Reiko
El martes por la noche seguí a Deva, ella había asistido a un bar con dos de sus amigas, al parecer las cosas se pusieron divertidas y ella tomó más de la cuenta.
Me senté en una mesa solitaria, dónde a penas llegaba la luz artificial, pedí un whisky y me dediqué a observarla.
Bailaba entusiasmada y ebria al medio de la pista con sus amigas, a pesar de ser tan compuesta en su vida diaria, por la noche dejaba salir toda su personalidad. Aún era joven y tenía todo el derecho de divertirse.
Dos hombres las abordaron, Deva a penas los vio no les prestó atención y siguió contorneándose al ritmo de la música. Uno de ellos se atrevió a más y la tomó de la cintura.
Apreté el vaso entre mis dedos hasta el punto de trisarlo.
Deva lo alejó una vez más, pero el imbécil regresó, la tomó de la cara y le dio un beso profundo. Deva ahogada agitaba desesperada las manos para poder sacárselo de encima.
Me levanté furioso, y caminé a paso rápido al centro de la pista de baile. Tomé al imbécil por el cuello y lo levanté.
-Te dijo que la dejaras en paz, imbécil- el hombre comenzó a ahogarse con el nudo de su corbata, y comenzó a aletear desesperado en busca de oxígeno.
La gente comenzó a agolparse alrededor nuestro, formando un gran alboroto.
Miré a Deva quién estaba apunto de caerse por lo ebria que estaba, solté al tipo y la agarré firmemente a ella antes de que se desplomara. Ella pasó sus brazos alrededor de mi cuello y dijo:
-Guardaespaldas- me sonrió y se desmayó en mis brazos.
La tomé y la saqué del lugar.
Sus amigas me miraron confundidas; pero no hicieron nada.
Que buenas amigas. Pensé mientras la llevaba junto a mi pecho.
-Señorita Deva, reaccione- la senté en el asiento del copiloto de mi auto, y le pegué unas suaves palmadas en su hombro.
Ella abrió con dificultad sus ojos y me observó.
- ¿Vamos a un motel? - dijo en un lenguaje traposo
Los pelos de mi nuca se erizaron.
- ¿Quiere que la lleva a su apartamento? - traté de hacerla volver en sí.
Ella no me respondió más, se había quedado dormida.
Supongo que será lo correcto, al menos ya se donde vive. Sonreí.
Su olor hipnotizante se mezclaba con el olor a licor y a tabaco, la miré de reojo y se veía como un pequeño ángel durmiendo sobre una nube.
Su piel tersa y blanca era perfecta. Ella era perfecta.
Llegamos a su estacionamiento, y el guardia nos detuvo, bajé la ventanilla y se me quedó mirando detenidamente.
-Señorita Turner ¿está usted bien? - dijo mirándome con malas pulgas
Ella se incorporó levemente y respondió.
-Si, déjanos pasar ¡hoy vamos a follar duro! - mis mejillas se pusieron coloradas y el nudo de la corbata me comenzó apretar.
Sin duda eso era lo que más quería hacer, pero jamás la tocaría sin su consentimiento y menos en estas condiciones.
Le sonreí nervioso al guardia y el encogió los hombres cuando nos dejó pasar.
-Señorita Deva, vamos tiene que levantarse- le dije mientras habría la puerta del copiloto
-No, no, hagámoslo aquí- dijo aún adormilada por el licor.
¡Santa mierda!
-¿Qué dice? usted está muy ebria, venga- la tomé del brazo y la incorporé.
-No, no déjame aquí- comenzó a chillar.
Con miedo de que despertara a los residentes, me apresuré a tomarla de nuevo en brazos.
Ella se acercó a mi cuello, y enredó sus brazos en él.
-Hueles tan bien- comentó.
Lo colores ya no podía ser mas rojos en mi rostro.
Subimos al elevador.
- ¿Cuál es su piso señorita?
-El número cuatro- levantó su mano y me mostró 5 dedos de su mano.
Sonreí.
– Eres tan suave, ¿me pregunto cómo será tu v***a?- dijo mientras me besaba el cuello.
La miré con los ojos bien abiertos y eché para atrás mi cintura con cuidado de no rozarla, el bulto de mis pantalones comenzaba a reaccionar antes sus roces y palabras.
¡Cálmate Reiko!
-Tiene que abrir la puerta- le dije cuando llegamos frente a su apartamento- ponga su huella aquí.
