Un poco más de dos meses después: 24 de septiembre
Hoy hace exactamente 77 días que llevo esta alianza en mi dedo anular, pero su significado es nulo. Ante los ojos de nuestras familias, amigos, y la prensa; nuestra boda fue perfecta, y nuestro matrimonio es como un cuento de hadas. Lo que nadie sabe es el infierno que verdaderamente estoy viviendo desde aquel 8 de julio.
Es un día más de esos donde él llega a nuestra nueva casa y cierra dando un portazo para irse directamente a su habitación; es exactamente eso lo que lleva haciendo durante todas estas semanas cada vez que regresaba entre un viaje y otro de sus negocios. Sé que hoy comienza el verdadero infierno, hoy ha dado por concluido sus viajes hasta el mes de diciembre y las horas de convivencia que nos esperan son muy largas, si es que a esto se le puede llamar convivencia; claro está.
Observo a mi alrededor y tan solo puedo alentarme a seguir adelante por ellos dos. Los nombres de Cora y Valentín escritos en letras de madera sobre las paredes donde están cada una de sus cunas son lo único que me mantiene aquí soportando cada uno de los desprecios de su padre. Cada insulto, cada reclamo, cada vez que me ha pedido que me callase es una herida que no cicatrizará fácilmente. Lejos ha quedado aquel Gael que me dio el anillo de compromiso que está justamente detrás de la alianza que colocó el día de nuestra farsa.
Me levanto del sofá con la dificultad que causa mi embarazo de 21 semanas, y salgo de mi refugio para ir hacia la cocina y prepararme un té. Desde aquel amanecer donde me di cuenta que Pedro había abusado de mí, no he vuelto a ser la misma. Prácticamente no salgo de esta casa que se ha convertido en una especie de jaula dorada para mí. No quiero ver a nadie más que a Ana y tan solo por cuestiones laborales, ya que mis nervios son una trampa constante para mi embarazo. He perdido la cuenta de cuántas veces he terminado internado en estas semanas, pero a él solo le importa cómo están sus hijos. Nunca le ha preguntado al doctor porque estoy así, y mucho menos ha querido escucharme para que le explicara lo poco que recuerdo que sucedió aquella noche.
La cocina de esta casa de dos pisos es enorme, me siento perdida en ella y sobre todo sola, muy sola. Busco una taza dentro del mueble, y una fuerte patada de uno de mis hijos me hace detenerme en seco y acariciar mi ya enorme barriga.
—¿Te sientes mal?— Lo escucho preguntarme y al darme la vuelta lo veo con su jean desgastado y camiseta blanca ajustada. No lleva zapatos y sus ojeras le delatan las noches de mal dormir que ha tenido.
—No, estoy bien. Solo me han pateado. — Explico y vuelvo a darme la vuelta para seguir con mi tarea. Busco el saquito de té, pongo el agua a hervir; cuando repentinamente él está a mi lado y su intención es clara. –No te atrevas. — Le advierto cuando intenta acariciar mi barriga.
—Son mis hijos, tengo derecho. — Responde firme y a pesar de mi negativa; él me toca haciendo que de inmediato yo sienta rechazo por su roce.
—¡No me toques!— Reitero gritando, y me hago para atrás para luego simplemente irme de la cocina a toda prisa hasta mi habitación.
No soporto su cercanía ni la de ningún hombre, pero claro, él no lo sabe porque nunca ha querido escucharme.
Me siento en el borde de mi cama e intento tranquilizarme, pero es verlo abrir la puerta y entrar a la habitación, y sentir todo ese miedo que me persigue desde aquel día. –Odio que te pongas en ese papel de víctima.— Habla con ira.
—¡No quiero que me toques! ¡¿Es tan difícil de comprender?!— Le reclamo.
—Llevas jugando esa carta desde que te vi con él, ¿acaso crees que soy imbécil o qué?— Me cuestiona.
—Tu sabrás si eres un imbécil o no, pero a mí no me tocas.— Advierto.
—¿Por qué no se lo has dicho a él? ¿eh? — Me pregunta ya frente a mí y sujetándome de los brazos.
—¡Que me sueltes!— Insisto y forcejeó con él hasta que finalmente lo hace y se me queda mirando.
—Jamás debí dejarte embarazada, eres el peor error que he cometido en mi vida.— Sentencia y se da la media vuelta para salir de mi habitación dejándome nuevamente una herida más.
¿Hasta cuándo esta pesadilla? ¿Cuánto tiempo más podré resistir así?