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El Despertar de los Dragones (Reyes y Hechiceros—Libro 1)

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“Si pensaste que ya no había razón para vivir después de terminar de leer la serie El Anillo del Hechicero, te equivocaste. En EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES Morgan Rice nos presenta lo que promete ser otra brillante serie, sumergiéndonos en una fantasía de troles y dragones, de valor, honor, intrepidez, magia y fe en tu destino. Morgan ha logrado producir otro fuerte conjunto de personajes que nos hacen animarlos en cada página.…Recomendado para la biblioteca permanente de todos los lectores que aman la fantasía bien escrita.”

--Books and Movie Reviews, Roberto Mattos

¡El Bestseller #1!

Del autor #1 de bestsellers Morgan Rice viene una emocionante nueva serie de fantasía épica: EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES (REYES Y HECHICEROS—Libro 1).

Kyra, de 15 años, sueña con convertirse en un afamado guerrero al igual que su padre, aunque es la única chica en una fortaleza de hombres. Mientras batalla para entender sus habilidades especiales, su misterioso poder interior, se da cuenta que es diferente a los demás. Pero le han escondido un secreto acerca de su nacimiento y la profecía que la envuelve, dejándola sin saber quién es realmente.

Cuando Kyra cumple la edad y el señor local viene para llevársela, su padre quiere casarla para salvarla. Pero Kyra se rehúsa y emprende un viaje por su cuenta hacia un peligroso bosque donde encuentra a un dragón herido; desatando una serie de eventos que cambiarán al reino para siempre.

Mientras tanto Alec, de 15 años de edad, se sacrifica por su hermano tomando su lugar en el reclutamiento y es llevado hacia Las Flamas, un muro de llamas de cien pies de altura que mantiene a raya al ejército de Troles al este. Del otro lado del reino Merk, un mercenario que trata de olvidar su oscuro pasado, se aventura por el bosque para convertirse en un Observador en las Torres y ayudar a proteger la Espada de Fuego, la fuente mágica del poder del reino. Pero los Troles quieren la Espada también; así que se preparan para una invasión masiva que podría destruir el reino para siempre.

Con una fuerte atmósfera y personajes complejos, EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES es una emocionante saga de caballeros y guerreros, de reyes y señores, de honor y valor, de magia, destino, monstruos y dragones. Es una historia de amor y corazones rotos, de decepción, de ambición y traición. Es una excelente fantasía que nos invita a un mundo que vivirá en nosotros para siempre, uno que encantará a todas las edades y géneros.

Libro #2 en REYES Y HECHICEROS será publicado pronto.

“EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES funciona desde el principio…. Una fantasía superior…Inicia, como debe, con los problemas de una protagonista y se mueve de manera natural hacia un más amplio circulo de caballeros, dragones, magia y monstruos, y destino.…Todo lo que hace a una buena fantasía está aquí, desde soldados y batallas hasta confrontaciones con uno mismo….Un campeón recomendado para los que disfrutan de libros de fantasía épica llenos de poderosos y creíbles protagonistas jóvenes adultos.”

