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LA HIJA DEL GENUINO ALFA
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La mesa de la comida era abundante, en las oscuras paredes de piedra de la gran sala, cada cuatro metros se encendía una antorcha con el fuego bailando sobre ellas y los últimos rayos del sol iluminaban el comedor. La pareja genuina fue la primera en alimentarse, cuando terminaron fue el turno de las parejas betas y luego por las parejas omega. Cuando la mesa estaba prácticamente vacía, con sólo huesos y restos, es que se despejaba para la comida del último.
- Ahora puedes servirte, Mancha de Sangre -ordenó el genuino a su cachorro, que no podía apartar los ojos de la mesa, con la boca salivando y el estómago rugiendo cada vez que veía que alguien masticaba cualquier trozo de carne, pero esperaba pacientemente
