Después de despertar transpirada por el calor que me provocaba el cuerpo de Stephen sobre el mío y discutir un rato a causa de su actitud posesa cada vez que debo irme, logre convencerlo de volver a casa a cambiarme para ir a trabajar. Según él ya no había necesidad de ocultarle nada a mi padre, cosa que me sorprendió bastante. El Vittorio Romanov que yo conocía de toda la vida no reaccionaría de esa manera, más bien, estaría dándome varios sermones sobre cómo estoy arruinando mi propio futuro y el legado familiar con mis actitudes caprichosas y egoístas. Por un lado era mejor, no quería tenerlo pisándome los talones y mucho menos tener que darle explicaciones por una relación que no iba a ningún lado. Porque si había algo que tenía claro, era que lo que había con Stephen tenía fecha de