--Midwest Book Review, D. Donovan, eBook Reviewer

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CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO UNO Kyra estaba de pie en la loma cubierta de hierba, con el suelo congelado debajo de sus botas y nieve cayendo sobre ella, y trataba de ignorar el frío mientras levantaba su arco y apuntaba a su objetivo. Cerró un poco sus ojos, alejándose del resto del mundo—un soplido de viento, el sonido de un cuervo a lo lejos—y se forzó a sí misma a ver sólo al delgado abedul, lejano, pálido, separándose en el paisaje de los pinos púrpura. A cuarenta yardas, este era el tipo de disparo que sus hermanos no podrían lograr, que ni siquiera los hombres de su padre lograrían; y eso le dio más determinación, siendo la más joven del grupo, y la única mujer entre ellos. Kyra nunca había encajado. Claro, una parte de ella quería hacerlo, quería hacer lo que se esperaba de ella y pasar tiempo con las otras mujeres, en su lugar atendiendo tareas domésticas; pero en el fondo, eso no era lo que ella era. Ella era hija de su padre, tenía espíritu de guerrero igual que él y ella no podía ser contenida por las paredes de la fortaleza ni sucumbiría a una vida al lado de una chimenea. Tenía mejor puntería que estos hombres—y en verdad hasta podía superar a los mejores arqueros de su padre—y haría todo lo posible por demostrarles a ellos, y en especial a su padre, que merecía ser tomada en serio. Sabía que su padre la amaba, pero él se reusaba a verla por lo que era. Kyra realizaba sus mejores entrenamientos lejos de la fortaleza, a las afueras en las llanuras de Volis, sola—lo que le caía bien, ya que siendo la única mujer en una fortaleza de guerreros, tuvo que aprender a estar sola. Se había acostumbrado a venir aquí cada día, a su lugar favorito, a la cima de la meseta que miraba a las imponentes paredes de piedra de la fortaleza, donde podía encontrar árboles delgados que fueran difíciles de impactar. El golpe de sus flechas se había convertido en un sonido común que hacía eco en el pueblo; ningún árbol se había salvado de sus flechas, con las cicatrices en los árboles mostrando que ya estaban acostumbrados. Kyra sabía que la mayoría de los arqueros de su padre trataban de apuntar a los ratones que abundaban en las llanuras; cuando ella empezaba, también lo había intentado, y descubrió que podía matarlos muy fácilmente. Pero esto le molestaba. No tenía miedo, pero también era sensible, y matar a un ser viviente sin ningún propósito le desagradaba. Había hecho un voto de que no volvería a apuntar a un ser viviente de nuevo a menos que fuera peligroso o la estuviera atacando, como los Murcielobos que salían de noche y volaban cerca de la fortaleza de su padre. No tenía problema eliminándolos, especialmente después de que su hermano menor, Aidan, sufrió una mordedura de Murcielobo que lo dejó enfermo por media luna. Además, eran las criaturas más rápidas en los alrededores, y sabía que si le podía dar a uno, especialmente de noche, entonces podría darle a lo que fuera. Una vez pasó toda una noche de luna llena disparando desde la torre de su padre y salió corriendo al amanecer, emocionada al ver cantidades de Murcielobos en el suelo con sus flechas aún en ellos y con la gente del pueblo congregándose alrededor impresionados. Kyra se obligó a enfocar. Se imaginó a sí misma disparando, levantando el arco, acercándolo a su barbilla y soltando sin dudar. Sabía que el disparo verdadero ocurría incluso antes de disparar. Había observado a muchos arqueros a su edad, en sus catorce años, jalar la cuerda y dudar, y en ese momento sabía que sus disparos fallarían. Respiró profundo, levantó el arco y en un movimiento decisivo estiró y soltó. Ni siquiera tuvo que mirar para saber que había impactado el árbol. Un momento después oyó el golpe—pero ella ya se había volteado, buscando su siguiente objetivo, uno que estuviera más lejos. Kyra oyó un quejido a sus pies y volteó hacia Leo, su lobo, que caminaba junto a ella como siempre, pegándose a sus