—Señor. —Escucho a uno de mis trabajadores a mis espaldas. —La habitación dorada está lista. —Una sonrisa se dibuja en la comisura de mis labios, desde hace tres días que conocí a esa mujercita que supo cómo darme frente decidí hacer mi propia habitación del juego en la mansión, misma que utilizaré únicamente con ella. —Quiero verla, muéstrame. —Miro mi reloj de pulso y estoy contra el tiempo para llegar a la importante reunión que tengo, pero esa insolente no sale de mi cabeza y por alguna razón todo lo que hago para ella y para mi placer con ella es prioridad. Solo hago poner un pie en el umbral y ver el interior de la habitación me estremece, no hace falta nada, cada látigo, cada juguete s****l, cada cama, sofá, silla y mesa están posicionadas solo esperando ser estrenadas. —Los implem