Conocí a Vittorio Romanov en un congreso de inversores en España al cual Lucka no había podido asistir. Desde el primer momento me había agradado; era un hombre cálido, inteligente e imponente, con gran proyección hacia el futuro e ideas bastante modernas e innovadoras. Su esposa, en cambio, destilaba manipulación y frialdad. Cada palabra que emitía era con un fin, ocultándose bajo esa fachada de esposa florero rubia y sin cerebro. No actuaba por impulsos, todo estaba tácticamente pensado. Encontrarla acomodándose el carísimo vestido mientras quien fue mi amigo abrochaba el cinturón de su pantalón me sorprendió bastante. No era digno de su astucia. Jessica se encontraba ida, podía ver los engranajes de su cabeza trabajar sin cesar para acreditar lo que sucedía. —No, esto no está p