Clara estaba en el vestidor escondida drogándose antes de empezar su turno, respiro hondo y se miró en el espejo detenidamente, después observó por el rabillo de sus ojos a Gregorio de pie en la puerta. Ella instantáneamente se giró poniéndose a la defensiva. Gregorio entró a la habitación y cerró con seguro la puerta, él llevaba una gran sonrisa en sus labios. Clara empezó a temblar, recordaba como el hombre se aprovechaba de ella y cómo la hacía sufrir. “¡No se acerque o gritaré!”. Gregorio sonrió. “Hazlo, nadie vendrá a ayudarte, este bar es mío, hacen lo que yo quiera”. Ella temblaba mientras lo miraba. Lo sabía, las últimas veces Gregorio abusó de ella en una de las salas y nadie la ayudó. Gregorio poco a poco se acercó. “Niña… me gustas y nada me va a impedir tenerte cuando qui