Me vas a volver loco — dijo él, lamiéndole los labios.
—Kaleb…
—Dime que pare ahora cariño porque sino lo haces, no lo haré.
Kaleb, cubrió su boca, bebió de ella, absorbiendo sus labios, antes de deslizar su lengua entre sus dientes, y cubrir la lengua femenina con la suya.
Valentina gimió mientras respondía a aquel beso cargado de deseo y fogosidad.
Su cuerpo se movió bajo el de Kaleb, buscando calor.
—Dime que pare… — susurró él mientras se deshacía de su camiseta y de la de ella, dejándola desnuda de la cintura para arriba.
Los labios de Kaleb cubrieron los suyos de nuevo, antes de descender por su cuello, mordisquear su hombro.
Sus labios continuaron bajando deteniéndose brevemente en sus senos, para bajar a su vientre, hasta alcanzar la tela de su pantalón.
Valentina gimió cuando él bajó un poco el pantalón, dejando a la vista un poco de su vello.
La miró a los ojos, mientras le alzaba las piernas y le quitaba las prendas.
Valentina, jadeó cuando sintió el aliento cálido de Kaleb acariciarle su sexo, que goteaba por él.
Uno de los dedos de Kaleb se posó sobre su sexo, comenzando desde abajo.
—Estás tan mojada — canturreo, mientras hacía su dedo subir para acariciarla — Tan mojada — repitió — y todo para mí — susurró contra ella cuando alcanzó su clítoris.
Valentina tuvo que morderse sus labios para no gritar.
¿Por qué la hacía olvidarse de todo?
¿Cómo conseguía volverla tan débil, y quitarle el poder de pensar?
Su cintura se arqueó para él, para su boca abierta, aquella que saboreaba su húmedo sexo, aquella que bebía de ella, jadeó al respirar, e inspiró pesadamente.
La lengua de Kaleb subía y bajaba a lo largo de su sexo, cayendo como un látigo sobre su botón más sensible, antes de hacer círculos alrededor de él y descender hasta llegar a la entrada que se humedecía por segundos, Valentina gimió cuando él empezó a lamer su clítoris incansablemente, mientras introducía un par de dedos en su interior, moviéndolos en círculos, antes de sacarlos y meterlos.
Los jadeos resonaban entre las cuatro paredes del salón, el ambiente estaba caldeado y Valentina se sentía arder.
La boca de Kaleb la torturaba de placer, y ella se retorcía bajo él, mientras notaba el orgasmo formarse en su cuerpo.
—Kaleb… — lo llamó ahogadamente, mientras alzaba las caderas, y tiraba su pelo, en el que tenía enredado sus dedos inquietos, — Kaleb — susurró, mientras se movía con impaciencia.
Cerró los ojos ante la oleada de placer que le recorrió el cuerpo y tiró del cuerpo de Kaleb, mientras rogaba pidiendo más, su cuerpo cubierto por una capa de sudor, se movía nervioso.
Rogando alcanzar su liberación, pero, Kaleb marcó su ritmo, retirando su juguetona lengua cuando la notaba muy a punto, y volviendo a retomar sus caricias para volver a llevarla al límite.
Sin poder aguantar más, sintiéndose a punto de reventar, él se incorporó, y se quitó los pantalones, liberando así su m*****o duro y caliente.
—Kaleb — lo llamó ella.
—Ya voy al cielo — susurró él colocándose un preservativo, que Valentina no sabía de dónde había salido.
—¿Siempre vas tan preparado? — Preguntó ella, con la poca ironía que pudo sacar.
— Siempre que voy a verte, voy preparado — contestó él, retomando las caricias de su sexo. Valentina gimió y echó la cabeza hacía atrás.
Él se arrodilló en el sofá, y le ayudó a levantar la pierna, la que acabó apoyando sobre su hombro.
Condujo su m*****o hasta la entrada de Valentina. Líquida, caliente, y mirándola a los ojos, sé enterró un poco en su ser.
—¿No eras virgen, no? —preguntó al verla apretar los dientes.
Valentina abrió los ojos con incredulidad, y él rió entre dientes.
—¿Pero qué…? Ah —un grito ahogado escapó de su garganta, cuando él la penetró sin previo aviso.
Echó la cabeza hacía atrás y respiró profundamente.
Kaleb podía notar los espasmos de su v****a alrededor de su m*****o y apretó los dientes, mientras salía de ella completamente, para volver a entrar de la misma manera.
Sus cuerpos chocaron, y Valentina sintió el calor del deseo y la pasión recorrerle.
Él volvió a repetir lo mismo y a la cuarta vez, Valentina gritó mientras se aferraba a los cojines con fuerza, y su cuerpo se sacudía de placer.
