Capítulo 18 (final)

2396 Words
Narra Artur Ya hacía un año y medio que vivíamos en Holanda, estábamos tranquilos, al menos todo lo tranquilo que se podía estar sabiendo que nuestra madre seguía viviendo con el asesino de mi padre y que Meik no se había comunicado hacía meses conmigo. No me había llegado ni una carta de él. Sabía que tal vez ya no me llegarían por culpa de la guerra y que ya de por sí era difícil antes, suponía que las cosas eran peores. Solté un suspiro y terminé de escribir la carta que le quería enviar a Meik, la coloqué en un sobre y le escribí la dirección, volví a suspirar dirigiendo mi mirada a la ventana. —¿Y si lo mataron? —negué rápidamente con la cabeza ante aquel pensamiento—. No, no debo pensar así. Me di unos golpecitos en las mejillas intentando apartar eso de mi mente, pero realmente debería planteármelo. Al instante, mis mejillas comenzaron a empaparse con lágrimas. Intenté secarlas rápidamente, pero era inútil, me era imposible dejar de llorar. Debería saber perfectamente que, estando en guerra, podrían haberlo matado. Me sobresalté cuando, repentinamente, tocaron mi puerta, rápidamente sequé mis lágrimas, me levanté y abrí. Del otro lado se encontraban Isaac y Noah, ambos me miraron con una sonrisa que se desvaneció en una fracción de segundo. —¿Qué pasa? —preguntó mi hermano, negué con la cabeza sin muchas ganas de hablar dado que tenía un nudo en la garganta. Sentía que si decía algo, se me van a salir las lágrimas. Me aparté de la puerta permitiéndoles la entrada, ambos entraron, Isaac se sentó en mi cama, mientras mi hermano se deslizaba hasta mi escritorio. —¿Cuántas llevas escribiendo sin respuestas? Me encogí de hombros sentándome junto a Isaac. —¿Y si está viajando? Tal vez te de una sorpresa —dijo Isaac con una pequeña sonrisa. —N-no lo creo —solté sintiendo mi voz temblar—. N-no creo que esté vivo... Bajé la cabeza cuando sentí que las lágrimas resbalaban por mis mejillas nuevamente. Al instante, Isaac me abrazó, correspondí colocando mi cabeza en su hombro. —Hermano... —escuché la voz de Noah—. No pienses así, Artur, él es un soldado, estará bien —sentí como me acariciaban el cabello—. Estoy seguro que está bien, debe de estar viajando a Holanda ahora mismo- Levanté la mirada, encontrándome con los ojos de Noah. —¿T-tú crees? Asintió, mostrando una pequeña sonrisa intentando consolarme, volví a ocultar mi rostro contra el hombro de Isaac, me calmé lo más rápido que pude y me separé. Sequé mi cara con mis mangas y respiré profundo. —¿Llamó mamá? —pregunté luego de unos instantes de estar en silencio, mi hermano asintió, pero no parecía que tuviera buenas noticias—. ¿Sucedió algo? —Nuestro padre está maltratando a mamá, nos lo ha dicho hoy, luego de casi dos años —solté un suspiro pesado. —No es nada nuevo, Noah, recuerda como era a veces cuando vivíamos en Berlín —nos quedamos en silencio unos instantes—. ¿Mamá no dijo nada de Meik? Tanto Isaac como mi hermano negaron rápidamente con la cabeza, suspiré nuevamente acostándome en la cama. Luego de unos minutos en silencio, Noah comenzó a molestar, provocando que comenzáramos a "pelear". Realmente no peleamos de verdad desde que todo esto comenzó a pasar, todo el tema de la guerra nos ha unido mucho, ya no tengo la necesidad de molestarlo porque sí. Gracias a las idioteces que me decía mi hermano, logré calmarme un poco y distraerme de todos mis pensamientos. El tiempo se nos pasó realmente rápido, en un abrir y cerrar de ojos se había hecho tarde, decidimos que hoy dormiría en el cuarto que compartían Isaac y Noah, para que no me sintiera tan solo. Una vez que me puse mi pijama, me dirigí a su cuarto y, luego de hacer mi expresión de asco natural al verlos besarse, me acosté en la litera de arriba. —Cuando veas a tu soldado no vas a hacer la misma expresión, ¿verdad? Me burló Noah, rápidamente tomé mi almohada y se la arrojé consiguiendo que soltara una carcajada. —Isaac y yo tendremos que hacer la mueca cuando los veamos besarse —dijo devolviéndome la almohada. —Espero que algún día pueda siquiera tener noticias de él. Nos quedamos en silencio, mi hermano se levantó y se colocó al borde de mi cama. —Deja de ser tan pesimista, Artur, volverás a verlo, tenlo por seguro —me giré hacia él, su semblante tenía un dejo de pena—. Estoy seguro de que mamá lo traerá contigo de