piernas. Todo un lobo adulto que casi le llegaba a la cintura, Leo era tan protector de Kyra como Kyra de él, los dos una imagen inseparable en la fortaleza de su padre. Kyra no podía ir a ninguna parte sin que Leo estuviera detrás de ella. Y siempre se mantenía a su lado a menos que una ardilla o conejo se cruzara por su camino, en cuyo caso el podía desaparecer por horas. “No me olvidé de ti, chico,” dijo Kyra mientras buscaba en su bolsillo y le daba a Leo un hueso que había quedado del almuerzo. Leo lo tomó moviéndose felizmente a su lado. Mientras Kyra caminaba con su aliento volviéndose niebla delante de ella, acomodó el arco en sus hombros y sopló en sus manos, frías y desnudas. Cruzó la amplia y plana meseta y miró alrededor. Desde este punto podía observar todo el paisaje, las colinas de Volis, generalmente verdes pero ahora cubiertas de nieve, la provincia de la fortaleza de su padre, ubicado en la esquina noreste del reino de Escalon. Desde este punto Kyra tenía una vista completa de todo lo que sucedía en la fortaleza de su padre, incluyendo las travesías de la gente del pueblo y los guerreros, razón por la que le gustaba estar ahí. Le gustaba estudiar los antiguos contornos de roca de la fortaleza de su padre, las formas de sus almenas y torres que se extendían de forma impresionante por las colinas, pareciendo ser infinitas. Volis era la estructura más alta en el panorama, con algunos de sus edificios levantándose cuatro pisos y enmarcado por capas impresionantes de almenas. Se completaba con una torre circular en su lado más alejado, una capilla para la gente, pero para ella, un lugar el cual escalar para estar sola y ver el panorama. El complejo de piedra estaba rodeado por una fosa, atravesada por un amplio camino principal y un puente de piedra arqueado; esto, a su vez, estaba rodeado por capas de impresionantes terraplenes, lomas, zanjas, muros—un lugar que se ajustaba a uno de los guerreros más importantes del Rey: su padre. A pesar de que Volis, la última fortaleza antes de Las Llamas, estaba a varios días de cabalgata de Andros, la capital de Escalon, aún era hogar de muchos de los antiguos guerreros afamados del Rey. También se había convertido en un faro, un lugar que era el hogar de cientos de aldeanos y granjeros que vivían dentro o cerca de la protección de las murallas. Kyra miró a las docenas de pequeñas cabañas de barro situadas en las colinas en las afueras de la fortaleza, humo saliendo de las chimeneas, granjeros apurados preparándose para el invierno, y para el festival de esa noche. El hecho de que los aldeanos se sintieran suficientemente seguros viviendo en las afueras de la muralla principal, era para Kyra un símbolo de gran respeto a la fuerza de su padre, y algo que no se podía mirar en ninguna otra parte de Escalon. Después de todo, sólo se necesitaba el sonido de un cuerno para que los hombres de su padre aparecieran en un instante. Kyra bajó la vista hacia el puente levadizo, siempre lleno de multitudes de personas— agricultores, zapateros, carniceros, herreros, además de, por supuesto, guerreros—todos moviéndose desde la fortaleza al campo y de vuelta. Dentro de las paredes de la fortaleza no sólo había un lugar para vivir y entrenar, sino también un sinfín de patios de piedra que se habían convertido en un lugar de reunión para los comerciantes. Cada día acomodaban sus puestos, las personas vendían sus productos, hacían trueques, mostraban su captura o caza del día, o alguna pieza exótica de tela o especia o dulce conseguida al otro lado del mar. Los patios de la fortaleza siempre estaban llenos de olores exóticos, ya sea de algún extraño té, o un guiso de cocina; ella podía pasarse horas ahí. Y justo detrás de las paredes, a la distancia, su corazón se apuró a observar el terreno circular de entrenamiento de los hombres de su padre, La Puerta del Peleador, y la pared de piedra baja que lo rodeaba. Observó con emoción como los hombres se acomodaban en líneas con sus caballos tratando de cortar sus objetivos—escudos colgando de los