Abrió los ojos, para encontrarse con la cara de Kaleb, quien tenía un brillo en los ojos y la miraba intensamente.
Su mandíbula estaba apretada, y sonreía fugazmente.
—Yo… —dijo ella — Lo siento
—¿Por qué lo sientes? — preguntó él. — preguntó confundido, sin dejar de mirarla a los ojos.
—No lo sé… ¿Me vine antes de tiempo?
—Oh, no, no te preocupes, ahora me toca a mí.
A Valentins no le dio tiempo de reaccionar ante aquellas palabras que acababa de decir Kaleb , lo único que supo, era que Kaleb había ceñido sus manos con fuerza en sus caderas, la había puesto contra el respaldo del sofá, le había abierto las piernas y a había colocado contra ella de rodillas.
Su respiración pesada por culpa de la excitación hacía que su pecho subiera y bajara en forma rápida y agitada.
Notaba su cuerpo arder, y sentía el m*****o de Kaleb grueso, caliente y duro contra la entrada de su v****a haciendo presión.
Ella goteaba por él… pero él sólo la miraba a los ojos, alargando el momento de tomarla, aunque lo que más deseaba en ese instante, era tomarla, hundirse profundamente en su interior cremoso y húmedo.
Valentina gimió cuando él la empujó e hizo su cuerpo chocar más contra el respaldo caliente del sofá, que estaba pegado a su piel sudorosa.
—Kaleb — jadeó ella.
Y él se inclinó para besarla profundamente.
Su lengua juguetona, le acarició los labios con fuerza controlada.
Sus uñas arañaron su espalda, el ansia le ganaba, necesitaba sentirlo y por eso mismo movió sus caderas contra él.
Pobre sofá, probablemente tendrían que comprar otro después de aquella hazaña.
Las rodillas de Kaleb estaban hincadas en el centro del mueble, la de Valentina un poco más separadas, dejándole espacio suficiente para que él cupiese entre ella, el respaldo tenía todo el peso de ella, junto con un poco de él.
Ya que una de sus manos se aferraba al respaldo para no caer sobre Valentina, mientras que la otra acariciaba el cuerpo femenino.
—Humm — Valentina intentó gritar ante la invasión de aquel m*****o que la penetró profundamente, pero la lengua de Kaleb se lo impidió ahogando su grito, y convirtiéndolo en un simple sonido.
Kaleb se detuvo enterrado en ella, permitiéndose sentirla palpitar y esperando que se calmara un poco, había entrado en ella en una sola embestida, y el cuerpo de Valentina se había arqueado contra el suyo.
A ella sus paredes vaginales se contraían y a él palpitaba a punto de explotar.
Respiró hondo contra la boca de ella y suavizó el beso, el cual continuó mientras salía de ella, para volver hacerse paso entre sus paredes húmedas.
Valentina gimió mientras recorría la espalda de Kaleb con las manos, acariciándolo repetidamente de arriba abajo y de abajo arriba, comenzando en sus hombros y acaba en sus nalgas, en las que se detenía para acariciar, en las cuáles dejaba sus manos para sentir como él movía sus caderas arremetiendo contra ella.
Él intentó controlarse, intentó ir despacio, intentó prolongar el momento.
Pero ella era demasiado y él estaba demasiado excitado.
Las arremetidas eran fuertes y profundas y cada vez eran más y más rápidas.
Sus alientos se mezclaban, sus bocas se besaban, y sus manos se acariciaban incansablemente.
Valentina notaba las manos de Kaleb ceñirse a su cintura de vez en cuando, al entrar profundamente hasta el fondo.
Sentía que se podía romper en cualquier momento, pero nada de aquello importaba. Sólo le importa sentirlo deslizándose, entrando y saliendo.
Solo le importaba sentir como su cuerpo se tensaba junto al de él, preparándose para alcanzar un nuevo orgasmo.
El sonido de su cuerpo al chocar era excitante.
Kaleb se aferró a las caderas de Valentina, para poder hundirse en ella sin que se le escapara.
Con fuerza arremetió contra ella, quería liberarse, quería alcanzar el orgasmo dentro de ella.
Apretó los dientes y hundió la cara contra la curva de su cuello, sintió los dientes de Valentina clavarse en su hombro y oyó un grito apagado contra su piel, la sintió temblar mientras el orgasmo arrasaba su bonito cuerpo.
Se sacudió contra él, mientras se movía con impaciencia.
Una, dos… su cuerpo se tensó y hundiéndose por última vez en su interior, soltó un gruñido brutal al alcanzar el clímax.