Capítulo 3: La misión

985 Words
En cuanto estuvo fuera del palacio y sus límites, Violeta comenzó a tomar el camino hacia donde se celebraba la fiesta. Había memorizado el mapa porque no quería caminar con ese pedazo de papel. ¿Y si alguien la pillaba? ¿Cómo explicaría el mapa? Tenía que fingir que formaba parte de la Manada Mahina. No debería ser muy difícil. No se esperaba que nadie del palacio hiciera algo tan estúpido. No tenían ninguna razón para salir de esa vida segura y cómoda para arriesgarse en el exterior. Y mientras Violeta se acercaba al lugar al que tenía que ir, pudo ver a algunas personas en la calle, caminando libremente, felices, como si no tuvieran una vida miserable. ¿No era eso lo que Violeta siempre escuchaba? Siempre le habían dicho que los lobos de fuera de la Manada Diamante vivían una vida miserable que ella nunca querría para sí misma. Pero, para ser la primera impresión, no parecía tan mala. Sacudió la cabeza tratando de concentrarse en lo que tenía que hacer. Y unos minutos más tarde, se vio a sí misma frente a una puerta gigante. La fiesta era en una mansión. Una de las más hermosas que había visto. Y eso que vivía en un palacio. El patio delantero estaba lleno de gente bebiendo y hablando. Un par de guardias estaban de pie frente a la puerta, con un aspecto muy amable, pero profesional al mismo tiempo. Ahí estaba. Su primer obstáculo. Violeta se acercó a ellos con una gran sonrisa en la cara, tratando de poner un pie delante del otro sin mostrar lo mucho que estaba temblando. —Buenas noches, señorita —saludó uno de los guardias. —Buenas noches —respondió ella, fingiendo el peor acento norteño que había escuchado en su vida. Pero si los guardias se dieron cuenta, no lo demostraron. Tal vez pensaron que podía ser descortés hacer eso. —¿De dónde viene, señorita? —preguntó el otro hombre. —Oh, lo siento. Soy de la Manada Mahina. Me perdí de las chicas cuando nos acercamos a la ciudad, así que tardé en llegar. Los guardias se miraron entre sí y ese pequeño movimiento casi hizo que Violeta se desmayara. ¿Sabían que estaba mintiendo? Por supuesto que lo sabían. Ella no parecía ni sonaba del Norte en absoluto. ¿Qué iba a hacer? El primer guardia la miró de nuevo y mostró una gran sonrisa. —En realidad, no se ha tardado tanto. Han llegado hace unos minutos. Violeta agrandó los ojos. —¿De verdad? Bueno, supongo que entonces no soy tan mala para encontrar el camino correcto —comentó sonriendo y le abrieron la puerta para que pasara. —¡Bienvenida y que se divierta! —dijeron y ella cruzó el portón tratando de mantener el suspiro de alivio en su interior. Violeta no sabía cuál era el motivo exacto de aquella fiesta, así que necesitaba hablar con algunas personas para ser más consciente de dónde se estaba metiendo. Una cosa buena de vivir en un palacio era que había aprendido a comportarse en muchos eventos sociales. Era muy buena para entablar conversaciones triviales y fingir que se divertía escuchando alguna conversación aburrida. Analizó el lugar. ¿Cómo iba a encontrar a la persona que tenía que encontrar ahí? Ni siquiera sabía qué aspecto tenía. Cuando entró en la casa, tardó en acostumbrarse a la vista. Era simplemente enorme. No era más grande que el palacio en el que vivía, pero era igual de cómoda y lujosa. Vio a algunos sirvientes ofreciendo bebidas a los invitados y mucha gente parecía estar ya borracha. Violeta se apoyó en una pared de la esquina y trató de escuchar a un grupo de mujeres que hablaban animadamente y en voz alta. Tomó una copa de champaña para encajar y no llamar demasiado la atención. —¿Puedes creer que Jack haya decidido celebrar su cumpleaños este año? Quiero decir... A él no le gustan mucho las fiestas, así que esto no se parece en nada a él —gritó una de las mujeres, intentando que se le oyera por encima de la música a todo volumen. A Violeta casi se le rompía la columna al escucharlas. Otra mujer encogió los hombros y puso los ojos en blanco antes de contestar. —Bueno, a Jack siempre le gustó complacer a todo el mundo. Puede que no sea un amante de las fiestas, pero sabe que a veces su manada necesita un poco de diversión. —Sí, tiene sentido. Como líder, siempre ha hecho todo lo posible para que todos se sientan incluidos y para darnos lo mejor que pueda. No es tan fácil liderar a un grupo de personas y encontrar una manera de luchar contra este estúpido gobierno al mismo tiempo. Violeta frunció el ceño ante esa frase. ¿A qué se refería? Pero no tenía tiempo para eso. No podía distraerse con cosas triviales. Tenía que encontrar a su objetivo. Tenía una misión que cumplir. Solo que iba a ser más difícil de lo que imaginaba. En primer lugar, ella no sabía cómo era él. En segundo lugar, la mansión estaba llena de gente y ni siquiera podía pensar por dónde empezar. En tercer lugar, y aún más importante, ¿cómo iba a hacer lo que tenía que hacer con tanta gente ahí? De seguro la iban a atrapar. Violeta empezó a dar vueltas por la casa para explorar las posibilidades de escapar de aquel lugar sin ser detenida. También tenía que pensar en cómo llegaría a los límites del palacio sin que nadie la siguiera. ¿Cómo diablos pensaba alguien que esa misión podría tener éxito? Arden debía de estar alucinando para sugerir que podía hacer algo así. ¿Cómo iba a matar a Jack Morde en su propia casa, en su fiesta de cumpleaños, con todos los miembros de su manada presentes?
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