árboles. Se moría por entrenar con ellos. Kyra escuchó una voz de repente, tan familiar como la suya, procedente de la casa del guarda mientras se volteaba inmediatamente en alerta. Había una conmoción en la multitud, y observó como a través del bullicio, separándose de la multitud y saliendo al camino principal, emergía su hermano menor, Aidan, guiado por sus dos hermanos mayores, Brandon y Braxton. Kyra se puso en guardia. Supo por el sonido de alarma en la voz de su hermano menor que sus hermanos mayores no tenían buenas intenciones. Los ojos de Kyra se entrecerraron mientras observaba a sus hermanos mayores, sintiendo un conocido enojo subiendo dentro de ella haciendo que inconscientemente apretara más su arco. Entonces apareció Aidan, marchando entre ellos siendo un pie más chico, con ellos tomando sus brazos y arrastrándolo a la fuerza fuera de la fortaleza y hacia el campo. Aidan, un pequeño y sensible niño, apenas diez, se veía aún más vulnerable entre sus dos hermanos, brutos sobrecrecidos de diecisiete y dieciocho. Tenían características y apariencia similar, con quijadas fuertes y orgullosas barbillas, ojos marrones oscuros y cabello castaño ondulado—aunque Brandon y Braxton llevaban cabello corto, mientras Aidan lo tenía rebelde cayendo bajo sus ojos. Ellos se parecían mucho pero ninguno se parecía a ella, con su cabello semirubio y ojos gris claro. Vestida con sus medias tejidas, túnica de lana y capa, Kyra era alta y delgada, muy pálida según la opinión de otros, con una frente amplia y nariz pequeña, bendecida con notables características que habían hecho a más de un hombre voltear dos veces. Especialmente ahora que estaba por cumplir quince, notó que su apariencia incrementaba. Esto la ponía incómoda. No le gustaba llamar la atención, y ella no sentía ser bonita. No le interesaba la apariencia, sólo el entrenar, el valor y el honor. Preferiría haberse parecido más a su padre como sus hermanos, el hombre al que admiraba y amaba más que a nada en el mundo, en vez de tener sus rasgos delicados. Siempre se miraba al espejo buscando algo de él en sus ojos, aunque sin importar qué tanto se esforzara, no podía encontrarlo. “¡Dije que me suelten!” gritaba Aidan con una voz que llegaba hasta ahí. Al escuchar la voz de preocupación de su hermano menor, un niño al que Kyra amaba más que a cualquier otro en el mundo, se levantó en un solo movimiento como un León cuidando a su cría. Leo igualmente se tensó con su pelo levantándose en su costado. Ya que su madre se había ido hace tiempo, Kyra se sentía obligada de cuidar a Aidan, de suplir a la madre que nunca tuvo. Brandon y Braxton lo arrastraban por el camino alejándolo de la fortaleza por el descuidado camino que iba hacia el bosque, y vio como ellos trataban de que sostuviera una lanza, una muy grande para él. Aidan se había convertido en un objetivo fácil de sus burlas; Brandon y Braxton eran abusivos. Eran fuertes y hasta algo valientes, pero tenían más bravuconería que habilidades reales y siempre parecían meterse en problemas de los que no podían escapar. Era enloquecedor. Kyra se dio cuenta de lo que pasaba: Brandon y Braxton arrastraban a Aidan con ellos a una de sus cacerías. Pudo ver los sacos de vino en sus manos y supo que habían estado bebiendo; eso la enfureció. No era suficiente el que fueran a matar a un animal indefenso, sino que también arrastraban a su hermano menor junto con ellos a pesar de sus protestas. El instinto de Kyra se encendió y saltó a la acción corriendo cuesta abajo para enfrentarlos, con Leo corriendo a su lado. “Ya eres lo suficientemente grande,” le dijo Brandon a Aidan. “Es hora de que te vuelvas hombre,” dijo Braxton. Bajando por las familiares colinas, no le tomó mucho a Kyra el alcanzarlos. Salió hacia el camino y los detuvo bloqueando su paso, respirando con dificultad, con Leo a su lado y dejando a sus hermanos boquiabiertos. Inmediatamente pudo ver el alivio en el rostro de Aidan. “¿Estás perdida?” se burló Braxton. “Estás en nuestro camino,” dijo Brandon. “Vuelve a tus flechas