies.
Yo decía “oh” y “ah” en los momentos perfectos, manteniéndola interesada y hablando. Esta fue una de las primeras oportunidades que tuve de estar a solas con ella y podía decir que nos llevaríamos muy bien. Cuando terminamos de recorrer el salón de baile, me volteé hacia ella y tomé sus manos en las mías.
—¿Por qué no subes y comienzas a prepararte entonces? Los invitados estarán aquí antes de que te des cuenta. —Asintió y se alejó saltando —, Ah, y Hailey —la llamé detrás de ella.
—¿Sí? —Se dio la vuelta.
—Hazme saber si necesitas algo en absoluto. Estaré a una llamada de distancia.
—Muchas gracias, Meghan. ¿Verdad?
—Sí, Hailey. Estoy aquí para lo que necesites. Hasta luego. —Le guiñé un ojo y volví a mirar el salón de baile. Eso salió mejor de lo esperado y me llené de una renovada alegría, sabiendo que la tenía de mi lado.
Ahora que Hailey estaba ocupada, pasé junto al comedor para ver que La Luna y el planificador de fiestas estaban discutiendo acaloradamente sobre los arreglos de servilletas. Me di la vuelta discretamente hacia las escaleras para encontrarme con mi Alfa. A mitad de camino de la primera escalera, escuché una voz que me hizo sentir náuseas. Sonreí falsamente y la miré.
—¿Meghan? —Luna Julianna dijo con odio en su voz.
—Sí, ¿Luna? —mi voz fue fría y no di ni un paso hacia abajo.
—Como Omega, no se te permite usar la escalera principal. Usa el ascensor Omega o las escaleras traseras en su lugar. —Me quedé paralizada, más enojada que nunca con ella —. Pues vete, ¿o tengo que ordenártelo? —Ella inclinó la cabeza hacia un lado y me miró fijamente. Ella sabía que los miembros de la manada, excluyendo al Alfa, no podían ignorar una orden directa de la Luna.
Bajé las escaleras tomándome mi tiempo, sin apartar la mirada de ella. Pasé junto a ella y aceleré el paso hacia los ascensores. Cerré la puerta detrás de mí y presioné el botón del piso del Alfa, rumbo a joder a la “pareja” de esa perra.
La puerta del ascensor hizo ding y me dirigí a la oficina de mi Alfa, golpeando dos veces antes de escuchar su gruñido profundo que decía que pasara. Sabía que me estaba esperando. Puse una sonrisa seductora en mi rostro y abrí la puerta.
Me di la vuelta para cerrar la puerta detrás de mí y darle a mi Alfa una vista de mi trasero, cuando alguien empujó la puerta, haciéndome caer al suelo. Miré hacia arriba y vi el rostro enojado de Julianna mirándome.
—¿Qué significa esto? —rugió el Alfa Benjamin detrás de mí.
—No sabía que tenías compañía o debería decir, una perra esclava, aquí para hacer tus tareas.
—Julianna. —Benjamin rodeó el escritorio a punto de ayudarme a levantarme, pero se detuvo cuando vio que ella lo miraba fijamente.
Suspiró.
—Meghan es la Omega líder; debe ser tratada con respeto por su posición.
—Oh, alabemos al líder de los esclavos —se burló Julianna, levantando ambas manos al aire —. ¿Debería hacer una reverencia ante uno de los miembros más bajos de la manada? ¿Debería, mate? —escupió hacia Alfa Benjamin.
—Meghan y yo tenemos algunas cosas que discutir, asuntos relacionados con la manada que deben ser atendidos hoy. Esto es un asunto oficial, y no permitiré que te interpongas en el camino —dijo calmadamente, a punto de elevar la voz.
—¿Por qué no traes de vuelta a Janice? Era una Omega líder encantadora y tenía la experiencia y sumisión que se necesita de los miembros más bajos de la manada. —El Alfa hizo una mueca cuando mencionó su nombre.
