Narra Artur
Miré a Meik unos instantes, mientras doblaba mi ropa y la guardaba en mi maleta. Estaba realmente triste porque me vaya, aunque aún tenía tiempo para estar conmigo, dado que me voy en dos días, no me muestra otra cosa que no sea una cara larga. Guardé lo que había doblado, me acerqué a él y acaricié su mejilla, tomó mi mano presionándola levemente contra su mejilla, le dediqué una pequeña sonrisa.
—Sabes que a mí tampoco me agrada la idea de irme tan lejos, pero no queda otra opción.
Asintió con resignación, nuevamente le sonreí intentando calmar su angustia, pero la sonrisa no me duró mucho que digamos ya que mis ojos se llenaron de lágrimas, Meik rápidamente me abrazó haciendo que colocara mi cabeza en su pecho.
—No llores, Artur, no quiero verte así —dijo mientras me acariciaba el cabello—, no quiero verte llorar antes de irte, quiero grabarme en la mente tu sonrisa —levanté la mirada hacia su rostro, pasó su mano por mis mejillas secando las lágrimas que resbalaban por estas—. Te ayudo a que termines de empacar, así pasamos el día juntos, o al menos hasta que tu padre me haga volver al trabajo.
Asentí, me aparté de él volviendo a mi tarea empacando mi ropa con la ayuda de Meik. Cuando terminamos, decidimos salir al patio. No podíamos ir muy lejos, dado que Meik seguía en horas de trabajo, por así decirlo, mi padre lo podría necesitar para algo. Nos sentamos en el pasto en completo silencio, solté un pequeño suspiro recostando mi cabeza en su hombro, cerré los ojos unos instantes, sintiendo la brisa de verano en mi rostro. Meik prendió un cigarrillo, el cual metió en su boca, aspiró, sacó el cigarrillo y exhaló con algo de fuerza expulsando el humo, luego desvió la mirada hacia mí.
—¿Qué sucede? —preguntó cruzando su brazo alrededor de mis hombros—. ¿Te aburres?
—Nunca me aburro si estoy contigo.
Le sonreí recibiendo como respuesta un beso que pretendía ser corto, pero lo alargué un poco más tomándolo de las mejillas. Extrañaré este patio, la brisa y poder estar junto a Meik; extrañaré ver el lago junto a él y sentir sus brazos rodearme.
—De verdad te extrañaré —dijo cuando nos separamos del beso—. Espero que todo esto termine pronto.
Volvió a besarme tomándome de la cintura, acercándome a él. Pronto nos separamos aún con algo de miedo de que nos vieran. Nos miramos unos instantes sin decir absolutamente nada, simplemente nos observamos grabándonos las facciones del otro en nuestras memorias.
—Señor Fellner —me aparté rápidamente al escuchar la voz de mi madre, Meik desvió la mirada hacia ella separándose de mí completamente—, mi esposo necesita que vaya a su oficina.
Meik asintió, se levantó y entró a la casa, en cuanto a mi madre, ella se acercó a mí con una pequeña sonrisa en el rostro.
—Aprovechan el tiempo que les queda, ¿verdad? —asentí con un poco de vergüenza—. Será duro, hijo —dijo sentándome—. La guerra es dura, pero sé que estarán juntos luego de todo esto —pasó su mano por mi mejilla suavemente—. El señor Fellner irá por ti, estoy segura de eso, sino lo llevaré yo misma hasta ti, mi niño.
La miré con una pequeña sonrisa que no pude ocultar, ella me sonrió también y me besó en la frente, luego entró a la casa. Me quedé solo en el patio trasero por un rato, mordisqueándome el labio algo nervioso. Cuando comenzó a oscurecer, me levanté de donde me encontraba y entré, me dirigí a la escalera, paseando la mirada por la puerta del despacho de mi padre, la luz se encontraba encendida y escuchaba levemente la voz de él y de Meik. Solté un pequeño suspiro y subí con la intención de encerrarme en mi cuarto, pero, cuando escuché las risas provenientes del cuarto de mi hermano, decidí ir con ellos, o al menos, preguntarle a mi hermano si podía quedarme allí hasta que Meik esté libre. Me acerqué a la puerta y toqué, unos segundos después, la puerta se abrió mostrándome el rostro de Noah, él me examinó con la mirada.
