CAPÍTULO TRES

1617 Words
CAPÍTULO TRES Después de sus ejercicios de tiro al blanco, Riley todavía estaba preocupada por Bill. Es cierto que se había recuperado rápidamente después de su momento de shock. Y en realidad pareció haber disfrutado de los disparos a corta distancia. Hasta se había visto alegre justo antes de partir a su apartamento. Sin embargo, no era el mismo Bill que había sido su compañero durante tantos años, y quien hacía mucho tiempo se había convertido en su mejor amigo. Ella sabía lo que más le preocupaba. A Bill le asustaba el hecho de que jamás sería capaz de volver a trabajar. Ella deseaba poder tranquilizarlo con palabras simples y amables, algo así como... “Solo estás pasando por una mala racha. Nos sucede a todos. Lo superarás más temprano que tarde”. Pero garantías simplistas no eran lo que Bill necesitaba en este momento. Y la verdad era que Riley no sabía si eso era cierto o no. Ella también había sufrido de TEPT y sabía lo difícil que era recuperarse de eso. Solo tendría que ayudar a Bill durante ese terrible proceso. Aunque Riley volvió a su oficina, en realidad tenía poco que hacer en la UAC. No estaba asignada a ningún caso, y acogía estos días lentos con beneplácito después de la intensidad del último caso en Iowa. Terminó lo poco que tenía pendiente y se fue. Mientras Riley conducía a casa, se sintió contenta ante la idea de cenar con su familia. Se sintió especialmente contenta ya que había invitado a Blaine Hildreth y su hija a cenar con ellos esta noche. Riley estaba encantada por el hecho de que Blaine formaba parte de su vida. Era un hombre guapo y encantador. Y, como ella, se había divorciado hace relativamente poco tiempo. También era un hombre muy valiente. Fue Blaine el que le disparó a Shane Hatcher cuando amenazó a la familia de Riley. Riley siempre estaría agradecida con él por eso. Había pasado una noche con Blaine hasta ahora, en su casa. Habían sido bastante discretos al respecto. Su hija, Crystal, había estado ausente visitando a sus primos durante las vacaciones de primavera. Riley sonrió ante el recuerdo de su sexo apasionado. ¿Esta noche terminaría de la misma forma? * El ama de llaves de Riley, Gabriela, había preparado una deliciosa cena de chiles rellenos, una receta familiar que ella había traído consigo de Guatemala. Todo el mundo estaba disfrutando de los pimientos rellenos deliciosos. Riley sintió una profunda satisfacción ante la deliciosa cena y maravillosa compañía. “¿No están muy picantes?”, preguntó Gabriela. No estaban tan picantes, y Riley estaba segura de que Gabriela lo sabía. Gabriela siempre restringía sus recetas centroamericanas originales. Era evidente que estaba cazando cumplidos, los cuales llegaron fácilmente. “No, están perfectos”, dijo la hija de quince años de edad de Riley, April. “Demasiado sabrosos”, dijo Jilly, la niña de trece años de edad que Riley estaba en el proceso de adoptar. “Simplemente increíble”, dijo Crystal, la mejor amiga de April. El padre de Crystal, Blaine Hildreth, no dijo nada de inmediato. Pero Riley sabía por su expresión que estaba encantado con el plato. También sabía que la apreciación de Blaine era en parte profesional. Blaine era el dueño de un restaurante lujoso pero informal en Fredericksburg. “¿Cómo los preparas, Gabriela?”, preguntó después de unos bocados. “Es un secreto”, dijo Gabriela con una sonrisa traviesa. “Un secreto, ¿eh?”, dijo Blaine. ¿Qué tipo de queso utilizaste? No lo distingo. Sé que no es Monterey Jack o Chihuahua. Manchego, ¿tal vez?”. Gabriela negó con la cabeza. “Nunca te lo diré”, dijo con una sonrisa. Mientras Blaine y Gabriela siguieron hablando de la receta en inglés y en español, Riley se quedó pensando si ella y Blaine... Se sonrojó un poco ante la idea. “No, no va a pasar esta noche”. Sería difícil hacerlo con todos aquí. Sin embargo, eso no era nada malo. Estar rodeada de gente que amaba era placer suficiente para esta noche en particular. Pero al ver a su familia y amigos pasándola bien, una nueva preocupación comenzó a inundar su mente. Una persona en la mesa casi ni había hablado en toda la noche. Liam, el recién llegado a la familia de Riley. Tenía la misma edad de April, y los dos adolescentes fueron novios durante un tiempo. Riley había rescatado al chico alto y desgarbado de un padre abusivo y borracho. Había necesitado un lugar para vivir y eso significaba que estaba durmiendo en el sofá cama de la sala familiar de Riley. Liam normalmente era hablador y extrovertido. Pero algo parecía estar molestándolo esta noche. Riley preguntó: “¿Te pasa algo, Liam?”. Parecía que ni la había escuchado. Riley habló un poco más fuerte. “Liam”. Liam levantó la mirada de su comida, la que apenas había tocado. “¿Eh?”, dijo. “¿Te pasa algo?”. “No. ¿Por qué?”