CAPÍTULO 3

1587 Words
El resto del trayecto a la casa fue en silencio, Valentina no se atrevió abrir la boca y Kaleb no habló, cuando él detuvo ya el coche, Vale se sentía más despejada, y por fín sus zapatos altos dejaron de bailar en sus pies. Con toda la dignidad que pudo, ella caminó hasta agarrar el pomo de la puerta, maldito whisky... ¿Para qué lo había pedido? Sí, además sabía que no solía sentarle muy bien. Kaleb la volvió a tomar de la cintura pero ella se soltó. Al entrar a la casa, todo estaba a oscuras... —Maya — dijo Valentina — ya hemos llegado.. Silencio, no hubo respuesta alguna. —Maya no está — Kaleb a sus espaldas habló y ella se sobresaltó — Ha salido con unas amigas. — dijo encogiéndose los hombros. —Oh... Pues me voy a la cama — dijo algo mareada aún, tanto que al andar se tropezó. Torpe, torpe, torpe... vaya día para emborracharse. Se agarró a la mesita dónde estaba la lamparita, y se incorporó, se sentía cómo una idiota. Quizas no debería haberse tomado esa copa. —Deja que te ayude. — dijo Kaleb, al ver que le estaba costando moverse como debía. —Puedo hacerlo sola. —Sinceramente lo dudo — la contradijo él, volviendo a abrazarla por la cintura. El estómago de ella se contrajo y se dejó ayudar. Valentina lo guió hasta la que era su habitación, la puerta se abrió y él le ayudó a entrar. —¿Sabes Vale? Es una lástima que estés borracha. —No estoy borracha — hipo y se quedó mirando los labios de él. —Tienes hipo. —No me había dado cuenta. Kaleb río, le encantaba aquella actitud tan obstinada de Valentina. Siempre a la defensiva. No sabía decir porqué, pero le gustaba. —Una completa lástima, que estés borracha. —Te he dicho que no estoy borracha. —¿A no? ¿Me haces el pino? —Hombre... tanto como para hacer el pino... Él volvió a reír. —Yo no le veo la gracia Kaleb. —Yo sí, anda, acuéstate. Valentina se quitó los zapatos y se balanceó, y él la sujetó. Sus ojos se encontraron y ella se lamió los labios. —No está bien que hagas eso. —¿El qué? — preguntó Valentina y repitió el gesto. — Eso. —¿Porqué? —Podría querer besarte. —¿Y porqué no lo haces? — preguntó ella y alzó la cabeza, hasta rozar los labios de Kaleb, él le lamió los labios y Valentina gimió. —Porque estás borracha. — susurró y volvió a rozar los labios. —Kaleb —Acuéstate Valentina, mañana me recuerdas esto.. — dijo mientras la tumbaba en la cama. — Duerme muñequita — le dijo y depositándole un casto beso en los labios salió de la habitación. El agua caía por su cuerpo, caliente, vaporosa, sus ojos pesaban y el agua hacía que le picasen, pero no importaba, nada importaba, sólo la relajación que sentía cuando el agua recorría cada trozo de piel. Se enjabono despacio, sintiendo sus propias caricias en su piel, y deseando que no fueran sus manos la que la acariciaban. El calor ahumentaba, y su respiración iba a prisa, el agua golpeando el suelo de la bañera, era lo que más sonaba. Los cristales estaban empañados, como todo el ambiente que era borroso. Una puerta sonó abrirse... la puerta del baño se abrió y ante ella apareció él. Kaleb Con una simple toalla enrollada en la cintura. —Kaleb — gimió ella — ¿Qué haces aquí? —Te necesito — susurró él. —Pero Maya... nos va a ver. —No, no te preocupes se ha ido.. —Oh —¿Me haces un hueco en la bañera cariño? Sin pudor alguno, Valentina sonrió y dejó que él se introdujese en la bañera, junto a ella, después de quitarse la toalla. Las manos, suaves y duras de él la cogieron de la cintura, su amigo estaba erecto y él caliente. Un cuerpo adherido al otro, pegados, una boca buscó la otra, se besaron devorandose. Valentina gimió, él gruño. Sentía su erección en el vientre, sus manos acariciendola, tocandola. Volvió a gemir. —Kaleb... por favor — pidió acariciando ese hermoso órgano masculino, duro, caliente y suave. —Voy, voy… Valentina. —Por favor — rogó ella, mientras él se colocaba en la entrada. —"Valentina", "Vale", "Valentina", mierda, despierta. — le dijo una voz. Valentina despertó. Envuelta en sudor, acalorada, agobiada y excitada. Miró a su amiga, que la miraba extrañada. —¿Qué pasa? — preguntó mirando el reloj, las 8 de la mañana. —¿Estás bien? —preguntó Maya. —No — contestó secamente. —Debes tener fiebre, estás muy roja y hacías ruidos extraños. —Dios... —gimió ella escondiendo la cabeza en la almuhada. Esperaba al menos no haber echo... mucho de esos ruidos.. —Oh —dijo Maya comprendiendo.