Capítulo 4: La cena de bienvenida

1177 Words
La semana de la moda se aproximaba con una velocidad implacable, y la atmósfera en Rossi Fashion se impregnaba de una mezcla de excitación y tensión palpable. Isabella estaba inmersa en su trabajo, cada vez más absorbida por la creación de su colección inspirada en la naturaleza. Los días pasaban como un torbellino de bocetos, telas y decisiones cruciales. A medida que el proyecto avanzaba, Isabella se sentía más conectada con su visión, su pasión alimentada por la libertad creativa que Leonardo le había concedido. Pero con cada paso adelante, la presión aumentaba, como una sombra que se alargaba con el tiempo. Leonardo observaba su progreso desde la distancia, sus visitas a la sala de diseño se habían vuelto más frecuentes. Con cada revisión, su rostro permanecía inmutable, pero sus palabras eran alentadoras. “Sigue explorando, Isabella”, le decía, y esas palabras se convertían en el combustible que ella necesitaba para seguir adelante. Era como si él viera algo en su trabajo que ella aún no había descubierto por completo, y eso la impulsaba a ir más allá de lo que había imaginado posible. Una tarde, mientras Isabella revisaba por enésima vez los detalles de un diseño, Olivia entró en su despacho con una invitación elegante en la mano. "Leonardo te invita a una cena en su residencia esta noche. Será un evento íntimo, solo el equipo principal y algunos de los diseñadores más destacados". Isabella tomó la tarjeta, sus dedos rozando el papel fino, casi con reverencia. Sabía que esta invitación era más que una simple cena; era un rito de iniciación, una señal de que había sido aceptada en los círculos más exclusivos de Rossi Fashion. Pero al mismo tiempo, la idea de estar rodeada de personas tan importantes y experimentadas la hacía sentir una leve punzada de ansiedad. Horas más tarde, Isabella llegó a la residencia de Leonardo, una mansión majestuosa escondida entre jardines perfectamente cuidados. El edificio, con su arquitectura clásica y detalles modernos, reflejaba la misma sofisticación que Rossi Fashion. Al cruzar el umbral, fue recibida por la cálida luz de las lámparas de araña y el suave murmullo de conversaciones animadas que flotaban en el aire. Leonardo la esperaba al pie de una gran escalera, su figura imponente irradiaba la misma confianza serena que la había cautivado desde el primer día. "Isabella, bienvenida", dijo Leonardo, extendiendo la mano. Su voz era tan suave como siempre, pero sus palabras estaban cargadas de una cálida sinceridad. "Estamos muy contentos de tenerte aquí". El salón principal estaba lleno de caras conocidas y nuevas. Los principales directivos de la empresa, junto con algunos de los diseñadores más célebres del mundo de la moda, conversaban en pequeños grupos mientras camareros impecablemente vestidos ofrecían copas de vino y aperitivos delicados. Isabella se sintió un poco abrumada, como si estuviera entrando en un mundo que aún no terminaba de comprender del todo. Sin embargo, la manera en que Leonardo la presentó, con una confianza que parecía contagiarse, logró que sus nervios se disiparan poco a poco. Durante la cena, que tuvo lugar en un comedor decorado con gusto exquisito, Isabella se sentó junto a algunos de sus nuevos colegas. Las paredes estaban adornadas con obras de arte contemporáneo que parecían cambiar con la luz de las velas, añadiendo una sensación de calidez y misterio al ambiente. La comida, un despliegue de sabores cuidadosamente seleccionados, era casi tan inspiradora como las conversaciones que la rodeaban. Isabella escuchó atentamente a los demás, absorbiendo cada detalle de sus historias, sus experiencias en la industria, y sus perspectivas sobre el futuro de la moda. Sin embargo, la barrera que a veces sentía entre ella y ellos se fue desvaneciendo cuando comenzó a hablar de su propia inspiración. Habló de la naturaleza, de cómo los colores, las texturas y las formas la habían fascinado desde niña, y cómo había soñado con capturar esa belleza en sus diseños. Fue entonces cuando conoció a Sofía, una joven diseñadora que se sentó frente a ella. Sofía tenía una sonrisa cálida y un aire de complicidad que inmediatamente puso a Isabella a gusto. Al hablar, descubrieron que compartían una pasión profunda por los colores vibrantes y las formas orgánicas de la naturaleza. La conversación entre ellas fluyó de manera natural, como si se hubieran conocido durante años. Isabella sintió un alivio al darse cuenta de que no estaba sola en sus inquietudes y sueños; había encontrado un alma gemela en este competitivo mundo de la moda. A medida que la noche avanzaba, las formalidades iniciales dieron paso a un ambiente más relajado. Isabella se sorprendió al encontrar en sus colegas no solo expertos talentosos, sino personas con un agudo sentido del humor y una calidez inesperada. Compartieron anécdotas divertidas sobre desfiles pasados, errores que se convirtieron en éxitos y los momentos de pánico que inevitablemente acompañaban a la Semana de la Moda. A medida que las risas llenaban la sala, Isabella sintió cómo el peso de la presión se desvanecía un poco más. Después de la cena, Leonardo invitó a todos a trasladarse al jardín. El espacio estaba iluminado por una luz suave y cálida, que hacía que el jardín pareciera un rincón encantado. Una pequeña orquesta tocaba música clásica, creando una atmósfera que parecía fuera del tiempo. Isabella, sintiendo la brisa fresca de la noche en su piel, se relajó en un sofá junto a Leonardo, quien observaba a sus invitados con una expresión de serena satisfacción. "Isabella", comenzó Leonardo, rompiendo el silencio que había caído entre ellos, "quiero que sepas lo orgulloso que estoy de ti. Estás haciendo un trabajo excepcional, y no podría estar más satisfecho con lo que has logrado hasta ahora". Isabella sintió cómo el calor subía a sus mejillas, un rubor de agradecimiento y humildad. "Gracias, señor Rossi", respondió, su voz suave. "No podría haberlo hecho sin su apoyo". Leonardo la miró directamente a los ojos, y en ese instante, Isabella sintió que algo cambió. La barrera invisible que existía entre jefe y subordinada se desvaneció, dejando en su lugar una conexión más profunda, una que iba más allá del trabajo. "Llámame Leonardo", dijo con una sonrisa. "Y no te preocupes, Isabella. Siempre estaré aquí para ayudarte". En ese momento, bajo el cielo estrellado, Isabella comprendió que Leonardo era más que un mentor o un jefe. Era alguien en quien podía confiar, un guía en este nuevo y desafiante mundo. La conexión que sintió con él fue casi tangible, como si compartieran un entendimiento mutuo sobre el arte y la vida. La noche continuó entre risas, conversaciones profundas y brindis que celebraban no solo el trabajo bien hecho, sino también la camaradería que se había forjado. Isabella se dio cuenta de que esta velada no era solo una bienvenida, sino un punto de inflexión en su vida. Al observar las estrellas que brillaban sobre ellos, supo que su futuro en Rossi Fashion estaba lleno de promesas. Lo que antes había sido una simple oportunidad profesional, ahora era una aventura en la que estaba dispuesta a invertir todo su ser.
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