y palos.” Los dos se rieron burlonamente, pero ella frunció el ceño, sin inmutarse, mientras Leo gruñía a su lado. “Aleja a esa bestia de nosotros,” dijo Braxton tratando de sonar valiente pero con el miedo asomándose en su voz mientras apretaba más su lanza. “¿Y a dónde creen que llevan a Aidan?” preguntó con seriedad, observándolos sin parpadear. Hicieron una pausa y fruncieron sus rostros. “Lo llevamos a donde nosotros queramos,” dijo Brandon. “Va a una cacería para aprender a ser un hombre,” dijo Braxton, enfatizando la última palabra como dirigiéndola a ella. Pero ella no cedería. “Es muy joven,” replicó firmemente. Brandon frunció el ceño. “¿Quién lo dice?” preguntó. “Lo digo yo.” “¿Y tú eres su madre?” preguntó Braxton. Kyra se enrojeció llena de rabia, deseando que su madre estuviera aquí más que nunca. “Tanto como tú eres su padre,” respondió. Todos se mantuvieron ahí en silencio, y Kyra miró a Aidan, que le regresaba la mirada con ojos asustados. “Aidan,” dijo ella, “¿es esto algo que quieres hacer?” Aidan miró al piso, avergonzado. Él se mantuvo ahí, en silencio, evitando su mirada, y Kyra supo que tenía miedo de hablar, de provocar la desaprobación de sus hermanos mayores. “Pues ahí lo tienes,” dijo Brandon. “No tiene objeción.” Kyra no se movió, llena de frustración, deseando que Aidan hablara pero sin poder obligarlo. “No es muy sabio de su parte llevarlo a cazar,” dijo ella. “Viene una tormenta. Pronto oscurecerá. El bosque está lleno de peligros. Si quieren enseñarlo a cazar, llévenlo cuando sea mayor, otro día.” Esto los molestó. “¿Y tú qué sabes de cazar?” preguntó Braxton. “¿Qué has cazado además de tus árboles esos?” “¿Alguno de ellos te ha mordido recientemente?” añadió Brandon. Ambos rieron y Kyra enmudeció pensando en qué hacer. Sin que Aidan hablara, no había mucho que pudiera hacer. “Te preocupas mucho, hermana,” dijo Brandon al fin. “Nada le pasará a Aidan bajo nuestro cuidado. Queremos endurecerlo un poco, no matarlo. ¿De verdad crees que tú eres la única que se preocupa por él?” “Además, nuestro Padre está observando,” dijo Braxton. “¿Quieres decepcionarlo?” Kyra inmediatamente miró por encima de sus hombros y arriba en la torre pudo divisar a su padre de pie en la ventana arqueada, observando. Sintió una gran decepción al ver que él observaba sin hacer nada. Trataron de moverla, pero Kyra se mantuvo ahí, bloqueando el camino decididamente. Pareció como que estaban por empujarla, pero Leo se puso entre ellos gruñendo y lo pensaron dos veces. “Aidan, no es muy tarde,” le dijo. “No tienes que hacerlo. ¿Quieres regresar a la fortaleza conmigo?” Lo miró y pudo ver lágrimas en sus ojos, pero también pudo ver su tormento. Pasó un gran silencio, sin nada que lo rompiera además del aullido del viento y la cayente nieve. Finalmente, se retorció. “Quiero cazar,” murmuró a medias. Sus hermanos la pasaron de imprevisto, golpeando con sus hombros, arrastrando a Aidan, y mientras se apuraban por el camino, Kyra se volteó y miró mientras sintió un malestar en el estómago. Se dio vuelta hacia la fortaleza y miró hacia la torre, pero su padre ya se había ido. Kyra observó mientras sus tres hermanos se perdían de vista entre la creciente tormenta hacia el Bosque de las Espinas, y sintió un hueco en el estómago. Pensó en tomar a Aidan y traerlo de vuelta, pero no quería avergonzarlo. Sabía que tenía que dejarlo ir, pero no podía. Algo dentro de ella no se lo permitía. Sintió peligro, especialmente a inicios de la Luna de Invierno. No confiaba en sus hermanos mayores; sabía que no dañarían a Aidan, pero eran descuidados y muy rudos. Y lo peor de todo, confiaban demasiado en sus habilidades. Era una mala combinación. Kyra no pudo soportarlo más. Si su padre no iba a actuar, entonces ella lo haría. Ahora era lo suficientemente mayor, no tenía que responderle a nadie más que a ella misma. Kyra empezó a correr bajando por el camino solitario con Leo a su lado, dirigiéndose justo hacia el Bosque de las Espinas.

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