—¿Qué sucede?
Escuché la voz de Isaac que provenía de dentro del cuarto, pero no entendí que decía.
—¿Están ocupados? Meik tiene trabajo y no me apetece estar solo hoy.
Noah, sin decir ni media palabra, se apartó de la puerta dejándome pasar, entré y me senté frente a uno de los escritorios, Isaac me dirigió una pequeña sonrisa, le sonreí también paseando mi mirada por la habitación. Últimamente, todos somos extraños conviviendo bajo el mismo techo, desde que mi madre vio lo que le hacía mi padre a Isaac se desató una guerra en esta casa, mis padres discutían a menudo y nosotros ya ni siquiera comíamos en el comedor, las sirvientas nos traían la comida directamente a las habitaciones, por órdenes de mi madre para que no tengamos que cruzarnos con mi padre.
—¿Ya hiciste las maletas, Artur? —me preguntó Noah rompiendo el silencio que se había formado, simplemente asentí—. ¿Qué te sucede?
Me encogí de hombros sin decir absolutamente nada, mi hermano me miró unos instantes, luego miró a Isaac y volvió a mirarme.
—¿Te preocupa el viaje?
Realmente no sé si Isaac se refiere al viaje en si o al hecho de que voy a dejar atrás a Meik. Cualquiera sea el caso, simplemente contesté encogiéndome de hombros, mi hermano se levantó, se acercó a mí y se sentó en el escritorio.
—¿Es eso o sucede algo más? Anda Artur, nunca nos contamos todo, pero nunca es tarde para comenzar a forjar una relación como todos los hermanos —nos miramos unos instantes en silencio—. Habla, ahora puedes confiar en nosotros.
Solté un pequeño suspiro, para luego comenzar a hablarles de cómo me sentía. No me gustaba hablar de lo que sentía, pero mi hermano prácticamente me estaba obligando. Comencé a hablarles sobre cómo nos encontrábamos Meik y yo este tiempo, el miedo que tenía de que mi padre lo mande al frente de batalla, o que se olvide de mí el tiempo que estemos separados.
—¿Le enviarás cartas? —asentí sin pensar mucho—. Entonces no se olvidará de ti, idiota —dijo mi hermano mostrando una pequeña sonrisa burlona, solté un suspiro dándole un pequeño golpe.
—No me molestes, o te ganarás un golpe de verdad.
Mi hermano soltó una pequeña risa, se levantó del escritorio y se acercó a su novio.
—Ahora podré molestarte —dicho esto, tomó del mentón a Isaac y lo besó.
—¡Me dan asco! —exclamé sabiendo que era eso lo que buscaba, mi hermano se separó rápidamente y soltó una carcajada—. No creo poder aguantar todo el viaje hasta Holanda si van a estar así —hice una expresión de asco, mi hermano soltó otra carcajada—. Voy a tirarte del tren si haces eso en el viaje.
—¿Solo a mí? —asentí.
—Isaac me cae bien, tú no —ambos me miraron unos instantes sin decir nada—. ¿Qué sucede? —se miraron y luego volvieron a mirarme—. ¿Qué?
—¿Yo te caigo bien?
¡Mierda! No creí que se detuvieran en eso, lo dije simplemente por molestar, aunque no fuera mentira realmente; después de todo este tiempo en el que había logrado conocer un poco a Isaac, no tenía muchos motivos para decir que lo odio o que me caiga mal.
—Sí. Ya eres mi cuñado prácticamente, tendremos que llevarnos bien de todos modos —le dediqué una pequeña sonrisa, la cual me correspondió de la misma manera.
Luego de aquella conversación, Noah no paró ni un segundo de molestarme con Meik, pero rápidamente Isaac lo hacía callar cuando me miraba. No estaba seguro de que cara pondría, pero realmente no era a propósito, Noah realmente no sabía molestar. De repente, unos toques en la puerta interrumpieron la conversación que estábamos teniendo, me levanté y abrí, era Meik; seguramente me estaba buscando al ver que no estaba ni en el patio, ni en mi cuarto, ni en el suyo.
