Capítulo 5: Eres mía.

1492 Words
Hugo estaba agradecido de tener una enorme cama King size, porque si no hubiera terminado en suelo por las mil y una vueltas que había dado sin poder conciliar el sueño. Desde que había visto a Julia en la tienda de Serrano no dejaba de pensar en ella, sobre todo después de la manera como había cerrado la puerta en su cara dejándolo con la palabra en la boca. Se notaba que la chica tenía carácter, y lo peor es que eso solo la hacía más atractiva para él. Se puso boca arriba cerrando los ojos intentando recordar cada detalle de ella, que había hubiera podido guardar en su memoria. Era la tentación perfecta, tenía todo lo que le gustaba en una mujer. Con su cabello castaño que llegaba hasta su trasero, la piel blanca, unos labios de infarto y aquellas curvas que lo invitaban a tocarlas hasta dejar marcas sobre su piel. Pensó que debería haber puesto un voto de celibato en el contrato, porque tener una mujer así cerca sería un problema. Ya no aguantaba estar en su cama y se fue a la cocina para preparar el desayuno. Se regañó mentalmente por no haber podido dormir, cuando en una hora tenía entrenamiento y ese sería especial. –Buenos días mi niño. –Le saludó su ama de llaves y este le dejó un beso en la frente. –¿Te has despertado muy temprano hoy? –Y veo que tú sigues manteniendo el oído pegado a las paredes, porque ya estás aquí para desayunar. –Murmuró sonriendo. –¿Qué dirían los periodistas si supieran que una de las mayores estrellas del fútbol del mundo le prepara el desayuno a su ama de llaves? –La misma que cuando era un niño de barrio me esperaba cada mañana en el bar que trabajaba con mi desayuno listo. Todo porque no querías que fuera al colegio con la tripa vacía. – Aclaró colocando dos platos sobre la isla de la cocina con dos tostadas cada uno, tomate triturado y aceite de oliva. –La chica de ayer era muy guapa, y me ha parecido una buena niña. La única que he visto en esta casa hasta ahora. –Habló probando su desayuno y Hugo puso los ojos en blanco. –Pues la verás todos los días Merche, porque vivirá aquí con nosotros. –Anunció viendo como la mujer se quedaba boquiabierta. –¿Siendo tu novia de mentira va a vivir aquí? –Preguntó la mujer con cierto entusiasmo en su tono de voz. –Vive en el sur, y además ese no es el único motivo por el cual debe vivir aquí, pero eso ya lo hablaremos más adelante. –Explicó Hugo tomando de su taza de café. Mercedes le contó cómo iban las cosas por su antiguo barrio, ya que ella regresaba allí cada semana para visitar a sus antiguos vecinos. Hugo le explicó un poco más sobre la situación con Julia y le encargó que preparará su habitación. Después de desayunar y despedirse de Mercedes se fue a pegar una ducha rápida, preparó su mochila de entrenamiento y salió de su casa en uno de sus coches. Julia estaba terminando de limpiar la cocina agarrada a la escoba bailando con entusiasmo. Era muy temprano y el Sol apenas empezaba a salir, pero ella se sentía bien levantando cada mañana antes del amanecer y buscar algo productivo que hacer. El timbre sonó y ella se fue a abrir la puerta. Casi se cayó de culo viendo a Hugo parado en la entrada de su casa con una sonrisa de lado que lo hacía más atractivo de lo que ya era. –¿Qué estás haciendo aquí a estas horas de la mañana? –Lo interrogó sorprendida. Antes de contestar Hugo la miró de arriba abajo. Llevaba una camiseta que parecía enorme atada en su cintura con un nudo, unos shorts bien cortos que le brindaban la maravillosa visión de sus largas piernas desnudas, y el cabello recogido en un moño alto. Hugo se mordió el labio inferior y se pegó una bofetada mental para centrarse. –Hoy empieza tu labor de novia dedicada, así que vea cambiarte que hoy debes acompañarme a Valdebebas, tengo entrenamiento. – Ordenó viendo como la chica lo miraba con incomprensión, y antes de que pudiera decir una palabra para echarlo de allí entró al departamento. –¡¡Vamos no puedo llegar tarde!! – Habló dando palmadas para que se diera prisa. –Pero yo no sabía que debería ir contigo a esos lugares. –Julia