—Hermano —le digo a Gelys apenas me contesta la llamada.
—Aja —responde.
—¿Puedes venir a mi casa? —le pregunto mientras voy caminando hacia el anexo—, creo que tenemos una forma de agarrar al colombiano sin que sospeche que somos nosotros.
—Ya salgo para allá —responde este.
Doy por terminada la llamada y avanzo hasta la entrada del anexo. Con una sensación extraña en el cuerpo abrí la puerta. Aun no salgo de mi asombro de ver a Sandra en plan de ofrecida. A la vista está de que es una mujer en la que no se puede confiar. Demasiada osadía tuvo de pretender lograr mi atención allí adentro, en la casa que comparto con Iliang y nuestra hija.
De solo recordar el resultado que tuvo la reacción de Iliang al verme en un plan similar sin yo ser partícipe de ello, me dio escalofrío. Imaginar
