—No, aun no llegamos —al llegar a la 5 de mayo, nos metemos por unas barracas y al llegar a un edificio casi en ruina nos detenemos. Los malandros fumones nos miran con ese gesto que los hace ver como si estuvieran estreñidos. Entramos al lugar, nos detenemos en la puerta de donde sale la señal más fuerte, al entra me llevo las manos a la cabeza —no… no… no puede ser, no a ella— ver su cuerpo desnudo y lastimado tendido en una vieja y asquerosa cama me hace perder el control. Mi respiración se entrecorta y sale forzada. Me acerco a ella, verla tan golpeada, llena de semen seco y sangre me saca las lágrimas. Golpeo la pared con fuerza —¡Tenía que cuidarla!— grito —debí ir a por ella— miro a mi padre con lágrimas en los ojos —no cuidé de mi hermana y tampoco pude cuidar de ella— él mira a Ma