contestó preocupada porque no sabía cómo iba a actuar a su lado. –Por supuesto que debes acompañarme, si nuestra relación no sale en las noticas, no hay relación. ¡¡Así que espabila chica!! Julia buscó en el tendedero la misma ropa que se había puesto para ir a la entrevista de la tienda. Cambió su moño por una larga coleta y no se maquilló porque le parecía innecesario para las horas que eran. Hugo la observó y se hizo una nota mental de que debería ocuparse de su guardarropa lo antes posible. Salieron del departamento y cuando Julia vio el Mercedes-AMG G63 de Hugo se quedó boquiabierta y lo miró con curiosidad, pero no hizo ningún comentario. Se subió al asiento del copiloto mirando todo impresionada, y Hugo sonreía viendo cómo se deslumbraba fácilmente. Le hacía gracia porque recordaba a sí mismo cuando su vida cambió. Llegando a la ciudad deportiva de su equipo, Julia se admiró de ver tantas personas en la entrada buscando el mejor lugar para ver a las estrellas del club. Hugo paró su coche en la entrada y firmó unas cuantas camisetas, y también se tomó un tiempo para sacar fotos con los aficionados, ella estaba impresionada por la manera como lo trataban, pero para él ya era una rutina, estaba más que acostumbrado. Dentro del campo todos sus compañeros dirigieron su atención a Julia. La chica se sentía algo incomoda con tantas miradas sobre ella y casi no levantaba la vista del suelo. Hugo los miraba como si estuviera a punto de cometer un genocidio. Julia se sintió agobiada cuando él se apartó de ella para entrenar, así que se limitó en sentarse en un banquillo cerca del campo esperando ansiosamente que terminará el entrenamiento. Observaba cada uno de sus movimientos, tenía unas piernas dignas de un futbolista, eran musculosas como todo el resto de su perfecto cuerpo. A pesar de lo rubio que era, su piel estaba bronceada y el short de su uniforme pegado a su cuerpo no era suficiente para ocultar el bulto que tenía entre las piernas. Julia extrañó que tal pensamiento pasará por su cabeza y lo bloqueó de inmediato, pero cuando miró a Hugo otra vez, este la miraba con el ceño fruncido como si intentará adivinar sus pensamientos. Él ya estaba harto de las preguntas y bromas por parte de sus compañeros, que parecían perros en celo. No dejaban de babear por ella. De repente se dio cuenta de algo y sonrió mentalmente, porque era justo lo que estaba esperando desde que había llegado con Julia a Valdebebas. Se sacó la camiseta dejando su torso completamente desnudo y caminó hasta Julia. Le hizo una señal indicando que necesitaba agua, y la chica educadamente caminó hasta una nevera que había cerca, sacó la botella y cuando se la entregó a Hugo, este la agarró de la muñeca y la pegó a su cuerpo. Julia sintió como todo el aire abandonaba sus pulmones por sentir su piel desnuda, sudorosa, su olor a hombre, la mirada penetrante. Estaba aturdida entre sus brazos que la apretaban más contra su torso perfectamente definido. Hugo bajó la cabeza y pegó sus los labios a los de ella. La chica al principio no reaccionó sorprendida y sabía que debía alejarse de él, pero su cuerpo la traicionó. Ella se derritió tocando aquellos músculos, y aun sin querer se dejó llevar. Hugo le mordió el labio inferior y cuando ella abrió un poco la boca para quejarse el futbolista profundizó el beso recorriendo todo el interior de su boca con su lengua juguetona y posesiva en un largo beso. Se apartó un poco para que la chica pudiera respirar, y ella se llevó una mano a la boca instintivamente sin apartarse de él. –¿Por qué has hecho esto? –Susurró entre jadeos y Hugo bajó la cabeza para dejar un beso en su cuello haciendo que su piel se erizará. –Mira al árbol que está pegado al muro al lado derecho. –Murmuró en su oído y Julia miró disimuladamente por encima del hombro de Hugo, y pudo ver a un paparazzi escondido entre las ramas del árbol. Hugo sintió la tensión de su cuerpo y levantó la cabeza para mirarla a los ojos. –A partir de hoy para todo el mundo, tú ya eres mía.
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