—¿Con quién? —preguntó curiosa. —¡Qué te importa! —Uhii... por favor, si lo llego a saber te dejo correrte antes de despertarte. —Mala broma, bueno ¿que pasa? —Me voy. —Bien. —Tres días. —¡¿Qué?! ¿Estás de coña, No? —No, tengo un compromiso. —Ya, me imagino de que tipo... —¡Oye bonita, que no siempre...! Bueno da igual, es trabajo, la empresa me manda, sino, no me iba... —Ok.. ¿ Ya, Puedo seguir durmiendo? —Sí, solo era para avisarte y decirte que le eches un vistazo a mi hermano, ya sabes, por si necesita algo, o lo que sea. —Maya —Adiós, Cariño. —Adiós. —¡Cuidamelo!. —Que se cuide solo, —Farmullo enterrando la cabeza en la almohada. Maldita fuese Maya y todo su trabajo. Se iría ella también de viaje... pero después de dormir un rato más. Le pesaba la cabeza, tenía la boca pastosa, pero sobre todo, tenía muchas ganas de dormir y ... continuar con ese maldito sueño. Kaleb cogió la bolsa de chucherías antes de adueñarse del mando del tele, y tirarse en el sofá. Se aburría, sí, se aburría enormemente.l Y en vez de salir, como hubiera hecho en cualquier otra ocasión, se había quedado en casa... viendo la tele y todo por culpa de una castaña, que apesar de ser las cuatro de la tarde seguía durmiendo. Por un momento llegó a pensar que se había quedado en coma, o algo así. Hasta que al sacudirla un poco para ver si estaba bien, viva... le había soltado un guantazo, estando dormida. Aún le picaba. Encendió la tele, la apagó, al terminar de pasar todos los canales... bueno sería mejor poner un buen dvd, con mucha pereza se levantó, y se metió al despacho de Maya y de Valentina, dónde su hermana le había dicho habían puesto todos los dvd 's. —Como estamos haciendo cambios, los hemos puesto aquí. — le había explicado, con infinita paciencia, como si fuera un niño pequeño. Y por culpa de esos cambios el tuvo que andar más de 100 metros, cuando no le apetecía nada. Valentina arrastró los pies hasta que alcanzó el sofá, y se tiró de espaldas. ¡Por Dios, cuánto le pesaba la cabeza!. ¡Y qué sueño tenía! Cuánto más duermes... más quieres dormir. Joder, un poco más y necesitaba la vida entera para levantarse. Maldito vino, pensó, maldiciendo a Kaleb, con el que por cierto no había vuelto a soñar, ningún sueño comparable, de hecho, no sabía siquiera, si había soñado, todo era un puñado de cosas, confusas y pesadas. Nada claro, sólo la escena de la ducha. Y una ducha, necesitaba ella darse, a ver si con eso, despejaba su mente y aprovechaba lo que quedaba del día. Pero no... aún no.. por ahora le apetecía continuar en el sofá. Cerró los ojos, y suspiró en el silencio de la habitación. Por Dios, que de películas... pero al menos había dos, a tres de interesantes... que no iban de amoríos y lloriqueos, podría decirse, que respecto a gusto las dos mujeres tenían lo mismo para las películas. Kaleb caminó hasta metros del sofá y por impulso, agarrándose del respaldo, se tiró sobre él. Ñ —Aaaaaay, mierda —gruñó sobre lo que había caído. Tan de prisa como pudo, Kaleb se retiró. —¡Valentina! ¿Estás bien? Joder ¿Qué mierdas hacías en el sofá? —¿Qué te parece que hacía Kaleb? ¿Bailar? — preguntó con tanta ironía como pudo, aunque más bien parecía un lloriqueo, y es que las lágrimas se le habían saltado. —¿Estás bien? Ella intentó moverse... no pudo. —Sí. —¡Por favor! — exclamó indignado — Podría haberte roto algo, ¡No puedes estar a oscuras en el sofá. Ella lo miró indignada. —No es propio de la gente, que se tire en el sofá. Él se sonrojó. —Se supone que dormías... en la cama. —Pues ya vez que no... la próxima vez... —¡Deja de discutir y dime si estás bien! Ella intentó ponerse de pie, el dolor se había casi ido, él la ayudó. —Una ducha me vendrá genial — susurró comenzando a caminar. —¿Te gusta picarme, eh? Ella lo ignoró, y caminó hacia el baño. —¡Dame una voz, si necesitas una mano! O las dos. — dijo divertido, viendo como desaparecía detrás de la puerta.
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