CAPÍTULO 1
Quince minutos antes…
Charlotte y Kevin, detuvieron el vehículo frente a la puerta. Por encima de su ropa se vistieron con un mono azul de mecánico, y se cubrieron las caras; con unas máscaras de Harley Quinn y el Joker, para que nadie les reconociese. Los chicos ya estaban preparados para dar su gran espectáculo. Charlotte le miró muy preocupada, y preguntó:
—Kevin, ¿estás seguro de esto?, ¿sabes lo que haces?
El muchacho no pudo evitar mirar esa carita tan angelical. Sujetando la cara de la chica entre sus manos, respondió al mismo tiempo que afirmaba con su cabeza:
—Claro que sí. Charlotte por ti mataría.
—En realidad yo… creo que esto no está bien —comentó Charlotte, sin retirar su mirada de los ojos de Kevin.
—Si todo sale bien, ya tendremos para vivir —contestó Kevin, sujetando las manos de la chica, desde lejos se podía ver que estaba como un flan.
Charlotte miró al suelo del coche, y se relajó por unos segundos. Tomando la decisión la primera, bajó del coche, y dijo:
—Está bien, vamos.
Después abrió el maletero del coche y sacó una escopeta recortada. Pesaba bastante para su menudo cuerpo, lo que hizo que la cogiera aún con más fuerza y determinación; así mismo, fue como evitó que resbalase de sus manos.
Sin mirar atrás y bastante decidida, comenzó a subir las escaleras del Central Bank de Suiza. Kevin la perseguía cubriéndola las espaldas; él llevaba entre sus manos una metralleta.
Fueron tan rápidos, que las personas que pasaban a su alrededor en ese momento, solo les dio tiempo de poder ver como abrieron la puerta del banco. Entraron sin pensarlo dos veces, Charlotte cerró de un portazo, no dejando que una señora mayor entrase al banco.
—¡Todo el mundo con las manos arriba! Donde yo pueda verlas —gritó Kevin, con la cara escondida detrás de la máscara, soltando tiros al aire.
Los disparos fueron tan escandalosos, que antes de caer los casquillos al suelo, hicieron que Charlotte tirase el arma al suelo, y levantase las manos.
—¿Estás loca? ¿Qué haces? ¡Tú no! Recoge esto, y ve metiendo todo el dinero en las bolsas —dijo Kevin, dando una patada a la recortada, mientras la pasaba con la mano que tenía libre, dos bolsas grandes de colores con cremalleras.
—¡Hou, hou, hou! ¡Tienes razón!, nosotros somos los ladrones —respondió Charlotte, llena de euforia; bajando las manos, para recoger la escopeta del suelo.
Algo dentro de ella hizo que se llenase de valor, y se acercara al director del banco. Estaba tan emocionada por realizar el atraco, que por un momento se olvidó de lo que estaba pasando. En realidad los chicos sabían que no estaba bien lo que estaban haciendo; pero, la situación que estaban viviendo en ese mismo instante: no les dejaba ninguna alternativa más que esa, para que su vida cambiara.
Con el hombre frente a ella muerto de miedo; levantó su arma, le apuntó directo a la frente, y dijo:
—¡Vamos amigo! Ya lo ha oído, esto es un atraco.
—Señora no lo haga, estoy seguro de que usted también tiene familia —suplicó el pobre hombre.
Al escuchar como gimoteaba por su vida, la adrenalina se apoderó de ella, y recordando su pasado, contestó en un tono frio y sin ningún tipo de preámbulos:
—Sí que tengo, pero… No me quieren, de hecho soy muy pobre.
Mientras que Charlotte iba con el director a la caja fuerte, Kevin aprovechó, para que las personas que estaban dentro del banco, le fueran echando a una bolsa, todos sus objetos personales.
Cuando terminó de realizar la ronda, con la bolsa en sus manos, Kevin miró el reloj de su muñeca. Al ver que la chica llevaba más de cinco minutos, la llamó a voces:
—Harley Quinn, date prisa, no hay mucho tiempo.
—¡Ya voy! Joker. Solo me queda una bolsa por llenar —respondió desde la otra punta del banco donde estaba la caja fuerte.
Mientras los chicos se desenvuelven atracando el banco, las patrullas policiales comienzan a recibir avisos;
—A todas las unidades… A todas las unidades… Se está cometiendo un atraco en el Central Bank, la patrulla más cercana que vaya al lugar del asalto —se escuchaba en todos los coches policiales—. Enseguida llegarán los refuerzos; repito, enseguida llegarán los refuerzos —oyeron Roland y Emma, por la radio del coche patrulla.
