Entré al despacho de mi padre sin tocar y hecha una furia. Él estaba en su escritorio bebiendo un whisky mientras observaba por la ventana. Al sentir la puerta golpear la pared, se volteó para mirarme. Sabía que no le gustaban este tipo de actitudes pero no me importaba, me debía una explicación y yo estaba demasiado enfadada como para pensar en las consecuencias de enfrentar al Don.
—¿QUÉ HISTORIA ES ESA DE QUE ME CASARÉ CON ESTEBÁN?—pregunté a gritos plantandome ante su escritorio para encararle.
—Ya lo sabes, le dije que no abriera la boca. Es exactamente eso Elena, es hora de que asumas tu papel en la Famiglia, Estebán es un muy buen partido y un enlace con él traerá muchos provechos para nosotros.
—¿BUEN PARTIDO? Estebán en una lacra, si no fuera por el poder de su padre no sería nadie en este mundo—dije cada vez más furiosa. Sabía que así eran las cosas en la Famiglia, si eras mujer tu destino era casarte con el despreciable que más poder tuviera, pero creía haberme ganado el respeto de mi padre, la opción de elegir que deseaba. Ahora veía que me equivocaba, él solo se aprovechaba de mi crueldad para sacar mayores beneficios, yo no era más que un peón para él.—¿A qué le llamas lo mejor para nosotros? ¿A entregarle a ese bastardo el derecho de reclamar tu posición, de que haga suyo el imperio de los Botticelli? Ese es mi legado padre, soy yo la que tiene que ser tu sucesora, no un imbécil como Estebán.
—Tú eres mujer Elena, no puedes llevar el título de Don. Solo los hombres son respetados en la Famiglia. La decisión está tomada y será mejor para ti que la acates, sabes que se realizará esa boda quieras o no. Es hora de que recuerdes cual es tu lugar en la Famiglia.
—Como quieras padre—dije bajando la cabeza. No era inteligente que me enfrentara a él de frente, sabía las consecuencias que podría traerme, incluso la muerte. A mi padre no le importaría que fuera su hija, al contrario le serviría de aviso a todo aquel que intentará desacatar su palabra. Aún tenía siete meses para liberarme de esa boda, de mi padre y de todos sus lacayos. Llevaba años orquestando el plan perfecto para acabar con mi padre, solo esperaba el momento justo para acatar, y ese momento había llegado. Massimo Botticelli conocería el verdadero poder que una mujer es capaz de tener en la mafia, el verdadero lugar de una mujer en la Famiglia. Conocería a su peor enemiga, la única que sería capaz de destruirlo, yo.—Me retiro. Iré a los clubes, aún no entregan la cuota de este mes.
—Después necesito que te encargues del gusano del sótano. Quiero un nombre hoy mismo.—dijo mi padre y yo asentí fingiendome obediente y salí de allí.
***
El club de Matilda era uno de los más lucrativos. Tenía actividad constante y de los peces más gordos de la ciudad. Este era uno de los negocios que más detestaba y más asco me producían de todos los negocios de mi padre, el único consuelo era que muy pronto acabaría con el. Entré y el sitio estaba lleno, las luces de colores iluminaban el lugar.
Todo estaba como debía de estar. Chicas semidesnudas sirviendo tragos o bailando. Otras atendían más íntimamente a los clientes, e incluso habían algunas completamente desnudas en medio del salón. Los reservados estaban cerrados a excepción de tres de ellos, lo cual era muy bueno para el negocio, pero no tanto para las chicas que entraban en ellos.
El prostíbulo era uno de los lugares favoritos de mi padre y sus socios. Todo negocio importante se cerraba aquí y luego se celebraba con las chicas. Todas ellas me daban una profunda pena, al igual que yo muchas no eligieron esta vida, se vieron envueltas en este mundo sin escapatoria. Fueron obligadas a formar parte de este, y diariamente eran obligadas a complacer todo tipo de parafilias. Habían algunas que habían elegido esta vida por voluntad propia, pensando que sería una manera fácil de ganar dinero, solo que no era nada fácil. Nada en la mafia lo era.
Matilda me recibió en su oficina con una sonrisa como hacía cada vez que venía. Era la matrona de este y otros dos prostíbulos más. A pesar de que ya sus años se notaban aún era una mujer atractiva. Su historia no era diferente a la de todas, había entrado a este mundo desde muy temprana edad como una prostituta más, se volvió la favorita de mi padre con el tiempo y gracias a eso logró ascender un poco en este mundo.
