Tengo sed.
La noche es fría y tengo los labios secos, los humedezco con mi lengua, pero eso hace que se resequen y al morderlos duele, esto es porque no quiero beber y arriesgarme a ser drogada.
Es molesto.
El marqués Chevalier molesta a mi tío llamándolo ¡recién casado!, mi prima Casiopea luce un collar con un medallón que cuelga en la espada, la música es atronadora y mi padre está ausente.
Respiro profundamente.
– ¿A dónde vas cuando quieres estar sola?
– A mi habitación.
– Un lugar donde yo pueda ir – me dice Edwards señalándose.
– El jardín.
Mi madre es feliz de verme partir con mi prometido y yo de alejarme de las banderas de apariencia tan común, que casi podría olvidar que cada una representa una vida humana.
Hay un sentimiento atrapado en mi pecho cuando veo a los nobles
