Capítulo 1

642 Words
Capítulo 1 El sonido de las armas automáticas se mezcla con el llamado a orar. El adhan de antes del amanecer, transmitido por los altavoces colocados alrededor de la ciudad, comienza y termina con el tiroteo. Quito mis sabanas y me escabullo a través del estrecho espacio que separa mi cama de la de mi hermana pequeña. — ¡Nasirah! —la sacudo. —¡Despierta! Mi hermana pequeña murmura, con un delgado libro rojo aún reposando en su pecho. Delgadas y grises franjas de luz fluyen a través de las tablas que cubren las ventanas para revelar su título: Lozen: Una Princesa De Las Llanuras. — ¡Nasirah! —sigo sacudiéndola, frenéticamente. El tiroteo se escucha más cerca. Nasirah abre los ojos. —¿Eisa? —dice sonriendo—. ¿Es hora de rezar? —Sí. La llevo, arrastrándola amistosamente, hasta el espacio entre nuestras camas. El ladrillo nos protegerá de las balas, pero la ventana es vulnerable. Miro hacia arriba, a uno de los pequeños agujeros negros en el yeso. El mismo que hizo un agujero en la tela de mi hijab. Gritos estallan fuera de nuestra ventana, junto al rugir de muchos motores. El adhan de antes del amanecer sirve como un lamentable y surrealista telón de fondo al estallido de la pólvora y de los gritos que unos hombres lanzan al morir. Nasirah desliza el libro debajo de su colchón. Le ajusto su hijab. En mí, el reflejo de cubrir mi pecho es instintivo, pero Nasirah sólo tiene nueve años. Ella no entiende que el hijab la mantiene a salvo. Busco a tientas mi rosario de oración en la mesita de noche, hecho de trozos de tectita negra que cayó de los cielos, encordados en un tasbih de treinta y tres cuentas pequeñas, un gran cordón que los conecta y tres discos plateados con grabados de aves. Detrás de mi rosario se encuentra una fotografía de mí, Nasirah y nuestro hermano de la época anterior a la aparición de los Ghuraba. Parece un sueño, yo con mi precioso vestido de fiesta rosado, los rizos dorados de Nasirah, Adnan sonriendo y Mamá con su hijab de flores y su bata de médico blanca, recibiendo un premio por su contribución a la salud pública. Papá se interpone entre nosotros, con los brazos estirados para abarcarnos a todos, vestido con un despampanante traje azul, el cual luce cinco estrellas doradas. Un tiroteo prolongado irrumpe fuera de nuestra ventana. ¡Crash! Una bala vuela a través de las tablas y nos cubre con vidrio roto. —¡Eisa! —grita Nasirah. Empujo su cabeza hacia el suelo. —¡Ora! Me aferro a mi tasbih, rezando con toda mi fuerza mientras el llamado a las oraciones continúa. Lo veo a Él con fervor, de pie entre nosotros y la ventana. —Oh, Alá, Te pedimos que los contengas tomándolos por su cuello y buscamos refugio en Ti de su mal... Nasirah se aferra a mí, mientras recito la dua para nuestra protección. Nos estremecemos cuando las voces se detienen justo afuera de nuestra ventana. El tiroteo se paraliza justo cuando la llamada a la oración matutina cesa de recitar. Unos hombres gritan. Una voz, escalofriante y ominosa, habla. Una voz que he escuchado un millón de veces, en la radio y en la televisión. En mis pesadillas... Sé lo que viene, pero sigo llorando cuando un hombre comienza a gritar. Sigue sin parar, elevándose y cayendo como la llamada a la oración de antes del amanecer. Finalmente, muere en un deprimente balbuceo. Y luego, un silencio inunda el ambiente... Pongo una mano sobre la boca de Nasirah para que no llore. No quiero ninguna razón para llamar su atención. Los Ghuraba se ríen mientras se meten en sus camiones y se van. Lágrimas caen por las mejillas de Nasirah. —¿Crees que lo mataron? Me levanto y echo un vistazo a través de las tablillas de la ventana mientras el sol termina de levantarse sobre la Ciudad del Califato. —No —miento. No le digo nada sobre la sangre que ensucia la nieve.
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