Narra Grace
Estoy emocionada, me mudaré a mi viejo hogar llamado Sinea Winds, iré a casa de mis padres, yo vivía en Argentina porque estudiaba allá, me fui desde muy niña, mis padres me visitaban constantemente, recuerdo que hace años vivía en Sinea Winds, pero ya no lo recuerdo, yo me fui a Argentina por qué obtuve un intercambio de escuela allá por tener buenas calificaciones, pero mis padres me dijeron que tenía que irme a Sinea Winds, debido a que ya no pudieron pagarme la escuela, sé que obtenía beca, pero no me alcanzaba a cubrir todo, yo vivía en casa de unos tíos, pero aun así ya no podía seguir pagando gastos
Estoy aquí, he llegado al lugar, es un lugar algo frío y demasiado sombrío, creo que el clima es agradable, me encanta, en Argentina era algo más cálido que aquí, se me había olvidado lo bien que se siente estar en Sinea, el del taxi es una persona demasiado sería y un tanto extraña, le hacía preguntas y no me respondía. Mis padres me esperan, llegó a ellos y los abrazo con mucho amor, madre llora al verme y no deja de abrazarme, la verdad es que ya tenía tiempo sin verlos, en verdad los extrañaba
—Mi pequeña Grace, cuanto te extrañe mi amor, estás más bella—mi madre apretaba más mi cuerpo al suyo
—Yo igual madre, a ambos los extrañé—ahora abrazaba a mi padre, quien esperaba el momento en que madre me soltara
—Anda, entra, tu madre hizo tu comida favorita—él agarró mi equipaje mientras mi madre me tomaba de los hombros para entrar
La casa era muy espaciosa, muy linda, miraba todo y la recuerdo más grande, un aroma excepcional hace que me dirija a la cocina, pasta con albóndigas, adoro este platillo. Después de una larga charla durante la comida, papá me lleva a mi antigua habitación, acomodó mis cosas, no todas, ya que me llevaría mucho tiempo, estoy ansiosa de empezar las clases la próxima semana, algo me dice que todo saldrá bien
Narra Damian
De nuevo lo mismo, este lugar es un asco, lo único que me mantiene relajado es unas cervezas y fumar, odio estar rodeado de gente estúpida, me he acostumbrado a que me llamen bestia, tipo raro y mugroso, hombre lobo e infinidad de estupideces, el hecho de ir a la escuela no es idea mía, sino de mamá, todo lo hago por ella
—Hola, cariño, llegaste a buena hora, ya está la comida—la abrazo y me toca de las mejillas con un gran semblante, solo estamos ella y yo, no tengo idea de quien es mi padre, el único que fue como un padre para mí era el abuelo, pero él ya murió
—Gracias mamá, lo que dieron en la cafetería estuvo del asco—saque un cigarrillo para fumar y ella me lo quito
—En la comida no Damian—acercó mi plato, tome los cubiertos dispuesto a comer
—¿Has visto a Florence?—es mi tía, pero la quiero como si fuera una prima o hermana
—Dijo que vendría, aún no sé si lo hará
Vivimos en una cabaña, no elegante, estamos alejados del pueblo, situado en el bosque, para mí es mejor, así nadie interrumpe mi privacidad. Tengo la comodidad de estar sobre una silla mecedora, es vieja, pero cómoda y con poca ropa me hace sentir bien. Escucho ruido sobre los arbustos, pero ignoró lo que pase, no tengo miedo a nada. Florence llegó, corre a abrazarme como si no la hubiera visto de años, lo cual es tonto, pues hace unos cuatro días que no la veía
—¿Aún hablas con ese chico?—me preguntó, después de haberme abrazado
—De vez en cuando, se podría decir que es otro fenómeno como yo—me reí y esta me miro serio
—Hablo en serio Damian, te dije que ese chico no es normal, debes mantenerte alejado de él
—Calmate, ¿sí? Estaré bien, no suelo estar todo el tiempo con él, sabes que somos nuevos en el pueblo, apenas y entre a la escuela—palmeo su brazo, pero está lo agarró de inmediato, tocaba mis manos, cerro sus ojos
—No te muevas, ¿sí?—pasaba sus dedos por mi mano
—¿Todo bien? ¿Qué miras?—bebía de una cerveza restándole importancia a todo, ella tenía un extraño don, podía presentir cosas, era buena en eso
—Algo llegará a ti, alguien poderoso, no hablamos de cosas fuera de lo común, es algo que te cambiará la vida, no distingo quien es—eso sí que es loco
Narrador Omnisciente
Después de una semana, de haber desempacado todo, era el primer día de escuela para Grace, estaba emocionada por conocer su escuela, investigó un poco y decía que era una escuela muy grande y antigua, ese tipo de cosas enloquecía a Grace. El señor Wesley llevo gustoso a su hija, despidiéndose con un gran abrazo, esta se dirigió a la escuela. Mientras caminaba por los casilleros, sintió una mirada fuerte, de esas que te carcomen, discretamente miro y se trataba de un joven apuesto, con ropa elegante y una estatura alta, de piel blanca, cabello castaño claro, ojos azules, peinado elegante, sin duda era un chico de dinero, Grace le sonrió de lado y aquel chico le devolvió el gesto
Las clases iban tranquilas, parecía adaptarse poco a poco, al parecer en esa escuela no son mucho de socializar o al menos eso creía ella. En la hora del almuerzo esta se sentó sola, pues no había conocido amigos aún, miro que algunos de los alumnos murmuraban y se reían, todos mirando hacia una dirección, veían a una chica de complexión grande, con cabello medio largo que cubría su cara, Grace se levantó y se encaminó hasta ella, le parecía de mal gusto ver que se rieran de ella, pero, ¿qué tenía de malo?
—Hola, me llamo Grace Wesley, ¿tú como te llamas?—Grace le extendió la mano con una gran sonrisa y esta le correspondió, seguía escondiendo su rostro
—Soy Kristine Bachman, eres muy bonita, Grace—la chica murmuraba, no alzaba la vista, le había costado hablar con ella
—Mucho gusto Kristine, lo mismo digo de ti—Grace sonrió y la chica igual, pudo ver que tenía marcas de quemadura en su rostro, la mitad de su cara, se sintió un tanto mal al verla, debió ser difícil
—Dime Kristine, ¿me presentarás a tu amiga?—un chico de cabello castaño y melena, que no sobrepasaba a los hombros, ojos grises, se acercó a las chicas, miraba a Grace
—Me llamo Grace Wesley, ¿y tú eres?—ella lo miraba completamente embobada, le pareció un chico hermoso, su piel era blanca, no tanto como la del otro chico, tenía una barba dispersa, sus brazos mostraban algo de bello, lucia, atractivo, aun con una vestimenta muy casual, parecía ropa antigua
—Damian Hunziker, para servirte—estiró su mano y la estrechó, sintiendo una corriente eléctrica que atravesaba sus cuerpos