Cada segundo contaba. Era mi única oportunidad.
No lo dudé, y tan pronto pude tirar mis maletas por la ventana, salí de la habitación, como si fuera un día casual, mas al llegar al patio, los empleados me encontraron. Irme sin llamar la atención era imposible.
—¿Señora?
Me di la vuelta y ahí estaba Eliana con unas tijeras de jardinería.
—El señor me ha pedido que la mantenga vigilada hasta su llegada, por favor, no me meta en problemas.
—No… Yo solo… Solo quería tomar un poco de aire fresco —mentí.
Dejando la tijera sobre la banqueta de madera que estaba a unos pasos de nosotras, ella se acercó a tomar mi mano.
—Voy a llevarle una taza de té con galletas, eso podría ayudarla a endulzar su día.
—Eliana… E-está bien —acepté resignada.
Acompañada de la ama de llaves, regresé a la habitación. Ella me prometió que regresaría en unos minutos, solo herviría el agua, lo cual no le tomaría mucho tiempo.
Por algún motivo, cuando cerró la puerta, sentí como si lo hubiera hecho con mis sueños. El futuro se me cerraba ¿Estaría condenada a jamás escapar de esta vida?
—"No pienso amarrar mi vida eternamente a la de ella, obtendré lo que quiero y me divorciaré".
Aquí nadie me veía como un ser humano, empezando por Loid.
—"Solo eres una carga, una maldita carga" "Ignorante" .
Y las palabras de mi madre, hacían eco con fuerza en mi mente.
—Sin importar que haga… Jamás seré suficiente para tí… —suspiré, bajando la mirada a mis zapatos. Me quedé en silencio con un nudo subiendo por mi garganta. No podía dejar que siguieran pisoteándome—. Eso se acabó —susurré para mí—. Solo me dedicaré a hacer feliz a una persona. A mí.
Tensando mis labios, levanté la mirada, caminé y apreté los puños, solo para darme cuenta del objeto que sostenía en mi mano derecha. La tijera de jardinería.
—Solo así no llamaré la atención.
Los golpes en mi pecho eran de adrenalina, una sensación que me daba voluntad y seguridad al mismo tiempo.
—Hazlo por ti, Georgiana —me dije, acercándome al espejo—. Solo hazlo.
Entonces, tomé uno de mis mechones con la mano izquierda. Miré mi reflejo por última vez y con solo cerrar los ojos, hice presión en mis dedos, escuchando el ruido de los cabellos al ser cortados. Tomé otro mechón y así continué sin verme.
Si deseaba una nueva vida, debía cambiar todo lo que me hiciera recordar este amargo recuerdo, para mañana sonreír y que este tiempo sea borrado sobre la faz de la tierra.
Me miré al espejo solo cuando terminé, y lo que encontré fue una mujer distinta. La mujer que callaba y obedecía sin chistar; había desaparecido. Esta nueva yo, era más segura, más decidida y con las grandes ganas de comerse al mundo.
Escuché los pasos de Eliana acercarse, ella no tardaría en entrar y al verme así, no dudaría en avisarle a Loid.
Fue cuando se me cruzó una idea, abrí el armario y busqué un abrigo de Loid, me lo coloqué y de inmediato abrí las ventanas.
—Sin temor… Has pasado cosas peores. Debo pensar en mí.
Coloqué mis manos en el balcón y levanté mi pierna lo más alto que pude, de ese modo me aferré a hasta hallar una de las ramas del árbol más cercano y empecé a descender con cuidado, creí que ahora sería más fácil, pero se quebró y…
De un fuerte golpe a mis posaderas, caí sobre las maletas que ya había dejado caer antes, mordí mis labios para no gritar.
—No es tiempo de llorar —me levanté y tomé mis pertenencias, pero al dar un paso; sentí el dolor en mis tobillos.
Sin embargo, así sea gateando, iba a salir.
De pronto, escuché el grito de Eliana, acaba de darse cuenta que no estaba, y de inmediato todos los empleados de la casa, fueron a ayudarla, lo que me permitió poder salir sin ser vigilada. Me aguanté el dolor de mi cuerpo, entonces, corrí con todas mis fuerzas y no me detuve hasta llegar agitada a la iglesia; ahí estaba Gulio, recibiendo orientación del padre de la Iglesia.
—¿Gulio? —dije al asomarme a la entrada.
—Georgi… —respondió sorprendido. Le pidió unos minutos al sacerdote y no dudó en acercarse—. ¿Q-qué haces con todo eso? ¿Y esa vestimenta? Quítate la capucha, no deberías…. ¡Oh por Dios! Tu cabello —retrocedió impactado.
