Con la caída de Iliang mis sentidos se pusieron más alertas. Apresuré el paso hasta la habitación de Altair. La había dejado dándose una ducha. Tenía la intención de quedarme con ella hasta que lograra conciliar el sueño, pero ante la caída intempestiva de su madre, corrí a buscarla. —Pequeña, ¿ya terminaste? —le grito desde la habitación. —Ya salgo papi —responde. —Apresúrate tu mamá se cayó y debo bajar a buscarle un analgésico —le digo preocupado. —Anda, yo termino y me voy con ella. —Apresúrate amor, no te quiero dejar sola —le insisto. Al tener a Sandra en casa, la paranoia se apoderó de mí. Por nada del mundo quiero dejar a Altair estar sola en cualquiera de los espacios de la casa, a no ser aquí en su habitación con el sistema de seguridad activado, pero eso solo lo hago cu