El mesero llega y pedimos la cena que en medio de risas y anécdotas de cada uno, nos hace pasar un rato espectacular. La entrada, el plato fuerte y el postre, estuvo tan delicioso que sin duda mi paladar tocó el cielo. La seguridad, había quedado tan atrás, que había llegado media hora después de nosotros y solo habían dejado entrar a Ethan y el guardaespaldas de confianza de mi padrino. Había pasado un momento feliz, pero esto era solo el comienzo de la diversión. Por lo que, al salir del restaurante e interesada por divertirme aun más, una idea loca se me ocurrió en la cabeza. La cual, mi padrino odiaría. Salimos del restaurante y con ello nos encontramos a todos los hombres encargados de nuestra seguridad. — Ahora ¿A dónde iremos? — Pregunta mi padrino y yo sonrió. — Iremos a una