Prólogo
Querido Lúcian:
No sabes cuánto he pensado en este momento, las veces que e dejado de comer y de dormir al recordar que esta fecha tenía que llegar; lamento no poder estar aquí para entregartela yo misma, pero en lo más profundo de mi corazón siento que si te veo esta noche no voy a poder partir
A decir verdad, son tantas las cosas que he querido decirte desde el primer momento en que cruzamos miradas aquel viernes 7 de mayo, ahora siento que fue ayer cuando llegastes a la Mansión Spencer a poner mi vida de cabezas…
Hoy, ya se hacen tres años desde aquella tarde en Cirex, al igual que hoy, estaba lloviendo a cántaros con la diferencia de que aquella tarde no sentía el frío tan agobiante y denso…
Aunque no lo creas, son muchas las cosas qué aun mantengo tan vivo en mi memoria, tu traje… Tus ojos, tu perfume, tus palabras, la forma en que me hablastes, tu extraña sonrisa, y tus manos…
Si, tus manos, eran las tuyas qué me hacían temblar y qué con tan solo un tacto, estremecías mi mente junto a mi estómago, no se que clase de sentimientos tenía en ese entonces, pero lo que sí sé ahora, es que no es el mismo del que siento ahora
Durante estos tres años me enseñaste a darme cuenta que la vida por más oscura qué esté siempre logramos tener un poquito de paz al lado de la persona correcta, me enseñaste qué el lugar seguro del qué los mayores hablan no es un lugar, es una persona y yo… ya la encontré.
Y quiero pedirte disculpas por haberlo escogido a él…
Si, llegastes a salvarme, llegastes a darme vida, espacio, paciencia, pero amor… El amor lo conseguí gracias a él, durante todo este tiempo fuistes él perfecto ejemplos de cómo no quería mi vida…
Me enseñaste qué a tu lado podía sentir la cálida brisa de las mañanas, que los días pueden ser coloridos, y que un príncipe si puede enamorarse de una plebeya, pero de noche me enseñaste que todo tiene un precio, qué las paredes son frías y que las palabras pueden matar a espadas. Esas fueron las noches en las que necesité de ese salvador qué un día me sacó de la guarida del león qué sin querer me terminó encerrando en mi propia realidad.
Te amé, si, y te sigo amando, creo que por eso me odio tanto, saber que mi corazón es completamente tuyo pero mi cuerpo ya se a ido con otro…
Cada noche contigo se ha convertido en un trago que al probarlo es tan dulce pero al digerirlo se convierte amargo; supongo que así lo ha querido el destino, encontrarnos en nuestros caminos pero que en un determinado tiempo debían separarse.
Todo este tiempo creí que el amor debía ser así, pero él me enseñó qué el amor puede ser mejor, y aunque lo quiera sé que con el tiempo aprenderé a amarlo con todo mi ser.
Si tan solo pudiera retrocer a ese viernes siete de mayo, haría tantas cosas para que hoy, sea yo la que esté sentada a tu lado en este instante; sin embargo, hoy cumplimos nuestro trato de separarnos y tomar cada uno su propio camino.
Ahora entiendo la delgada línea de querer decir tanto y no poder decir nada, es tan delgada…
Si es posible de algún día volvernos a encontrar espero que ambos hallamos encontrados aquello que tanto necesitamos, quisiera volver a mirar esos ojos color cafés y darte un último abrazo, espero verte feliz y completo.
Lúcian de Romanio, Te amo y te seguiré amando hasta que un día mi corazón así lo quiera…
Att: Kamari.