. Riley lo miró con inquietud. Algo definitivamente andaba mal. Liam rara vez hablaba en monosílabas. “Solo me preguntaba”, dijo. Tomó nota de hablar con Liam a solas más tarde. * Gabriela cerró la cena con broche de oro: un delicioso postre de flan. Riley y Blaine disfrutaron de unos tragos después de la cena mientras que los cuatro niños se entretuvieron en la sala familiar. Después de un largo rato, Blaine y su hija se fueron a casa. Riley esperó hasta que April y Jilly se fueron a sus habitaciones. Luego se fue sola a la sala familiar. Liam estaba sentado en el sofá todavía cerrado con la mirada perdida. “Liam, sé que algo anda mal. Quisiera que me contaras qué te pasa”. “No pasa nada”, dijo Liam. Riley se cruzó de brazos y no dijo nada. Sabía por su experiencia con las chicas que a veces lo mejor era esperar que hablaran. Luego, Liam dijo: “No quiero hablar del tema”. A Riley le sorprendió eso. Estaba acostumbrada al mal humor de adolescentes de April y Jilly, al menos de vez en cuando. Pero esto no era propio de Liam en absoluto. Siempre era agradable y servicial. También era un estudiante dedicado, y Riley apreciaba su influencia sobre April. Riley siguió esperando en silencio. Finalmente Liam dijo: “Mi papá me llamó hoy”. Riley sintió un vacío en la boca del estómago. No pudo evitar recordar ese día terrible cuando corrió a la casa de Liam para salvarlo de ser golpeado por su padre. Sabía que esto no debería sorprenderla. Pero no sabía qué decir. Liam dijo: “Me dijo que lamenta todo lo que pasó. Me dijo que me echa de menos”. La preocupación de Riley se intensificó. No tenía la custodia legal sobre Liam. En este momento, estaba actuando como una especie de madre adoptiva improvisada, y no tenía idea de exactamente cuál papel desempeñaría en su vida a futuro. “¿Quiere que vuelvas a casa?”, preguntó Riley. Liam asintió. Riley no pudo obligarse a hacer la pregunta obvia... “¿Qué quieres hacer?”. ¿Qué haría, qué podía hacer, si Liam le decía que quería volver a su casa? Riley sabía que Liam era un chico amable y misericordioso. Al igual que muchas víctimas de abuso, también era propenso a una profunda negación. Riley se sentó a su lado. Ella preguntó: “¿Te sientes feliz aquí?”. Liam jadeó un poco. Por primera vez desde el comienzo de su conversación, Riley vio que estaba a punto de llorar. “Ah, sí”, dijo él. “Esto ha sido... Me he sentido... tan feliz”. Riley sintió un nudo en la garganta. Quería decirle que podía quedarse aquí todo el tiempo que quisiera. Pero ¿qué podía hacer si su padre exigía que volviera? No podría evitar que eso sucediera. Una lágrima rodó por la mejilla de Liam. “Es solo que... desde que mamá se fue... soy lo único que tiene papá. O al menos hasta que me fui. Ahora está solo. Dice que ha dejado de beber. Dice que jamás me volverá a hacer daño”. Riley casi espetó... “No le creas. Jamás le creas cuando te diga eso”. En cambio, dijo: “Liam, debes saber que tu padre está muy enfermo”. “Lo sé”, dijo Liam. “Él tiene que buscar la ayuda que necesita. Pero hasta que lo haga… bueno, le será muy difícil cambiar”. Riley se quedó callada por unos instantes. Luego agregó: “Jamás olvides que esto no es tu culpa. Sabes eso, ¿verdad?”. Liam ahogó un sollozo y asintió. “¿No has vuelto a verlo?”, preguntó Riley. Liam negó con la cabeza sin decir nada. Riley le dio unas palmaditas en la mano. “Solo quiero que me prometas una cosa. Si quieres ir a verlo, no vayas solo. Quiero estar contigo. ¿Lo prometes?”. “Lo prometo”, dijo Liam. Riley alcanzó una caja cercana de pañuelos y le ofreció uno a Liam, quien se secó los ojos y se sonó la nariz. Luego los dos se quedaron sentados allí sin decir más por unos momentos. Finalmente Riley dijo: “¿Me necesitas para algo más?”. “No. Ya estoy bien. Gracias por… bueno, ya sabes”. Le sonrió débilmente. “Por todo”, agregó. “De nada”, dijo Riley, devolviéndole la sonrisa. Salió de la sala familiar, se dirigió a la sala de estar y se sentó sola en el sofá. De repente sintió un sollozo en su propia garganta, y se puso a llorar. Le sorprendió darse cuenta de lo mucho que su conversación con Liam la había afectado. Pero era bastante fácil entender el por qué. “Esto sobrepasa mis capacidades”, pensó. Después de todo, todavía estaba tratando de finalizar la adopción de Jilly. Había rescatado a la pobre chica de horrores propios. Riley había encontrado a Jilly tratando de vender su cuerpo por pura desesperación. Entonces ¿por qué Riley estaba haciendo esto, acogiendo a otro adolescente en su casa? De repente deseaba que Blaine aún estuviera aquí, tenía ganas de hablar con él. Blaine siempre parecía saber qué decir. Había disfrutado de la pausa entre los casos, pero poco a poco algunas preocupaciones comenzaron a invadir su mente, preocupaciones relacionadas con su familia más que todo, y hoy relacionadas con Bill. Estas no parecían unas vacaciones. Riley no pudo evitar preguntarse... “¿Qué diablos anda mal en mí?”. ¿Simplemente era incapaz de disfrutar de una vida tranquila? De todos modos, sabía algo con certeza. Este período de calma no duraría. En algún lugar, algún monstruo estaba cometiendo algún acto atroz, y ella tendría que detenerlo.
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