Lenin apretó con fuerza sus labios, al igual como el frasco en sus manos fue sostenido con fuerza por sus dedos. La marca en su espalda comenzó a arder en gran manera. Sus ojos se cerraron instintivamente. “No voy a permitir que la academia le quite los recuerdos a mi compañero, haré que vuelvan a él —pensó la joven con mucho enojo—. Necesito las pastillas que me dio Arlet, lo necesito en este momento”. —Necesito las pastillas —dijo para sí misma. En aquel momento, en cuestión de un parpadeo, apareció el frasco frente a ella, suspendido en el aire como si no existiera la gravedad en él. Lenin, al abrir los ojos, se sorprendió en gran manera. Lo tomó rápidamente con su mano izquierda y observó lo idéntico que eran los dos recipientes. ¿Sería capaz Cayden de darse cuenta que le hab
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