—No tengo mucho tiempo —dije, agitada, volviendo a ocultar mi cabellera con la capucha—. He venido a despedirme.
Su mirada cambió de inmediato, desconcertado ante mi respuesta.
—¿Te vas? Pero…
—Si quiero lograr algo, debo hacerlo por mi cuenta. Aquí solo me espera el llanto. Gulio; amigo mío —abrí mis brazos, con el nudo en mi garganta.
Vi su mirada cristalizarse, pero sin dudarlo, él me correspondió.
—Debo olvidar esta amarga vida, debo construir una nueva… Pero sobre todo, debo olvidar a Orev… Debo dejar su recuerdo —sollocé en sus brazos.
Él me apartó, solo para mirar mis ojos, y pasar sus pulgares en mis mejillas, parecía querer decir más, pero no podía.
—Ya debo irme, el vuelo sale en treinta minutos.
—Georgi…
Tomé sus manos y las junté para llevarlas a su pecho.
—Ahí me tendrás y del mismo modo te llevaré en mío.
—Te quiero tanto amigo mío. Por favor, despídeme de Kate, no puedo encontrarme con mi madre.
Él siguió sin decir palabras, solo subió sus manos a su crucifijo, y me lo entregó, al colocarlo en mí. Imagina que esto era mejor que miles de palabras, de modo que, alcé mis maletas y me alejé, vi los labios de Gulio pronunciando algo, no lo escuché, pero ya no quedaba tiempo para preguntar.
Con el poco dinero que guardaba en mi maleta, tomé un taxi. Sí, ahora era la heredera de mi padre y tenía el suficiente dinero para darme la gran vida, pero usarlo, significaría dar a conocer mi paradero. Hallaría un trabajo de medio tiempo, lo suficiente para mis gastos y enviárselo a mi querida hermana.
Cuando llegué al aeropuerto, fue difícil no sentir nostalgia. Todos mis recuerdos se quedaban aquí, buenos y malos. El amor de mi vida, mi querida hermana, mi padre, mi mejor amigo y… Mi esposo.
—Adiós Italia… Adiós…
Una etapa terminaba y otra empezaba. No había vuelta atrás.
————————
(POV Loid)
Al paso de los días, recibí información de Georgiana; ella se estaba quedando junto a otras jóvenes becadas, poco después supe que había conseguido un trabajo, y que parte de ese dinero lo enviaba a la Iglesia, supuse que era un donativo, por lo que no le tomé importancia.
Así fueron transcurriendo los meses, ella jamás llamó o mandó una carta, lo cual no me sorprendía, pero admito que en el poco tiempo que convivimos, memoricé el aroma a melón que ella desprendía, sin embargo, no podía enfocarme en ella, había cosas más importantes.
—¿Cuñado? ¿Estás ahí, cuñado?
Asomándose para verme, Johan; el esposo de Beth, ingresó sonriente, al mismo tiempo que rascaba su cabellera castaña.
—Lo lamento, no quise interrumpir.
Este hombre vivía eternamente pegado a mi hermana, a veces era sofocante verlo saltando y todo el tiempo declarando su amor por ella. Bien, mi hermana era feliz, pero esto ya era patético.
—¿Qué es lo que quieres, Johan?
—Tal vez estás muy ocupado, no quiero ser una molestia.
Dejando de lado los documentos que revisaba en mi despacho, le presté mi atención.
—Habla.
—Emmm, Cuñado, estuve hablando con Beth, en realidad ella hablaba conmigo y ella cree que tal vez… Yo podría serte útil.
—¿A qué te refieres? ¿Útil en qué?
—No lo sé, tú solo das la orden y yo me aseguraré de que se cumpla.
—A ver si te entiendo, ¿quieres que te de trabajo?
—¡Bingo! —exclamó en carcajadas, pero yo no mostré emoción alguna—. ¿No te agrada?
—Dame una razón por la que debería agradarme. Johan, ¿sabes algo de construcción?
—Bueno… Cuando era pequeño, dibujaba casas bonitas, a mi padre le gustaban. O eso era lo que decía mamá, antes de que él nos abandonara a mí y a mi hermano.
—Ay señor… —suspiré, llevando la palma de mi mano a mi cabeza.
—¿Y cómo va todo?
De repente, Beth entró, queriendo averiguar lo que estaba pasando.
—Ustedes dos son iguales, saben que no me gusta que entren sin que toquen la puerta. Interrumpen mi trabajo.
—Oh hermano, yo solo quería saber como le iba a mi amado esposito —respondió ella, pegando su cabeza en el hombro de Johan.
