(POV Loid) Afortunadamente había logrado que el abogado no dijera nada, no me costó mucho pedirselo, ya que al ser amigo del difunto señor Gabbani, estaba enterado de ese tema tan delicado. Georgiana jamás debía enterarse. Había cosas que era mejor fingir que no sucedieron. Podría tomarlo muy mal y… Su vida se vendría abajo. —Su café, señor —entró Mía, dejando mi bebida en el escritorio. —Gracias —le respondí, aún metido en mis pensamientos. —¿Puedo ayudarlo en algo más? —Eh… No, sigue con tu trabajo. No hay nada de que preocuparte. Mía acercó una silla, sentándose muy cerca a mí. —¿Es por ella? —No quiero ser grosero, no me gusta hablar de mis problemas personales y lo sabes. —¿Por qué, Loid? ¿Por qué simplemente no la dejas ir? No viven juntos, ni siquiera tienen un hijo que