Los brillantes pendientes de Isabella brillaban bajo la luz del sol, y esta luz reflejada golpeaba los rostros de las dos personas que se besaban en la habitación, sin saber que eran observados. Los dos voltearon la cabeza y vieron a Valentina e Isabella parados debajo del árbol mirándolos. Valentina vio que la mirada de Nathan cambiaba de la duda a la conmoción, y retrocedió inconscientemente. —¿Los has visto? — dijo Isabella con voz sarcástica y sombría. —Nuestros esposos, son homosexuales. ¡Valentina! Dentro de la ventana de vidrio, ella vio que los labios de Nathan la llamaban por su nombre. Ella sonrió dolorosamente y luego salió corriendo sin mirar atrás. Quería escapar de este lugar. Que alguien le dijera que nada de lo que había visto era cierto. Sus pasos se volvieron cada