—Mi corazón, creo que a tu hermano no le agrada la idea. Tal vez puedo mandar mi CV a un crucero.
—No, no me gustan esos viajes.
—Pero así nos conocimos, mi corazón. Recuerdo claramente cuando yo animaba y tú destacabas entre todos los asistentes. Eras como el oro en medio de…
—¡Ya fue suficiente! Veré que puedo hacer por ti, pero ya váyanse de mi despacho. Las muestras de su pegajoso amor, las quiero lejos de mi vista.
—Oh cuñado, muchas gracias. Déjame abrazar…
—¡De lejos! —interpuse mi mano—. No me hagas cambiar de opinión.
—E-está bien ¡Cómo usted ordene, Capitán!
Por todos los cielos, que insoportable. Era como un niñ0 en el cuerpo de un hombre.
Él se fue, pero Beth seguía ahí.
—¡Eres el mejor, hermano! —sin mi permiso, ella me asaltó de un abrazo.
—Beth, por favor —traté de apartarla, pero ella siguió.
—Por todos los cielo, sigues siendo tan agrio. Creí que después de casarte te endulzarías.
—¿Y terminar como el saltimbanqui de tu marido? No, gracias.
—¡Oye! —se enojó, llevando las manos a sus caderas—. Él me hace feliz.
—Si tu lo dices. Beth, tengo mucho trabajo. Mía vendrá en unas horas y aún no he firmado los contratos.
—Mía… No me parece que estés recibiendo a esa mujer, cuando tu eres un hombre casado.
—Es trabajo.
—¿Vas a negarme que no has notado lo coqueta que es?
—Bueno, ella es así. No puedo obligarla a cambiar, no tengo derecho sobre ella. Solo es una empleada más.
—¿Una empleada más? Ustedes casi eran pareja cuando eran dos mocosos.
—Estás mal.
—Ella siempre andaba detrás de ti, era como la chica que quería confesar su amor al chico rebelde.
—No digas tonterías. Yo nunca vería a Mía de otra manera.
—Pues eso espero. Georgiana sigue siendo tu esposa.
Ante su consejo, me solté en burla.
—Mi esposa… Una esposa ausente que aprovechó el mínimo descuido para fugarse.
—Bueno, tú sabes dónde está, porque no te creo que no lo sepas. Tu tienes ojos por todos lados, que es difícil ocultarte algo.
—¿Y qué cambiaría eso? Ella eligió irse.
—¡Pues ve por ella! No es necesario que regresen, vayan de Luna de miel, disfruten de su matrimonio. Ella es una joven muy encantadora. No la pierdas.
Estaba a punto de responderle, pero de inmediato recibí una llamada y tuve que contestar.
—Dime —contesté—.¿Están seguros? Maldición… ¡Estaré allí en unos minutos!
Colgué y dejé los papeles en la mesa.
—Si viene, Mía. Que se lleve los papeles estan en esa carpeta, luego mandaré el resto.
—¿A dónde vas?
—Un atentado —murmuré—. Incendiaron la casa de campo.
—¡Santo Dios! —exclamó asustada.
—No puedo perder un solo segundo.
—Loid… ¿Y Georgiana? ¿Qué pasará con ella? El incendio…
—Ella decidió irse, pero ten en cuenta algo. Tarde o temprano la voy a tener frente a mí, mas yo no voy a ir a buscarla. Haré que se arrodille, que lamente el día en que se escapó y que me haya desobedecido.
—Loid…
—Y tú… No vuelvas a meterte en mi matrimonio. Yo no lo hago en el tuyo.
Beth retrocedió asustada, mas no perdí tiempo y salí después de tomar mi celular.
(...)
Cuando llegué a la casa de campo, mis hombres estaban terminando de apagar los restos del incendio.
—Deberíamos llamar a la policía —dijo uno de ellos.
—La policía no hará nada. Además, esto va más allá de su alcance.
—¿Señor Lombardi, usted cree que…?
—¿Creerlo? Estoy completamente seguro. La escoria no va a rendirse.
(...)
Días después, mandé a analizar la zona para su restauración. Mis propiedades eran mi cara en la sociedad.
Y el tiempo fue pasando, con los años sentía que algo de la luz que tenía iba apagándose ¡Jamás! ¡Ni por un solo segundo ella pensó en siquiera regresar o llamar!
Cinco años, cinco malditos años que la vi desde las sombras, pero esto se había terminado. Ella regresaría para la graduación de su hermana menor, la vería a la cara, y le gritaría con todo mi desprecio.