Señor Luthor

Cita

Aurora casi no pudo dormir, estaba resentida con su papá por no confiar en ella, estaba molesta ante la idea de ser madre a la fuerza y le resentía que su padre le creyese incapaz de conseguir a un hombre que le amase y le cuidase como ella merecía. Patrick, evidentemente, es un hombre maravilloso, papá de tres hijos que habían salido bien, físicamente atractivo y sexualmente apetecible, su mayor defecto es que es un empresario con la mente tan retrógrada como para pensar que fusionar una empresa es sinónimo de fusionar una familia.

Paola y Aurora desayunaron juntas como casi todas las mañanas, ella no tuvo valor para decirle a su amiga que sería la esposa de conveniencia de un hombre, la gente no suele decirte a la cara que sienten lástima por ti, pero veía en Paola constantemente la mirada de pobre niña rica y eso le dolía porque era su única amiga.

—¿Qué pasa? Estás más distraída de lo normal.

—Tengo una cita con Patrick hoy, sus hijos y sus hermanos.

—¿Patrick el señor guapo?

—Sí.

—Dijo que no le gustaba tu edad.

—Nos topamos el otro día y me invitó a salir y hemos estado hablando.

—Bien por ti, Aury, seguro él finalmente te ayuda a correrte —las dos se quedan en silencio mirándose y Aurora toma sus cosas. —No quise decirlo así.

—Sí, quisiste, sabes, no eres la única que vive en su propia fantasía, es verdad que mi papá me lo da todo, pero esa es la persona que me dio la vida, tú lo único que has hecho es casarte bien—la joven le tiró un par de billetes de veinte dólares, que le dolieron más que sus palabras. Para Paola, su amistad no había estado condicionada al dinero, ni siquiera a la popularidad de la que había gozado Aurora por ser una Bradford, sino porque Aurora sabía estar, es la persona más dulce, sincera y leal, y de inmediato sabía que la había lastimado.

La intentó seguir, pero, ya ella se había ido, y tampoco cogía el teléfono.

Aurora fue a la peluquería porque el peso no lo podía cambiar de la noche a la mañana, pero, el aspecto lo podía mejorar y después de pasar horas en vela, cayó en la tóxica necesidad de ver a la mujer de Patrick Luthor. Una mujer morena, alta, de pelo castaño, cabello ligeramente ondulado y una fashion gurú Mainvilliano había sido azafata y modelo, mamá de cuatro hijos y falleció hace poco por cáncer sin especificar. Pero era preciosa, demasiado y aparentemente el alma de la fiesta, la mejor amiga de la madrastra de Patrick y definitivamente esa mujer mayor, de mundo, le había enseñado a besar como el dios griego que es.

—¿Estás muy callada aurora, quieres café, pan, un helado? —le ofrece la peluquera.

—El café sí, el pan me lo ahorro.

—Vale.

Ella se queda acostada en su silla pensando cómo puede solucionar un poco su vida y después de refrescar su look y maquillaje natural, va directo a la oficina de su papá, le espera por casi dos horas y él se digna a atenderle.

—¿Qué se te ofrece muñequita?

—Papá, no quiero casarme, no puedo casarme. De verdad, estoy muy agradecida porque me conseguiste un buen marido, Patrick es alto, guapo, imponente y protegerá todos los negocios, pero, no creo que pueda… No puedo cumplir con mi parte del trato.

—Tienes que hacerlo.

—Papá, no puedo, su mujer acaba de morir, no puedo reemplazarla así como así.

—No tienes que reemplazarla, tienes que ser tú—responde el hombre con tranquilidad. —No tienes que estar nerviosa.

—No puedo, papá —intenta evita que una lágrima se le escape. —no puedo tener sexo con él o con ningún hombre, no… no puedo.

—¿Eres lesbiana?

—No, no tengo orgasmos, y tengo …—ella dejó de llorar al escuchar la risa de su padre.

La joven tomó su bolsa y salió enojada hacia su auto, había peleado con dos de las personas más importantes de su vida en menos de cinco horas, ella fue a su casa y se acostó en el sofá. Entre lágrimas, miedo y decepción se quedó dormida.

Serena y Adamira, no se habían llevado bien toda la vida, así que cuando había una actividad que Serena organizaba y en la que Ada cocinaba. Para sus hermanos seguía siendo sorprendente, cuando llegaron en el auto de Patrick, los hijos de este, todos suspiraron y Jane, la menor de las sobrinas, les recordó que estaban disimulando, eso no impidió que sus tíos arrinconan a los tres hermanos Luthor para obtener toda la información que pudiesen sobre la novia nueva de papá.

