Y así comenzaba su castigo, que no fue tan duro. Porque cuando estaba en comisaría se dedicaba a buscar buenas universidades y a preparar como decirle a sus padres su gran decisión. Mantenía comunicación con el bombero que la animaba aún más a ser piloto y que él la apoyaría en todo a pesar de su gran distancia. Y aunque estaba enamorada de él, quería saber más sin que él supiera. En el pasado hubiera acudido a Greco, pero él ya no estaba, así que acudía a su refuerzo, Ivanov. — Te traje una dona. — Esta mordida – dijo al ver la dona. — Si se me antojo y le di una mordida – le sonrió. — ¿Qué quieres? Jamás vienes de buena fe aquí – se cruzó de brazos. — Te quiero contar algo – se sentó en su escritorio – Pero prométeme que no le dirás nada a mis padres – levantó su meñique para que
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