nuevo. Asentí. Estaba un poco cansado de que me estuviera consolando constantemente mi hermanito. Desde que Meik dejó de contestar las cartas y de que no pudiera hablar por teléfono con él, ambos han estado consolándome como si fuera un niño. —Antes de venir, mamá me dijo que lo obligaría a venir conmigo, espero que no se le haya olvidado —mi hermano sonrió. —Ya sabes cómo es mamá, lo obligará de verdad —nos miramos un par de segundos en silencio, para luego soltar una pequeña risita—. Intenta descansar y no pensar mucho, hermano. Asentí, Noah volvió a acostarse. Por mi parte, me arropé cerrando los ojos. Me desperté escuchando los murmullos de los chicos, abrí levemente los ojos notando la poca luz que se colaba a través de la ventana; ya era de mañana. Me levanté saludando a mi hermano y a Isaac con la mano, luego salí de la habitación, me alisté rápidamente, bajé y me dirigí al buzón para recoger el correo. Busqué alguna carta que viniera de Weimar, sea de mi madre o de Meik. Me senté en la mesa, Lena se acercó rápidamente colocando una taza delante mío, junto con un vaso, me sirvió café y jugo de naranja, luego se sentó junto a mí, la miré recibiendo una sonrisa por su parte, volví mi mirada a las cartas, las revisé una por una, pero ninguna era para mí o mi hermano. Solté un suspiro y le entregué las cartas a Lena, ella acarició mi cabello, para luego levantarse y subir. Al poco tiempo bajaron Isaac y Noah, ambos se sentaron frente a mí, tomé la taza de café y se la di a Isaac. —Si preguntan por mí, me fui a caminar por el bosque. Tomé mi abrigo y salí de la casa. No tener noticias no me agradaba en lo absoluto, mi madre llama todos los días, pero no parece que Meik esté en la casa, de ser así, le diría que me hable. Caminé un rato bastante largo hasta que me cansé, me senté contra un tronco y, simplemente, descansé. Mi cabeza no había dejado de pensar en las peores cosas todos estos días, era realmente agotador. Volví a la casa unas horas después, cuando el sol comenzaba a ocultarse. Noté que en la puerta de la casa se encontraban mi abuela, Noah y Isaac, estos últimos se encontraban sentados en las escaleras. De repente escuché los motores de unos cuantos automóviles que me impedían llegar hasta la puerta de la casa, los automóviles cruzaron de manera lenta por el camino de tierra; por un segundo creí que serían soldados buscando a Isaac, pero ese pensamiento desapareció cuando se alejaron de la casa. —Están trayendo gente de Alemania —dijo mi abuela cuando me acerqué a ellos—. Tal vez traigan a tu soldado en unos días. Sonrió, la miré unos segundos en silencio; no había pensado en que podrían traer a Meik. De nuevo tenía algo de esperanza de poder estar con él. Los días pasaron lentamente. Solo me dedicaba a ver los autos que pasaban frente la casa, con la esperanza de que alguno de ellos se detuviera y de él bajase Meik, pero no sucedía, no aparecía. Hoy, como de costumbre, me senté junto a la ventana con libro en mano, levantando la mirada de vez en cuando. —Ya no levantas más la vista de tu libro —escuché decir a mi abuela desde su mecedora. —No tengo por qué hacerlo, abuela, él no vendrá. —No lo sabes. —Lo he estado esperando todo este tiempo, pero temo que lo que veré luego de la guerra será su fotografía entre la de los demás caídos. No me agradaba en lo absoluto decir eso, hacía que se me formara un nudo en la garganta y no me dejara respirar. —A unos quilómetros de aquí hay un refugio para quienes vienen de Alemania, tal vez esté allí. Negué con la cabeza sabiendo que no me veía. De repente, unos toques sonaron en la puerta, escuché los pasos rápidos de Lena acercarse a la entrada y abrir, no llegaba a escuchar la conversación, pero tampoco me importaba mucho. Escuché la puerta cerrarse nuevamente y una voz masculina contestarle a Lena, mi abuela se levantó y, con la rapidez que posee una mujer de setenta y cinco años, se dirigió hacia la visita. Al instante, escuché unos pasos firmes acercarse a mí junto con los de mi abuela. —No debes perder la esperanza, niño. Nunca. Volví a suspirar. —Abuela, no vendrá, no está en... Me quedé mudo en cuanto levanté la vista cruzándola con aquellos ojos celestes que creí que nunca más podría ver. Me levanté lentamente, dejando el libro en el alfeizar, me acerqué a él y, aprovechando que ahora no era tan grande la diferencia