1: el accidente
I walk this empty street
on the boulevard of broken dreams
Green Day «Boulevard of broken dreams»
Para empezar, cabe aclarar que Luke y yo éramos personas completamente diferentes. Y no me refiero simplemente a nuestros gustos, o a lo físico, o la personalidad en sí.
Mientras él gozaba de una vida perfecta que incluía amigos, miles de citas con diferentes personas, unos padres enamorados que trabajan (pero lo suficiente para verlo seguido), y todas esas cosas que suelen determinar la felicidad de alguien... yo podía decir que no estaba en mi mejor momento.
Antes de seguir deprimiendolo con mi historia, déjenme presentarme. Mi nombre es Lia Evans, y soy hija de un famoso y rico empresario, William Evans. Mi madre era Sarah Evans, y ella también era empresaria. Aunque ambos eran bastante diferentes, los dos eran existosos; sin embargo, mi papá realmente se destacaba al ser básicamente lo que se describiría como un... adicto al trabajo.
Hace dos años, mi madre falleció, y es algo que hasta el día de hoy intento procesar y tratar de superar. Pedí por favor que no me llevaran a ningún terapeuta, y después de insistir mi padre acepto mi decisión a duras penas.
Ellos estaban divorciados, así que nosotras vivíamos en Albury, Australia. Pero cuando ella murió fui obligada a mudarme a Sídney con mi padre. Los dos, solos, en su estúpida mansión. Todavía cuesta integrarme en este lugar. No es que fuera muy dificil, simplemente habia una parte de mi no quería desprenderse totalmente del pasado. Después de perder a mi madre mi vida se volvió... gris; ya solo me preocupaba por aprobar las materias que tenía con lo minimo posible y así poder irme lejos lo antes posible.
A ver, no me malinterpreten, yo amo a mi padre, pero como —casi— todos los padres puede comportarse como un estúpido a veces. Sin ofender. Creo.
En fin, era jueves por la tarde, asi que luego del colegio llegue a casa y me encontré con un estúpido post-it de mi papá, diciendo que trabajaba hasta tarde y que fuera a hacer las compras al supermercado, junto con algunos billetes. De mala gana los tome y fui al supermercado como mi jefe me había dictado.
Digamos que jamás pude llegar a casa y guardar la leche que papá me pidió en la heladera. Cuando volvía del supermercado, con las bolsas en mis manos cargadas, y con solo un auricular en mi oreja de donde sonaba All Time Low me paso algo bastante... peculiar.
Mi mamá siempre me decía que preste atención a los semáforos antes de cruzar la calle, y yo siempre lo hacía, pero todos los conductores no. ¿Hay algo más triste que ser atropellada por un auto escuela? Pues sí, que ese auto fuera manejado por el mismísimo Luke Hemmings.
¿Qué si lo conocía? No, jamás había hablado con él (de hecho, no hablaba con nadie en el colegio) pero si lo había visto varias veces. Tenía buen gusto en música, y se vestía bien. Era popular; pero no el típico mariscal de campo que sale con la porrista; sino el chico que esta buenísimo y que tiene a todas las chicas atrás pero no anda con ninguna.
Bueno, ¿Donde estaba? Ah, sí. Luke me atropello. Lo único que recuerdo son los gritos de pánico de él, de su maestra, de algunas personas en la calle... y luego, gracias a mi presión bajando rápidamente, me desmaye.
«»
Desperté en una clínica, rodeada de paredes blancas y cortinas claras. Mi padre estaba sentado en un sillón dentro de la habitación, mirándome alarmado, mientras hablaba con una enfermera rubia bastante joven.
—Buenos días cariño —me dijo la rubia mientras anotaba y hacia cosas, que asumi, eran trabajo de enfermera. Me incorpore lo mas rapido que pude, aunque seguido de un dolor de cabeza punzante..
—¿Días? —pregunte, algo confundida. Mi padre se acerco a mí, con cuidado.
—Eh... Sí, estuviste dormida unas cuantas horas —musito, nervioso. Luego sonrió— Que bueno que estés bien. ¿Cómo te sientes?
Como si Luke Hemmings me hubiera atropellado en un auto-escuela, pensé.
—Bien —murmure— Me duele un poco la cabeza.
—Te diste un golpe bastante fuerte —me dijo la enfermera, intentando sonar amable— Estarás aquí unos días, pero tranquila, no es nada grave. Es el procedimiento. Tu padre insistio en darte la mejor atención, así que vamos a retenerte para hacerte varios estudios... —mire a mi papá y pensé en él yendo de viaje por trabajo, dejándome sola en una clínica sin nada que hacer y comiendo comida sin sabor.
—¿Y el tipo que... me atropello? —me atreví a preguntar, algo avergonzada.
—Ah, ese, Luke. Se comporto muy amable, él se encargo de traerte aquí y se quedo contigo hasta que llegue a la madrugada —contesto mi padre. Me parecía algo poco creíble, aunque supuse que era normal. Me había atropellado, era lo menos que él podía hacer— Dijo que volvería hoy, luego del colegio. ¿Era compañero tuyo?
—Si —susurre, aún pensando en Luke sentado en el sillón donde estaba mi papá, mirándome mientras estaba inconsciente.
—Bueno, Lia tiene que descansar —comento la enfermera, con ese tono de "soy amable todo el tiempo"— Yo veré el papeleo con tu padre. Cada vez que necesites algo dime, mi nombre es Annie —me sonrió y yo intente imitar el gesto.
Por más de que haya estado inconsciente tanto tiempo, de verdad necesitaba dormir.
Annie entro en mi habitación luego de unas horas con una bandeja con comida.
—No quiero interrumpir tu sueño, princesa, pero debes alimentarte —me sonrió mientras colocaba la bandeja sobre mi regazo— Y después puedes ir al baño y darte una ducha, eso puedes hacerlo sola pero si necesitas ayuda aquí estoy —sonrió de lado y yo tomaba el jugo de naranja que tenía servido— En unos minutos estará tu amiguito por aquí, llamo hace un rato y dijo que quería visitarte.
Por poco escupo todo. ¿Luke de verdad vendría a visitarme? "Mi amiguito"... yo no tenía amigos, así que tenía sentido que fuera él. Me costaba creerlo, pero quizás sentía la necesidad de purgarse.
Cuando me puse de pie, sentí que el cerebro se me daba vuelta. La enfermera me ayudo a incorporarme —me dijo que era normal— y me acompaño hasta el baño. Me dió un poco de vergüenza que al principio me tuviera que ayudar, pero al fin y al cabo era una enfermera ¿no?
Al fin me sentía limpia. Me coloque cuidadosamente la ropa de la clínica con ese característico olor a hospital que me recordaba a mamá... No iba a llorar, me lo repetí las veces que fueran necesarias y me metí a la cama.
Unos minutos después Annie abrió la puerta.
—¿Lia? —preguntó— Tienes visitas.
Ay no.
Ay no, no me digas que está pasando.