Valentina se miró en el espejo, le dolía el cuerpo, no podía decir que ese hombre estuviera gordo, de hecho era demasiado sexy y musculoso, pero pesaba más que ella y había caído sobre su cuerpo, de una forma brutal, casi creía haber oído cómo crujían sus huesos.
Vale tal vez exagerada, pero era seguro que le saldría un cardenal enorme, y de un color horriblemente feo, estaba segura, ya que su piel era demasiado sensible, además de blanca.
Se echó crema, sobre su cuerpo desnudo con cuidado en los lugares que más le dolían. Tenía los dedos arrugados, a causa del larguísimo baño que se había dado, se sentía tan relajada, que volvía a tener sueño.
Encendió la radio, y escuchaba música, mientras se embadurnaba.
De pronto la puerta se abrió, haciendo un estruendo brutal.
—¡Joder! — gritó ella, buscando una toalla para taparse.
—¿Es que eres sorda o qué? — preguntó él bruscamente, él que acaba de entrar a su baño, rompiendo la puerta.
Ella se irritó, al oírlo y ver la manera en la que entraba a interrumpir su relajación.
—No estoy sorda, pero tú pareces que seas imbécil —gritó Valentina cubriéndose con la toalla.
—¡Creía que te habías ahogado o algo! ¡Llevas más de dos horas metida aquí, y cuando llamo a la puerta no me contestas!. — dijo preocupado.
Valentina se sonrojo, estaba tan concentrada que no había oído la puerta.
Mentira, la primera vez sí... pero lo había ignorado. Las demás veces simplemente no lo escuchó.
—No te oí. — contestó con fingida inocencia.
—Totalmente sorda. — dijo ya más tranquilo, de ver que seguía bien y no se había ahogado borracha.
—Idiota
—Gracias. ¿Por qué no te vistes? — preguntó divertido, mientras la devoraba con la mirada.
—Cuando te vayas. — contestó molesta, y aún aturdida por lo acontecido.
De pronto la boca de Kaleb dibujó una sensual sonrisa eliminando aquella línea recta, que antes había tenido de preocupación.
—¿Es necesario que me vaya? ¿No me dejas quedarme a mirar? —preguntó con picardía mirándola de arriba abajo, aquella toalla pequeña, no la cubría entera, ni siquiera le tapaba mucho.
—No a menos que quieras ver, como me has dejado el cuerpo con ese asalto.
Él palideció y ella quiso reírse por lo bajo, pero no pudo, ni siquiera poder decir algo.
Mala broma. Definitivamente no había hecho lo correcto en darle una broma como esa.
Se acercó a ella con prisa, y le retiró la toalla, dejándola completamente desnuda a sus ojos.
La examinó de arriba abajo, acariciándole la piel del vientre la hizo girarse le examinó la espalda, la piernas, todo.
Y ella estaba demasiado sorprendida para reaccionar.
—No tienes nada — dijo él tirando la toalla a un lado, y de pronto se dio cuenta de lo que tenía delante, incluso de lo que había hecho.
—Si.. si.. si me hubieras dado unos segundos más te lo habría aclarado... Era una mala broma. — dijo sintiéndose desnuda, vulnerable y con razón.
Kaleb carraspeó, pero sin dejar de mirarla.
El calor golpeó su cuerpo, ¡Por Dios santo! La había desnudado, la había toqueteado por culpa del susto, pero ahora... ahora comenzaba a costarle pensar, con los dientes apretados, intentaba contener, el impulso de su cuerpo, que se levantaba para ella.
—Yo... yo... ¿Me pasas la toalla? —pidió ella.
—¿Y si no quiero? —preguntó él, cogiéndola de dónde la había tirado.
Demasiada orgullosa, Valentina cogió su bote de crema y salió del cuarto de baño.
Maldito fuera, se pensaba mudar, y a un lugar dónde hubieran dos cuartos de baño, nada de uno.
Y nunca más haría obras de caridad a nadie.
—¿Dónde vas? — preguntó él aturdido y divertido.
—¿Qué te parece? — respondió con una pregunta acercándose a su habitación.
—¿Me dejas sólo? — dijo haciéndose el inocente.
—Oh, no lo dudes.
—Me encanta tu culo —gritó él —es precioso.
—¡Vete a la mierda KALEB JAMES!
—Sólo si te vienes conmigo. — gritó desde la puerta del baño.
¡PLAF! Valentina cerró la puerta de su cuarto a modo de respuesta y él sonrío.
Se quedó inmóvil mirando la puerta, aquella que quería que se abriera, para poder mirarla una vez más.
Dios... no le hacía falta, podía ver todo aquél glorioso cuerpo desnudo con tan solo cerrar los ojos.
No le hubiera importado ir a la mierda, como ella había dicho, si hubieran ido juntos... negando con la cabeza y una sonrisa en los labios, se quitó la camiseta y la echó a un lado, bien, no le hubiera importado irse con ella, pero ahora a dónde necesitaba ir era a darse una ducha, bien fría, para poder bajar todo el calor que su cuerpo sentía.