de alturas, acerqué mi mano a su rostro, pero no alcancé a tocarlo creyendo que no era más que un espejismo. —Ha pasado tiempo, haz crecido mucho desde la última vez —mis ojos se llenaron de lágrimas al escucharlo. —T-te extrañé tanto —dije abrazándolo con fuerza—. C-creí que te habías muerto, h-hace seis meses que no tengo noticias de ti. No pude aguantar las ganas de llorar. Sentí sus brazos rodear mi cintura abrazándome tan fuerte como lo estaba haciendo yo. —Te contaré todo lo que ha pasado en Alemania y porqué me he tenido que desaparecer todo este tiempo. Me separé de él mirándolo, tenía el cabello algo alborotado y parecía ser que no se había afeitado por un par de días. —Llévalo a tu cuarto, Artur, no hay más habitaciones vacías. Asentí, tomé su mano y esperé a que él tomara su mochila. Una vez en mi cuarto, cerré la puerta y le arrebaté su pesaba mochila para ponerla en la cama, él me sonrió acariciando mi mejilla. Nos miramos unos segundos en completo silencio. Había comenzado a olvidar sus facciones, su sonrisa, la forma de su nariz, su voz. —Dime, ¿qué ha sucedido? ¿Por qué no vienes con mi madre? Soltó un suspiro, se sentó en la cama y me sentó en sus piernas. —No ha querido venir conmigo, decidió quedarse con Henlein. Un tiempo después de que te hayas ido hice mi carta de renuncia, pero no la había enviado —lo miré unos instantes sin entender mucho—, fue tu madre quien lo hizo. Me enteré después de unos días cuando Kaiser y otros idiotas comenzaron a amenazarme; terminé hiriendo a uno de ellos para evitar que me den una paliza. Me quedé con tu madre todo el tiempo que pude, o al menos el que me dejó. Hace unos meses, luego de echar a tu padre de la casa, noté que Amelie bajaba una mochila prácticamente a rastras, creí que era su equipaje y que finalmente nos iríamos, pero me dio una dirección y me pidió que me fuera. Solo pude dejarle una de mis pistolas para defenderse de tu padre, prácticamente me echó de la casa y robé uno de los vehículos de los militares, pero no llegué muy lejos, a las afueras de Weimar se encontraba un pelotón de las SS patrullando, así que me la pusieron difícil para poder salir hacia Berlín —hizo una pausa, se acomodó en mi hombro acercándome un poco a él—. El resto del viaje fue cruzando como pude hasta Holanda. Corrió rápidamente la noticia de que yo y algunos otros soldados renunciamos en plena guerra, nos llamaron "traidores" y nos estuvieron buscando. No he tenido un lugar en donde quedarme, apenas tuve que comer y la mayor parte del tiempo me encontraba de camino hacia acá, es por eso que no pude escribirte, ni llamarte. —Realmente creí que te habían matado, creí que no volvería a verte jamás... Aunque te estuve esperando —levantó la cabeza de mi hombro para mirarme. De repente mis ojos se llenaron de lágrimas al ver sus facciones nuevamente—. E-estoy tan feliz de tenerte de nuevo conmigo, pero al mismo tiempo me entristece que hayas pasado por tanto solo para venir. —Ya no importa nada de eso, Artur, ahora estoy contigo, solo debemos rezar porque tu madre esté bien el tiempo que se quede con tu padre. Asentí, bajándome de su regazo. —¿Por qué no tomas un baño y te acuestas? Necesitas descansar luego de todo lo que pasó. Yo ordenaré el closet para que puedas guardar tus cosas. Asintió sonriendo, se levantó, tomó algo de ropa y salió del cuarto. Yo también me levanté, pero para dirigirme al closet. Sonreí contento, había perdido completamente la esperanza de poder verlo de nuevo con vida. ------------------------------------------------------------------------ El tiempo pasó, la guerra terminó y nuestras vidas ahora son realmente tranquilas. Volvimos a Berlín en cuanto mi padre fue encarcelado, mi madre, mi hermano y mi cuñado viven juntos en la casa de la familia de Isaac. Arreglaron la casa y reconstruyeron el negocio de sus padres en el que trabajamos los tres ahora. En cuanto a Meik, él se dedica a arreglar la casa de su madre, donde vivimos nosotros ya que su madre y su hermana escaparon a Estados Unidos luego de que su hermana conociera a un soldado estadounidense. Nuestra vida, como la de todos los alemanes y judíos que sobrevivieron a los campos de concentración, comienza de nuevo, comienza desde cero, desde los escombros de una ciudad desbastada por la guerra.

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