—Ella se fue por su propia voluntad. No soy alguien que impida que un m*****o de la manada regrese con su familia —dijo con frialdad —. Ahora, Meghan y yo realmente tenemos asuntos importantes que deben ser discutidos antes de esta noche, querida.
—Bueno, supongo que puedes llamarla cuando regrese al sótano, porque tengo algunas cosas que discutir contigo que tienen que ver con nuestra hija —respondió, cruzándose de brazos —. ¿Qué sigues haciendo aquí? —Me miró fijamente —. Tú, escoria, estás despedida de la oficina de mi compañero. —Podía sentir, al menos eso esperaba, que el Alfa estaba a punto de protestar, cuando escuchamos algunas risitas detrás de la puerta.
La cara de mi Alfa se puso roja de vergüenza, ¿o era de ira? Se dirigió hacia la puerta, abriéndola de golpe y casi desprendiéndola de las bisagras. La Luna y yo retrocedimos. El Alfa miró hacia ambos lados y cerró la puerta de un portazo, mirándonos fijamente.
—No estoy seguro de por qué decidieron armar un jodido espectáculo hoy, pero no lo voy a permitir. —Nos miró a ambas; no estaba seguro de qué había hecho mal —. Ahora salgan de mi oficina —rugió, una orden.
Ambas nos sometimos a su autoridad, obligadas a obedecer.
—Meghan —preguntó mientras estaba a punto de seguir a Julianna fuera de la habitación. Di la vuelta, esperando que me pidiera que me quedara con él frente a su 'compañera' —. Descubre quiénes eran esos Omegas que estaban encargados de limpiar este piso. Quiero nombres. Y un castigo, escuchar las conversaciones del Alfa, eso habría sido impensable con el Alfa anterior —terminó enfadado.
—Sí, señor. —Asentí con la cabeza y me fui. Miré por última vez a Julianna antes de dirigirme a los ascensores de Omega.
—Puta fea —murmuró mientras las puertas del ascensor se cerraban detrás de mí.
Disfrutaría arrebatarle su título frente a toda la manada. Solo tenía que esperar mi momento.
Golpeé la puerta de mi oficina al cerrarla tras de mí. El teléfono sonó y dudé en ignorarlo. Estaba temblando de rabia por Julianna; mi mente se llenaba de pensamientos de mí convirtiéndome en la nueva Luna y ella teniendo que sacar sus cosas de la habitación de mi Alfa.
Por supuesto, tal vez tendría que estar muerta para tomar el control como Luna, pero eso no significaba que una chica no pudiera soñar con que ella se sintiera tan mal como ella me hacía sentir a mí. Respiré profundamente para calmar mi enfado y cogí el teléfono.
—Meghan, antes de que fuéramos interrumpidos tan groseramente —dijo el Alfa. Solté una pequeña risita, calmándome un poco—, quería hablar sobre esta noche y el incidente de Isla.
—Sigue, Alfa. —Estoy feliz de que la esté deshaciendo; cuanto antes se vaya, mejor para mí.
—He hecho los arreglos necesarios para ella esta noche. Asegúrate de que vaya al claro donde los guerreros de la manada entrenan. Dile que esté allí a medianoche, la fiesta estará en pleno apogeo y la mayoría de los Omegas estarán ocupados con eso.
—Sí, Alfa. —Jugaba con la punta de mi coleta.
—Ella va sola —su voz no dejaba lugar a discusión —. Nadie debe seguirla, ni siquiera tú. ¿Te queda claro?
—Por supuesto, Alfa —respondí, sin entender por qué no quería que estuviera presente —. ¿Estás seguro de que no quieres que la escolte?
—Estoy absolutamente seguro de que solo Isla se dirige a ese claro.
—¿Estarás ahí? —pregunté casi en un susurro. No quería que estuviera a solas con ella. No podía permitir que ella lo encantara y cambiara de opinión sobre desterrarla o querer acostarse con ella.
—Sí… —se interrumpió por el ruido de una puerta golpeando —. ¿Es que nadie sabe cómo llamar a la puerta? —rugió —. Medianoche, ella va al claro. Sola. —Colgó el teléfono.