Estaba luchando con su lobo, y no estaba segura si debía moverme o hablar.
Después de unos minutos, me deslicé lentamente hacia el final de la cama, y él gruñó nuevamente, no tan fuerte, pero aun así me hizo saltar y dejar de moverme.
Finalmente hablé:
—Myles —fue todo lo que pude decir cuando me interrumpió.
—Lily, ¿no te pusiste ropa interior?
Sacudí ligeramente la cabeza.
—¿Por qué?
Me sonrojé, no sabía qué decir. Los planes sucedían de una forma diferente a como me lo había imaginado.
—No pensé que las necesitaría.
Se acercó rápidamente a mí, sin decir una palabra.
Cayó de rodillas, colocando sus manos en los costados de mis muslos, subiendo hasta mis caderas y debajo de mi camisón. Sentí chispas ligeras mientras frotaba suavemente círculos en mis caderas, antes de agarrarla
