—Gracias —dijo él. —De nada —respondió ella, satisfecha. Haarón vio las dos tazas de té, que le salía humo de lo caliente que estaban. Agarró una de ellas y se la dio a Honey. —Ten. Honey las recibió con cortesía y empezó a soplar, para enfriarlo. —Gracias —dijo ella. —De nada —contestó él. Cogió el otro pocillo y también comenzó a beberla. Los dos terminaron el té verde descafeinado. Les avisaron que los invitados ya habían llegado al resort y que los habían hospedado en las mejores habitaciones. Y, a los pocos segundos de haber recibido el informe, sonó el timbre de la habitación. —Mi señora —dijo Lila, por el comunicador—. Ya estamos listos, para iniciar con su preparación. Haarón abrió la puerta una vez más y se topó con Lila, un hombre de aspecto extravagante y colorido y una