Ella estiro débilmente su mano y presiono el visor.
Entré con ella en brazos, y quedé anonadado al descubrir como era realmente su hogar, el que imaginé cientos de veces. Sus gustos eran refinados y exóticos, tenía varios jarrones y pinturas importantes. Su piso era marmolado y sus muebles blancos con toques dorados.
El apartamento era enorme, y amplio.
-Llegamos señorita, la dejaré aquí y me marcharé- dije depositándola suavemente en el piso.
-No, no te vayas- me estiró el brazo y agarró mi mano- duerme conmigo, me da miedo la oscuridad- comenzó a llorar como una niña pequeña.
-Señorita Deva yo no…- dije nervioso y atragantándome con mi saliva
-¡Solo hazlo!- gritó de forma caprichosa – por favor- terminó con un lindo y gentil puchero.
Mi corazón se apretó, ¿cómo podría negarme?
-Bien vamos- ella sonrió automáticamente.
Caminó tambaleándose hasta el final de un pasillo, tomada de mi mano.
Abrió una puerta y entramos a su habitación, gracias a la oscuridad tropecé con un mueble. Ella se rio a carcajadas y yo volví a enrojecer.
Se tendió sobre la cama con ambos brazos abiertos y se quedó dormida profundamente.
La miré desde lejos y crucé los brazos sobre mi pecho.
Me acerqué y le saqué los tacos. Dudé en si debía quitarle su vestido o no, pero me imaginé durmiendo toda la noche así y me sentí incómodo.
Bajé muy despacio el dorado cierre trasero, hasta llegar al inicio de su tanga. Mis dedos temblaban. Abrí el vestido y le ayudé a sacar un brazo y después el otro.
Ella se volteó y tenía una linda sonrisa en su rostro. Me quedé obnubilado mirando su ropa interior delicada y negra de encaje.
Algún día seré yo quién le saqué esas prendas. Imaginé.
La tapé con la sábana blanca de lino, y me despedí con un suave beso en su frente.
Salí de su apartamento sintiéndome el hombre más afortunado del mundo.
Deva
-¡Diablos!, cómo duele- desperté con los primero rayos de sol, tenía la boca seca y una jaqueca del demonio.
Me incorporé y rebusqué en mi cajón de la mesa de luz, encontré una tira de pastillas y me tragué dos.
Eso bastará
Me volteé y me volví a tapar por completo con la sábana.
-¡Mierda!, Deva Turner ¿cómo llegaste aquí?- me paré casi por completo de la cama gracias al susto.
Me miré de pies a cabeza y toqué todas mis partes, extendí mi tanga y revisé mi parte íntima con mi mano.
Suspiré aliviada al comprobar que todo estaba en orden.
¿Cómo diablos había vuelto a mi apartamento?
No recordaba absolutamente nada después de que esos chicos molestos nos abordaran, me senté al borde de mi cama, y comencé a masajear mis sienes con mis dedos.
Esos chicos molestos, esos chicos…
-¡El guardaespaldas!, demonio el guardaespaldas- traté de recordar – aquel atractivo hombre asiático me trajo a aquí…¿Cómo mierda…?
Prometí no volver a tomar de esa forma mientras me lavaba los dientes, me había pasado de la raya y haber olvidado prácticamente la mitad de la noche me daba miedo.
Fui a la cocina y me serví un tazón de café amargo, me senté en un taburete y comencé a pensar…
¿Me habrá hecho algo?, ¿me habrá tocado? Me sentía realmente incómoda ninguna de mis preguntas tenía respuestas.
Hasta que de pronto vino a mi cabeza…- ¡Las cámaras de seguridad! - di un brinco de la silla y corrí en busca de mi celular. Abrí con apuro la aplicación de mi “hogarseguro” y retrocedí hasta las …04:35am. Ahí estaba yo entrando a mi apartamento en estado deplorable en brazos de un hombre.
¡Mierda!
-Había olvidado lo guapo que era- me mordí el labio inferior.
Cambié rápidamente a la cámara de mi habitación, mi corazón comenzó a palpitar con fuerza temiendo encontrarme con algo que no fuera de mi agrado.
Suspiré aliviada cuando él me beso la frente y se marchó.
No entendía nada, ¿Habrá sido coincidencia?
Que molestia, ahora tendría que buscar a ese hombre y darle las gracias.