–La verdad que es la chica perfecta Hugo. ¿Dónde está ahora? –Felipe preguntó con curiosidad.
–¡¿Qué es la chica perfecta?! ¿Pero qué clase de hombres sois? Eso sería aprovecharse de la situación tan triste de esa niña. – Diego se indignó con la idea de su hijo.
–Bueno Diego, la chica necesita ayuda urgentemente y tu hijo necesita una novia. Ambos salen ganando, y ella no se atreverá a darnos problemas, no estando irregular en este país. – Felipe explicó con calculada frialdad y el padre de su amigo negó con la cabeza en desaprobación. –Ahora dime Hugo, ¿Dónde está?
–No tengo ni idea Felipe, no hablé con ella. No sé ni como se llama, pero tú eres bueno investigando. –Hugo lo miró con una sonrisa maliciosa.
–¡¿Ahora también quieres que sea tu investigador particular?!–Suspiró con fastidio– Bueno iré a la tienda y te aviso cuando sepa algo. –Felipe contestó vistiendo la chaqueta de su traje, se despidió de Diego y se fue a buscar a la chica misteriosa, pero antes de que llegará a la puerta Hugo se acercó a él llamando su atención. –¿Y ahora qué?
–Lipe, hay otro asunto que te quiero encargar. Llama a Pierre, quiero a esas dos dependientas en la calle está misma semana. –Pidió y su amigo abrió mucho los ojos sorprendidos.
–¿Tanto te ha afectado lo que le hicieron a esa chica? –Indagó su mejor amigo.
–No es eso, pero estoy seguro de que no será la única a la que trataron de esa forma tan asquerosa. Dile a Pierre que las quiero en la calle o meteré una denuncia a su marca por xenofobia. Estoy seguro de que no querrá esa mancha sobre su nombre, no en los tiempos que corren. –Hugo murmuró con rabia y su amigo asintió, en eso tenían la misma opinión.
Felipe no tardó ni quince minutos en llegar a la tienda de lujo donde Hugo había encontrado a la chica. Al ver un hombre tan guapo y tan bien vestido entrando en el negocio, las dependientas no tardaron en abordarle como buitres.
Felipe aclaró los motivos por los que se había presentado allí. Al principio las chicas mintieron afirmando que no sabían nada sobre la niña que se había presentado a la entrevista. Hasta llegaron a inventar que había entrado sin más pidiendo trabajo, pero Felipe informó que tenía conocimiento de que la habían llamado para una entrevista, y que tenían su currículo. La rubia arrogante que había humillado a Julia se negó en entregarle la hoja, pero después de recibir una convincente amenaza de despido su subordinada no tardó en entregar el currículo a Felipe.
El empresario salió de la tienda muerto de la risa porque sabía que igualmente estarían despedidas, sobre todo después de haber hablado con Pierre que se horrorizó por tal comportamiento en una de sus tiendas, ya que su marido era senegalés y le aseguró que ese sería el último día de las dos arpías en su negocio.
El hombre miró el currículo que tenía en las manos, y allí tenía la información necesaria para encontrar a Julia, y lo mejor un número de contacto. Estaba a punto de llamarla, pero primero se preguntó qué le diría. No podía hacerle una propuesta tan delicada por teléfono, pero recordó que Julia buscaba un empleo, una entrevista sería la excusa perfecta.
Julia estaba ayudando a Kelly a coser la manga de su uniforme de camarera que se había roto. Estaba concentrada en no pinchar a su amiga, que encima llevaba el uniforme puesto, porque tenía que llegar pronto al trabajo ese día, así que Julia estaba haciendo lo imposible por terminar rápido sin hacerle daño. De repente su teléfono comenzó a sonar sobresaltando a las chicas y Julia terminó pinchado a Kelly.
–¡¡¡¡Argggg Julia!!!–Gritó su amiga llevando una mano al brazo.
–Lo siento, lo siento. –Julia se disculpó buscando su teléfono y al ver que era un número que no conocía dudo si contestar, pero podía ser importante, entonces contestó la llamada. –¡Dígame! –Julia habló escuchando una voz gruesa que sonaba al otro lado de la línea y Kelly se acercó para intentar escuchar. –Sí, todavía estoy buscando trabajo. ¿Para esta misma tarde? ...mmmm –Miró a Kelly que asentía con la cabeza. –Sí por supuesto, ¿a las seis? Sí, sí me parece perfecto… para que trabajo… ¿Hola? –Julia miró al teléfono extrañada y su amiga la miraba igual. –No me ha dicho para qué es el trabajo y me ha colgado.
–Ah pues entonces olvídalo, será alguno de eso imbéciles buscando otra cosa. –Afirmó su amiga, pero Julia había recibido llamadas de hombres estúpidos mientras buscaba trabajo y ese hombre no sonaba igual, parecía ser una persona seria.
–No lo sé Kelly, no parecía un tonto de esos. –Contestó pensativa.