—Elena, es un placer tenerte aquí como siempre, ¿Bebes algo?—me preguntó levantándose de la silla para ir a un pequeño bar que había en la oficina.
—Un ron con naranja estaría bien—dije devolviéndole la sonrisa. Odiaba beber pero había aprendido que era algo que necesitabas hacer en este mundo, siempre que había un tema de dinero, asuntos políticos e incluso tratados de paz entre Famiglias, ahí estaba el alcohol. Afortunadamente sabía el punto preciso para consumir sin que afectara mis sentidos, era una de las pocas cosas que debía agradecerle a mi padre. Claro no lo había hecho por mí, sino por él, como cada cosa que Massimo Botticelli hacía, siempre tenía que sacar un beneficio propio. Sería todo un escándalo para el Don que su hija estuviera borracha por ahí, era algo que significaría un peligro y le haría perder su honor. Matilda depositó el trago que le pedí frente a mí y se sentó con un whisky doble en su mano. Tomé el vaso y antes de beberlo lo acerqué disimuladamente hasta mi nariz. Otra lección, nunca podías beber nada ciegamente, siempre debías revisar lo que consumías. Le di un pequeño sorbo al trago.
—Supongo que vienes por negocios ¿no?—preguntó Matilda dejando su whisky en la mesa.
—Supones bien, ninguno de tus clubes ha pagado la cuota de este mes. Y me pregunto ¿por qué será?—dije dándole un largo trago a mi bebida.
—Ha habido demasiada actividad, no he tenido tiempo. Sé que no es excusa per...
—Sabes que si fuera mi padre el que estuviera aquí ya estarías siendo comida de gusanos, ¿Lo sabes verdad?—ella bajo la cabeza y asintió. Claro que sabía como eran las cosas. Se levantó sin decir una palabra y de una pequeña caja fuerte sacó un sobre muy abultado, que colocó frente a mí.
—Aquí está. Es la recaudación de los tres centros. Hay más que los otros meses debido a el aumento de la actividad que te comenté antes—Tomé el sobre y revisé la cantidad, era cierto de que había mucho más, que claro sería algo de lo que mi padre no se enteraría. Cuando querías iniciar una guerra necesitabas tener fondos, y aunque había reunido una gran suma a lo largo de estos años nunca era suficiente. Me levanté y me dirigí a la puerta, aún me quedaban seis clubes más que visitar y ya estaba asqueada de este sitio pero la voz de Matilda me detuvo
—Elena, ¿Crees que pueda quedar entre nosotras? Tu padre no tiene porque saberlo, sabes lo que me pasará si se entera, por favor eres mujer igual que yo—pidió con voz suplicante. De todas Matilda era una de las que más lástima me daba, era la que había tenido que sufrir a mi padre en carne propia. Y sí, sabía lo que se sentía. La miré y le regalé una sonrisa.
—Quedate tranquila mi padre no lo sabrá—le dije y dudé acerca de preguntarle o no, pero finalmente decidí hacerlo. Necesitaba comenzar a saber quienes estarían de mi lado, quienes me apoyarían—Matilda, ¿Realmente odias a mi padre?
Ella me miró y noté que mi pregunta la descolocó y no sabía que responder, finalmente suspiro y lo hizo.
—Con todo mi ser Elena ¿Por qué la pregunta?
—¿Y hasta dónde estarías dispuesta a llegar para vengarte?—en su rostro seguía plasmada la confusión y también había un poco de miedo. Debía de pensar que le contaría a mi padre lo que dijera, así que traté de transmitirle con la mirada que en realidad no lo haría
—Hasta donde fuera necesario. Puedes tener por seguro que si no lo he hecho ya es porque no he tenido la oportunidad. Enfrentarlo solo me traería mayores desgracias. Pero ten por seguro que el día que alguien me ofrezca la posibilidad de ver su cabeza rodar no la dejaré pasar—dijo con el odio en su voz y en su mirada y supe que Matilda me apoyaría. El odio que sentía por mi padre era suficientemente fuerte como para rebelarse contra él, solo necesitaba que alguien le diera apoyo y seguridad y era justo lo que yo haría.
—No te preocupes, el final de mi padre está cada vez más cerca.—dije y me marché de allí.