Capítulo 12: La cita (2/2)

1110 Words
La conversación con Leonardo había vuelto a ablandar su corazón, Isabella quería volver a yacer con Leonardo y estaba convencida de que el también. Ella sonrió, acariciando suavemente su mejilla. "Y yo prometo que estaré a tu lado, Leonardo, pase lo que pase." Se miraron a los ojos durante unos segundos, dejando que sus cuellos fueran cediendo poco a poco hasta que se fundieron en un apasionado beso. La pasión fue en aumento, y poco a poco sus manos fueron buscando sus cuerpos moviéndose rítmicamente. Isabella se sorprendió diciendo a Leonardo “¿Es que no vas a enseñarme tu cuarto?” A lo que el respondió en un suspiro “Pensé que nunca me lo pedirías”. Leonardo se levanto de pronto y tomó a Isabella entre sus poderosos brazos, avanzó por la escalinata de piedra del centro de su casa y entro en un enorme dormitorio, amueblado con muebles de caoba y decorado con un gusto exquisito. Leonardo dejo a Isabella junto a la cama, sólo para volver a besarla con pasión. Isabella estaba deseando demostrarle a Leonardo cuanto significaba para ella que se hubiera abierto de ese modo. Así que cuando se separó del beso, le cogió con suavidad por la corbata y lo hizo sentarse en el borde de la cama. Luego ella se sentó delicadamente sobre su regazo, en el que ya se empezaba a notar una incipiente erección y le susurro “desabróchame la cremallera del vestido”. Leonardo obedeció, dejando a la vista la espalda de Isabella. Esta se levantó pausadamente, haciendo que su trasero rozara conscientemente la entrepierna de Leonardo. Luego se giró lentamente y dejó caer delicadamente su vestido verde al suelo mientras Leonardo la miraba con devoción. El vestido dejó al caer a la vista un juego de lencería también verde, compuesto de un sujetador de encaje con transparencias y un minúsculo tanga de seda. Leonardo se encontraba mitad paralizado, mitad fascinado por el espectáculo que se desplegaba ante sí. Isabella aprovecho esa inacción para besarlo con dedicación mientras se deshacía de su ropa. Así fue retirando la corbata, su corbata, la chaqueta y le desabotonó la camisa sin dejar de besarlo. Luego se arrodilló frente a él para quitarle los pantalones con un mínimo gesto de Leonardo. Sus boxers ya eran incapaces de disimular la excitación que sentía. Isabella no le iba a hacer esperar más. Tiró hacía debajo de su sopa interior para dejar a la vista su enorme m*****o inhiesto. Isabella no iba a hacerle rogar por lo siguiente, sin previo aviso se metió su sexo en la boca con tanta ansia que tuvo que disimular una arcada. Isabella se sentía muy excitada, y notaba como con ese pene tan grande dentro de la boca, la saliva se le resbalaba fuera de las comisuras, pero no podía más que mover su cabeza arriba y abajo mientras trataba de hacer cosquillas con su lengua. De pronto, Leorando, que en su éxtasis había tenido que dejar caer su espalda sobre la cama, le acarició la cara a Isabella y le dijo en tono preocupado. “Isabella, para! Si sigues así no voy a poder contenerme”. A lo que ella respondió levantando la cabeza y contestando de forma pícara “Pues, no lo hagas, vamos hasta el final”. Leonardo se volvió a dejar caer hacia atrás, rendido al placer que le proporcionaba Isabella mientras ella aumentaba el ritmo de sus cabezadas. La explosión no tardó en llegar, el cuerpo de Leonardo se contrajo ligeramente y su sexo comenzó a palpitar. Isabella se quedó quieta y apretó bien los labios, no quería que se derramara ni una gota. Y de pronto, ocurrió, la boca de Isabella se llenó del orgasmo de Leonardo, caliente y denso. Ella consciente de que Leonardo la miraba se lo tragó todo, relamiéndose. E incluso le dio un par de lametones en su sensible m*****o, deleitándose. Cuando Leonardo se hubo recuperado le dijo a Isabella en un tono sensual “¿de verdad crees que voy a dejarte así? Ven aquí” Le dio un sensual beso mientras le quitaba el tanga y luego la guio hasta que estuvo de rodillas en la cama con la cabeza de Leonardo debajo de ella. Leonardo la sujetó de la cadera y acerco su sexo a su boca para poder comenzar a lamerla con dedicación. Isabella nunca había practicado esa postura y al principio le resulto un poco incómoda, pero a medida que Leonardo la iba deleitando con semejantes lametones ella se iba relajando e iba disfrutando más y más. La tensión seguía en aumento, y Leonardo cogió a Isabella con fuerza por las nalgas para poder entrar más dentro de ella con su lengua. Eso comenzó a ser demasiado para Isabella, que notaba como ondas de placer iban naciendo de su bajo vientre, extendiéndose por todo su cuerpo. Su tensión iba creciendo, como la de una cuerda que tensas esperando que se rompa en algún momento. Y así ocurrió, Isabella notó como los músculos de su cadera se tensaban, mientras Leonardo no dejaba de lamer y su cadera se retorcía. El orgasmo la sacudió de arriba abajo, dejándola tan exhausta que se dejo caer sobre la cama. Leonardo se levantó y comenzó a acariciarla, chequeando que se encontraba bien. Isabella pudo ver que su m*****o volvía a estar henchido y listo para la acción y no dudó. Se colocó boca arriba, abrió sus piernas ligeramente y le dijo a leonardo “hazme tuya”. El tampoco se hizo de rogar, se colocó de rodillas delante de ella y con cuidado fue introduciendo su gran m*****o dentro de Isabella. Con lo lubricada que se encontraba ella no le costo llegar al fondo, momento en el que Isabella dejó escapar un gemido. Isabella estaba demasiado agotada como para moverse demasiado, pero Leonardo era un amante habilidoso y unas pocas embestidas tenía de nuevo a Isabella completamente excitada. Isabella también notaba que Leonardo lo estaba, así que le dijo “no te contengas, quiero irme contigo”. Leonardo incrementó el ritmo de su movimiento, más rápido, más rápido, hasta que por fin, el mundo se detuvo, una descarga eléctrica los recorrió a ambos, que gritaron de puro placer mientras sus cuerpos se retorcían y se afanaban en disfrutar de tan intenso orgasmo. Eso fue lo último que ambos recordaron de esa noche porque, inmediatamente los dos se quedaron dormidos exhaustos. Mientras las primeras luces del amanecer comenzaban a filtrarse por las ventanas, Isabella se despidió de Leonardo, dejando su casa con la sensación de que, finalmente, las piezas de su vida empezaban a encajar.
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