El tiempo transcurría y cada vez se acercaba más el acontecimiento que George y Mirla esperaban con ansiedad; esa boda que los uniría para siempre y así poder llevar a cabo, mutuamente y sin límites esa entrega pasional tan esperada. Se encontraban todos los días; muchas veces en el cafetín de la universidad donde algunas veces rememoraban todo lo que habían vivido en ese lugar, en aquella mesa que había sido testigo del nacimiento de un intenso amor que había marcado la vida de dos personas.
—¿Sabes Mirla?; que la última vez que nos encontramos aquí, no fue casualidad; yo pase toda la tarde en este lugar, con el deseo de que tu vinieras a buscarme y cuando te vi aparecer por esa puerta, te vi tan bella y majestuosa que casi no podía hablar de la emoción –dijo George.
—Yo tampoco lleg
