Nacemos en primavera, nos convertimos en frutos durante el verano, alimentamos en otoño y cuidamos en el invierno para que las nuevas semillas encuentren su camino y formen nuevos retoños en la primavera y así consagrar el eterno ciclo de la vida. Pero con noventa años, la santa Ernestina Mersier de Nelsira, se preguntaba cuándo llegaría su invierno. Sus hijos tenían nietos y en su familia ya nadie la necesitaba, lo único que le quedaba era ver pasar los días en el templo junto a nuevos grupos de estudiantes que llegaban y se iban. – ¡Más fuerte! – Golpéalo. Los gritos se repetían mientras dos chicos en el centro de un grupo peleaban y se arrastraban por el suelo. – Tú puedes Basil – gritó un chico y al retroceder se topó con el gran estómago de la santa y palideció – san…, san…, san