–No nena, es mejor que no vayas. No puedo acompañarte y no veo seguro que vayas sola a una entrevista que ni siquiera sabes para qué es. –Kelly contestó, pero al ver la duda en la mirada de su amiga le advirtió. –Ni se te ocurra ir sola a ese lugar Juls, te lo pido por las buenas, no me hagas encerrarte en esta habitación. Sé que estás preocupada en conseguir un trabajo, pero no tienes por qué arriesgarte ¿ok? –Le aconsejó y Julia le dio la razón.
Kelly se fue al trabajo dejando a Julia sola en el pequeño departamento donde vivían. Julia se sentía fatal en ver como su mejor amiga y su madre pasaban todo el día matándose de tanto trabajar y ella solo podía ayudar limpiando la casa y preparando la comida. La habían acogido cuando más lo necesitaba y ella aún no había podido retribuir ese favor.
Estaba lavando los platos cuando Aurora llegó, a Julia le sorprendió verla tan pronto en casa y fue inmediatamente a ver qué pasaba.
–¿Aurory, todo bien? –Preguntó llegando al salón viendo como la mujer intentaba sentarse en el sofá, por su expresión algo le dolía.
–Oh sí mi vida está todo bien, es solo la rodilla que me está matando de dolor otra vez. –Contestó la mujer y Julia se arrodilló delante de ella masajeando su rodilla.
–Deberías descansar, ya te avisó el médico que no deberías hacer mucho esfuerzo.
–Lo sé cariño, por eso vine a casa un rato…
–¿Cómo que un rato? ¿No estarás pensando volver al trabajo así verdad? –Julia preguntó enojada.
–No tengo otra opción mi niña, mi jefe me ha dejado salir ahora, pero tengo que volver. Con la edad que tengo buscarán cualquier excusa para despedirme, así que no me puedo dar el lujo de quedarme en casa. – Aurora explicó viendo la mirada triste de Julia.
–Tal vez si pudiera ayudar más, tú no tendrías por qué hacer ese esfuerzo. –Murmuró bajando la cabeza.
–Mi vida tú ya haces mucho, no te apures tanto y tampoco te desesperes. La vida en Europa para un recién llegado no siempre es tan fácil. Verás que dentro de poco todo se arreglará, mientras tanto no quiero ver esa carita triste. Para mí eres tan mi hija como Kelly, y juntas llevaremos esta situación. Verás que saldremos adelante. –Aurora la animó poniéndose de pie, dejó un beso en la mejilla de Julia y se marchó.
La chica dio varias vueltas por el pequeño salón del departamento mirando el reloj de la pared. Solo quedaban dos horas para la entrevista con el hombre desconocido. Esa entrevista podría ser su última oportunidad. Se miró al espejo, se armó de valor, recogió su bolso que estaba encima de la mesa y tomó la decisión de ir a la tal entrevista.
Julia se paró en la entrada de aquella enorme mansión, estupefacta por la belleza y el tamaño del lugar. No sabía para que la habían llamado para una entrevista allí, pero ya que estaba no podía volver atrás. Suspiró enviando un mensaje a Kelly con la dirección del lugar por precaución, sabiendo que se llevaría la bronca del siglo.
Un hombre que parecía ser el de la seguridad la hizo pasar a la propiedad, ella entró mirando a todos lados, en la entrada le esperaba una señora muy sonriente. La saludó diciendo que se llamaba Merche y era la ama de llaves.
–¡Bonita casa! –Julia habló caminando detrás de la mujer, mirando todo embobada.
–Sí, el señor tiene muy buen gusto. Todas sus propiedades son hermosas. –Merche afirmó acompañándola por la casa hasta que llegaron a una enorme puerta doble. –Aquí la dejo señorita, el señor la está esperando dentro.
Julia la miró con ansiedad, pero esta la animó. De cierta forma la mujer le había transmitido cierta confianza. Tocó la puerta y una voz anunció que podía pasar. Entró y se dio cuenta que el lugar era un enorme despacho, dentro estaba la figura oscura y elegante de un hombre rubio muy alto de pie mirando por el enorme ventanal, que daba al jardín con piscina de la mansión. El hombre se llevó las manos a los bolsillos y se giró hacia ella. La miró detenidamente y habló.
–Hola Julia, yo me llamo Felipe Herráez. –Anunció el hombre.
–Hola, ¿fue usted quién me llamó para la entrevista verdad? –Julia preguntó un poco nerviosa y lo vio asentir.
–Sí, yo te llamé, pero esa “entrevista” no te la haré yo. –El hombre contestó con un tono tan frio y serio que la piel de la chica se erizó.
–¿Entonces quién me va a entrevistar? –Preguntó dando un paso hacia atrás, pero se sobresaltó cuando su espalda chocó con lo que parecía una pared detrás de ella, se giró y se topó con aquella mirada penetrante, aquellos ojos verdes que quedaron registrados en su memoria, aunque solo los había una vez. –Tú…
–Me llamo Hugo, y no te haré ninguna entrevista Julia, estás aquí porque tengo una propuesta para ti.