La tarde es calurosa a pesar que ya la fuerza del sol ha disminuido debido al próximo ocaso que pronto tocara las tierras del rancho Buenavista. Los hombrees que están sentados en una mesa que fue preparada por los abogados se encuentran mirándose fijamente. Uno con odio con un solo pensamiento de destrucción. Otro atemorizado, pues su plan no funciona, y se llega a descubrir que él hizo aquel ataque, quedaría automáticamente derrotado. Los ojos avellana miran a su alrededor y ve a Madeleine que prácticamente se está comiendo las unas, pues tiene un debo en su boca y el movimiento rápido de la pierna denota su nerviosísimo. Al no encontrar su objetivo se molesta. —¿Dónde está ella? — le pregunta a uno de los abogados— la apuesta debe estar presente. Abraham se sintió terrib