Diana estaba triste, no podía evitar sentirse mal al ver a Iván haciendo sus maletas, se alejó del umbral de la puerta y se sentó en la cama, mientras su marido y muy próximamente exesposo, metía la ropa sin importarle que pudiera arrugarse. Inconscientemente comenzó a sacar la ropa para doblarla. Trabajaron un rato así, en armonía, pero sin hablar, hasta que ya no hubo más ropa que guardar porque, cada vez que Iván se iba de la casa, se había llevado una parte y cuando regresaba, solo regresaba con lo indispensable. Cuando ambos notaron este hecho tan curioso, de alguna manera comprendieron que era la separación definitiva. La cual se fue gestando poco a poco hasta que llegaron a ese punto en el cual se encontraban ahora. Iván tomo las dos maletas ya cerradas y las retiro de la cama. De