Georgiana había tirado aquel collar del cual no se despegaba cuando vivíamos juntos, y aunque no lo dijera, sabía que ese era un recuerdo de su ex prometido. Al girarse y encontrarme detrás de ella, sus ojos verdes no eran los mismos de antes, no había desprecio, no había odio. —¿Podemos hablar un minuto? —me pidió. Por supuesto que yo quería hablar, pero mis emociones me ganaron, y cuando la alcancé, la besé sin darle el tiempo a respirar. —Loid… —gimió, apartando su boca, pero nuevamente volví a besarla. La marea del agua subió mojando nuestros pies, por lo que la cargué a mi cintura, con sus piernas abrazándome y nuestros pechos sintiendo el latido del otro. Solo un instante, me tomé un pequeño segundo para liberar su boca. —No digas nada… —le pedí susurrando, con mi índice en