A poco más de dos kilómetros se encontraban desayunando los agentes dentro del coche. Después de haber escuchado el aviso, Roland miró a su compañera y dijo:
—Agente Emma…, nos acaban de estropear el desayuno.
—Déjese de protestar y acelere —respondió abrochando su cinturón de seguridad.
El agente Roland es un tipo corpulento, es tan musculoso, como peculiar, y tan serio que nadie de la comisaría se atreve a llevarle la contraria.
El color castaño claro de su cabello y sus ojos color café, le dan un cierto aspecto de modelo. El año pasado le seleccionaron, para posar de modelo masculino en un calendario. Del cual destinaron toda la recaudación del mismo, a una ONG; en la que se encarga de atender a niños en riesgo de exclusión social.
Por otro lado está la agente Emma. Ella es muy guapa y bastante elegante. Su cabello es de color marrón chocolate, largo, y muy liso; siempre lo lleva recogido en una coleta. Sus ojos son marrones, muy claritos. A pesar de que es una chica joven para el cuerpo de policía, a ella no la importa demasiado; pues, de pequeña siempre estaba con su padre, que era un detective de lo más solicitado. Eso fue lo que la hizo tomar la decisión de ser policía, y proteger su ciudad.
La complexión media de su cuerpo, la hace tener bastante fuerza para ser una mujer: algo que la ha facilitado poder entrar en el cuerpo policial. Emma pasó su periodo de prácticas hace unos meses, ahí fue cuando la asignaron de pareja con el agente Roland. En la comisaria saben que es una buena profesional. Resuelve casi siempre los casos más complejos, ya que posee una inteligencia bastante alta.
Un sonido se apodera del edificio y rompe el silencio; el chico se pone nervioso y pregunta:
—¿Quién ha sido? ¿Quién demonios ha tocado la alarma?
Cuando localiza a la persona que ha tocado la alarma, le dispara a bocajarro y el hombre de mediana edad cae al suelo; las personas que están a su lado, gritan horrorizadas al darse cuenta de que está muerto. El alboroto y los gritos se apoderan del lugar. Intentando recuperar el orden, Kevin comienza a dar otro pequeño tiroteo al aire. Consiguiendo que se callen todos, grita:
—¡Dije que todo el mundo al suelo! No quiero que nadie se mueva.
Charlotte sale con las dos bolsas; una colgada de cada hombro. Al ver que a la chica le cuesta despegar los pies del suelo, por la carga que lleva, Kevin va en su ayuda:
—¡Vámonos! —dice Kevin, al tener unas de las bolsas en su poder.
—¿Qué has hecho? —pregunta Charlotte muy nerviosa, al ver que hay un hombre tirado en el suelo, sin moverse, y rodeado por un charco de sangre.
—Deja de hacer preguntas y larguémonos de aquí —contesta Kevin, echando a correr.
—No tenías que matar a nadie —argumenta Charlotte, bajando las escaleras antes de subir en el coche.
—Lo sé. No me dejó otra opción —contesta, apretando con mucha fuerza el volante entre sus manos.
—¿Estás loco?, ¿cómo vamos a salir de esta? ¡¿Hemos matado a un hombre?!
—Venga no discutas y quítate esa ropa. No pueden vernos así, la policía está cerca de nosotros —explica Kevin a medida que arranca el coche.
El chico sale del aparcamiento y comienza a conducir para huir del banco. Cuando la chica termina de quitarse el mono, Kevin sujeta la mano de Charlotte para que maneje el volante del vehículo; mientras, él se deshace del mono, y pisa los pedales al mismo tiempo.
Charlotte ve un destello por el espejo, cuando termina de mirar, dice:
—Date prisa, nos persigue la policía.
Sin decir nada, después de escucharla mira por el retrovisor; los destellos azules y rojos son tan visibles que le hacen pisar el acelerador con mucha más fuerza. El coche patrulla acelera su marcha y enciende el sonido de la sirena para que paren. Omitiendo cualquier clase de señal, Kevin sigue conduciendo, dándose a la fuga. El coche patrulla no deja de perseguirle por las calles. Charlotte se pone tan nerviosa que empieza a decir:
—¡Acelera! ¡Ve más rápido!, nos van a coger—. Mientras va pasando su menuda pierna por encima de la de él, para acelerar ella misma.
El chico se da cuenta de que ha perdido el control del coche y sin darle tiempo de quitar la pierna de Charlotte a un lado, grita:
—¿Qué haces?, cuidado nos vamos a…