—Creo que no va a venir y mi papá se va a enojar.

—¿Por qué no va a venir?

—No le contestaba, papá tomó la otra camioneta y fue a su casa a buscarla—comentó Meredith.

—Mamá nadie nunca va a reemplazar a la tía Mer.

—Lo sé, está bien que Patrick tenga a alguien, es solo que nosotros somos demasiado en número y actitud.

—Ella es muy maja—comentó Parker. —Y muy joven, ¿me lleva qué doce años?

—El karma es una mierda— Se burló Karl, —pero ya quiero que lleguen para molestar a mi hermano.

Zack les contó a sus sobrinos que la primera resta de su vida la había hecho con dos dígitos para restar la edad de su abuelo con la de su abuela.

—¡Qué dices! —se finge escandalizado Parker. —¿La abuela no tiene cuarenta y el abuelo no tiene sesenta?

—Eres mi nieto favorito, por mucho —Le dice Jane a Parker y le lanza una galleta, todos ríen.

Patrick, no estaba molesto, estaba enfadado, no solo le había estado ignorando, la gente de su generación tenía la decencia de decir: “no quiero hablarte o verte”, sino que le hacía llegar tarde. Subió los cinco tramos de escaleras hasta el apartamento de Aurora, había averiguado a través de la secretaria de su padre la dirección. Cuando finalmente llegó a su piso, le escribió un mensaje e hizo una última llamada, pero ella no contestó.

Dio varios golpes a la puerta, y esperó, escuchó el teléfono vibrando sobre alguna superficie y se preocupó porque algo le estuviese pasando.

—Aurora, Aurora.

Desde afuera del apartamento, Patrick escuchó un grito seguido por unos pazos torpes.

La joven abrió la puerta y Patrick le vio el maquillaje corrido y el pelo desordenado de un solo lado.

Ella se disculpó mientras le dejaba pasar a su apartamento.

—¿Te sientes mal?

—Me quedé dormida, lo siento. Voy a peinarme muy rápido y arreglar el maquillaje. ¿Ya no quieres que vaya? Puedo ir otro día y enviar un ramo de rosas a tu hermana, de verdad, lo siento.

—Arréglate. No tengo ganas de llegar tarde y solo.

Ella le señaló la cocina.

—Hay comida, café y alcohol.

—Gracias, ella se queda mirando a Patrick dudosa y él le pregunta qué quiere.

—Me puedes hacer un café y… un sándwich.

—Vamos a una comida.

—Si no tomo café voy a estar cabreada todo el rato y mitad del sándwich, no… recuerdo haber almorzado. Sé que tengo que perder peso, pero, solo... hoy haz lo que te digo.

—¿De qué estás hablando?—Ella se encogió de hombros y él se puso en pie.

Le preparó un panini, con jamón y queso, ella salió en diez minutos con el pelo en ondas, el maquillaje retocado y unos jeans, llevaba una camisa over size que no ocultará lo corpulenta que se sentía, pero, Patrick parecía estar más ocupado con esa plancha de paninis que con verle.

Los dos se miraron.

—Es mágica, todos sale tostado, si le echas… mantequilla.

—Wow, no sé qué tienen con la mantequilla.

—Haces mucho deporte.

—Corro con mis hijos en la mañana, alzo pesas con mis hermanos al medio día y… solía hacer yoga…

—Con tu mujer—terminó ella la oración y le dio un sorbo al café, arrugó la cara y fue por el tarro del azúcar. Buscó los Cupcakes para solo recalentar y galletas pre-cocidas en el congelador, los lustres para los sobrinos de Patrick y buscó un par de botellas de vino.

—¿Muy mal si llevo su propio vino?

—Mi papá adora que le den importancia. —responde Patrick y ella sonríe.

—Tus sobrinos comen azúcar. Tus cuñadas comen pastel o tus hermanos.

—Somos gente normal.

—Llevas jeans de diseñador, zapatos italianos y camisa de vestir.

Patrick le quitó las cosas de la mano y le recordó su emparedado, ella le puso un poco de aguacate y salió corriendo detrás de él. Cuando subieron al auto, Patrick abrió la cajuela y buscó una camisa para cambiarse y verse normal. Ella le espió a través del retrovisor y él sonrió mientras se cambiaba.

—Aurora, Aurora— le dice Patrick. —si no quieres tocar no me espíes.

—Estoy solo tomando mi café.

—Estamos listo, ves somos gente casi normal.