Capítulo 3: El pueblo.

1226 Words
Cuando entramos al pueblo puedo sentir mi rostro y cabello llenos de polvo. —¿Era necesario levantar tanta tierra? —inquiero en tono serio. —Solo disfruta el camino, princesa. Aprieto los dientes ante sus palabras. Entramos al pueblo y aprovecho para darle un vistazo. Lo primero que se encuentra es la iglesia, en frente de esta hay una estación de gasolina, una tienda de equipo deportivo, no muy lejos puede verse una escuela y en frente un enorme campo de futbol americano. Me sorprendo al encontrar un centro social de recreación, una carpintería y herrería. «Todo es tan… pequeño.» —Deberías ver tu cara ahora mismo —escucho que Luke dice junto a mí. —Solo estoy algo asombrada —, confieso en tono seco. Pasamos frente a un centro médico que está junto a un parque, antes de estacionar fuera de un bar. No muy lejos está una estación de policías. «Qué conveniente, el camino a las celdas desde el bar no es muy lejos.» —Venga princesa. Ignoro el apelativo que ya está comenzando a cansarme. —¿Qué hacemos en el bar? —lo miro con inquietud. —La tienda de comestibles y el bar pertenecen a Bernardo, así que es indiferente donde estacionemos —comenta como si nada poniéndose su sombrero. —¿En serio? Asiente con solemnidad. —En este pueblo solo encontrarás dos tiendas de comestibles y las verduras más frescas puedes obtenerlas los fines de semana en el mercado de agricultores. —Y, ¿dónde se arreglan las mujeres de este pueblo? —inquiero bajando del Jeep sintiendo como las miradas de todos los que están en la calle se posan en mí. Me remuevo incómoda, si bien estoy acostumbrada a que me miren, no me siento ahora mismo feliz dado mi aspecto. —Las mujeres de este pueblo tienen cosas más importantes que ir a la peluquería, pero cuando eso sucede se reúnen en la casa de alguna. Lo miro con horror. ¿Dónde me haré las uñas? ¿El retoque de mis raíces? Ay, me da. Por Balenciaga que me da algo. «Voy a parecer Kim Kardashian con raíces oscuras.» —¿Qué te pasa? ¿Estás bien? —Luke se acerca y me mira con el ceño fruncido. —Pasa que vine a parar a este remoto lugar lleno de… ¡Nada! —Entonces, ¿qué carajos haces aquí si te parece una mierda? —¿Tienes que decir esas malas palabras tan desagradables? Echa la cabeza hacia atrás como si no creyera lo que digo. —Cuántos años tienes, ¿seis? —Lo miro mal —ahora, si quieres el alimento para tu perra, camina al interior, si no es así, puedes irte caminando de regreso. No tengo tiempo que perder. Sus palabras son duras. —Si me dejas, voy a quejarme con tu jefe. No responde, solo lanza una carcajada ligera antes de darse media vuelta y avanzar como si nada. El calor me está pasando una mala jugada y siento como el sudor corre por mi espalda. Sigo a la bestia, alias Luke. «Sí, así lo quiero decir. Porque esa bestia no puede tener nombre.» Entramos a la tienda de comestible y respiro aliviada cuando el aire acondicionado me refresca un poco. Dejo que Luke se aleje hasta donde hay un hombre detrás del mostrador y habla con él. Me acerco despacio mientras miro alrededor. —Tengo una comida para perros pequeños, se la vendo a los Rouse, dicen que es especial para perros pequeños, ya que tiene la proteína y enzimas para el animal —, se encoge de hombros como si no entendiera de que se trata. —Llevaremos de esa. Luke saca su billetera, pero me adelanto posando mi mano sobre la del. Él mira la misma y la quito como si quemara. Me aclaro la garganta. —No es necesario que lo pagues, yo puedo hacerlo —. Saco mi propio dinero. Ve mi firmeza y guarda el dinero en su billetera. —Gracias —susurro. —Así que puedes ser amable —espeta en tono sarcástico. Parpadeo, algo sorprendida. —Y tú no puedes dejar de ser un idiota —miro al frente cuando un hombre alto y fornido pone sobre el mostrador el alimento y Chanel olfatea. —¿Otra cosa, teniente? Él niega. —No, gracias, Bernardo. ¿Teniente? Puede ver mi duda porque niega y pasa a mi lado llevando la comida de Chanel. Dejo que se adelante y me inclino para susurrarle al hombre de la tienda. —¿Por casualidad no vende agua embotellada de la marca Veen? —Agua, ¡¿qué?! —responde bajando su tono hasta terminar con un pitido. Resoplo y puedo echarme a llorar. —Agua Veen —abro los ojos con gesto de pregunta —agua de manantial de Finlandia. —Solo tenemos agua de marca nacional y de la llave. Hago una mueca de desagrado. —Princesa, muévete. —Gracias—, me alejo, pero recuerdo algo y me detengo —. Por cierto, ¿puedo saber por qué le llamó teniente? —Señalo a Luke. —Luke es un hombre muy respetado en el pueblo —anuncia —sirvió a nuestro país y durante su tiempo como SEAL ostentó el rango de teniente, además de ser el dueño… —¡Princesa! Me voy y tendrás que irte caminando. —Insufrible —susurro al hombre que me da una sonrisa apenada—. Gracias por todo Berni. Me alejo, no sin antes ver su cara de sorpresa. Salgo de la tienda solo para sentir de nuevo el calor infernal del pueblo. Miro a los lados y me encuentro a Luke hablando con un hombre. Este es alto y musculoso, pero no exagerado. Su cabello es rubio en un tono dorado, me acerco mientras charla, lleva vaqueros, una camiseta azul y encima de ella una camisa de cuadros abierta, botas vaqueras y juega con su sombrero mientras ríe. Cuando mira por encima del hombro de Luke su sonrisa muere. —No me jodas, tenías razón —escucho que dice y me fijo que sus ojos verdes me estudian. —¡Hola! —saludo cuando llego a ellos. Acaricio a Chanel para calmar la sensación que me llena el cuerpo. —Samantha, él es un buen amigo de Dariel y mío —anuncia dándole una extraña mirada al hombre. —Tú también trabajas en el rancho de Dariel, ¿así como Luke? Abre los ojos y niega mientras en sus labios baila una sonrisa divertida. —No, los siento —me tiende la mano —mi nombre es Aston Walker y soy dueño del rancho, Los Manantiales, El Dorado y Casa Real… —Colindan, si es otro vecino—. Completa Luke. —Entiendo. Qué divertido. Él asiente con una sonrisa. —Sí, el rancho de Dariel está en medio de los tres… —Creo que debemos irnos —interviene Luke luciendo algo azorado. —Fue un placer conocerte, Samantha —se pone el sombrero —amigo, me dio gusto verte. Palmea su espalda y se aleja riendo. —Sí, sí. Lárgate de una vez —espeta entre dientes. Subo al Jeep y emprendemos el camino de regreso al rancho. Esta vez no hay palabras de su parte, y su ceño permanece fruncido.
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