Era ya casi cerca de la media noche y nada que me dormía. Estaba acostada en mi cama, arropada con mi cómoda manta térmica y abrazada a uno de los tantos peluches que me había regalado Ethan, con mis ojos hinchados de tanto llorar. Las cosas en la cena habían empeorado. A mi padre no le importó lo de la convocatoria de bailarines a Rusia y mis hermanos le gritaron hasta que la discusión se acabó cuando mi padre no se aguantó más y le dio un puñetazo a Ian cuando las palabras soeces empezaron a salir de su boca. Sophia reaccionó arañando la mejilla de mi padre con sus largas uñas, dejándole unas tres largas rasgaduras de piel que comenzaban desde su pómulo izquierdo hasta su clavícula derecha. Después de eso, no supe más, ya que mi madre me dijo que subiera a mi habitación, y aunque no es