—¿Estás haciendo algo? —preguntó ni bien me vio, negué rápidamente con la cabeza saliendo del cuarto, cerré la puerta tras mi espalda, lo tomé de la mano y me metí en su cuarto—. Veo que me extrañaste —dijo mientras cerraba la puerta—. Antes que nada, tengo que decirte algo, Artur.
Hizo que me sentara en su cama, se puso en cuclillas frente a mí y tomó mis manos.
—No podré estar para despedirte, tu padre me ha pedido que vaya a trabajar con él —mi ánimo acaba de descender hasta el centro de la tierra—. Iremos al campo de trabajo, no tengo ni idea de lo que haremos, pero tendré que ir justo ese... —sentí que mis lágrimas comenzaban a descender por mis mejillas de repente—. No llores —dijo mientras secaba mis lágrimas con su pulgar —me levantaré temprano lo más temprano que pueda ese día, si quieres te puedo despertar para despedirme de ti —asentí, para luego abrazarlo-no dejaré que te vayas sin que nos podamos despedir-lo abracé más fuerte, colocando mi cabeza en su hombro. Se separó después de unos instantes, colocó sus manos en mis mejillas y se acercó a mi rostro, acariciando una de mis mejillas con su pulgar, me besó en la frente, para luego enseñarme una pequeña sonrisa triste; no quiero que ésta sea la sonrisa que me lleve a Holanda, pero no creo que pueda ver otra por su parte ahora-acostémonos, estemos juntos sin más-asentí, Meik me besó en la frente, para luego apartarse y quitarse el uniforme, me levanté de la cama con la intención de ir por mi pijama, pero él me detuvo tomándome por el brazo, lo miré sin entender, me tomó en brazos, me acostó en la cama y se acostó junto a mí, le sonreí instantáneamente colocando mi cabeza en su pecho.
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—Artur, despierta, es hora —sentí que me movían levemente—. Artur.
Mierda, no quiero quedarme dormido, hoy es el último día que lo podré ver. Me senté rápidamente dirigiéndole la mirada, él me sonrió al instante, noté que ya se encontraba con su uniforme.
—Buenos días —me dio un pequeño beso en los labios—. Vamos a desayunar, pequeño.
Asentí, me levanté rápidamente y salí del cuarto para alistarme. Cuando estuve listo, me dirigí al cuarto de Meik, él no estaba allí, así que bajé al comedor, dónde se encontraba sentado, tomando su café como siempre, me senté a su lado, la sirvienta rápidamente me trajo el desayuno.
—¿Cuánto tiempo nos queda? —pregunté comenzando a desayunar, Meik dejó la taza sobre la mesa y miró su reloj.
—Una hora —asentí, desayuné lo más rápido que pude y lo miré.
—Aprovechemos el tiempo antes de que tengamos que irnos —me acerqué a él, me sonrió y me tomó del mentón para darme besos cortos en los labios, uno tras otro—. ¿Me dejarás besarte de verdad?
Me besó, pero no duró mucho, ya que una de las sirvientas tiró algo, ambos nos separamos y la miramos, la chica bajó la mirada al instante, Meik se levantó, me tomó de la mano y me llevó hasta el jardín, me colocó contra la pared y me besó. Correspondí al instante cruzando mis brazos alrededor de su cuello. Sentí de repente que unas lágrimas resbalaban por mis mejillas sin que pudiera evitarlo. Meik se separó y me miró secándome rápidamente las lágrimas.
—No llores, Artur, no será la última vez que nos veamos, lo prometo —me dio un corto beso—. No quiero verte llorar ahora...
El tiempo pasó como si hubiera sido solo un instante. Pronto, la hora de despedirme de Meik había llegado. Cuando mi padre lo llamó, rápidamente se acercó a mí, me dijo que me buscaría cuando todo terminase y, luego de darme un último beso, se fue. Subí hasta mi cuarto, tomé mis maletas y bajé a la sala, donde me quedé hasta que Isaac y Noah bajaron. mi madre les dio un desayuno ligero, nos dio a los tres una pequeña bolsa con galletas y se sentó con nosotros en el sofá a darnos consejos que no presté atención; esperaba que mi hermano si lo haya hecho. Pronto, el chofer de mis abuelos había llegado, mi madre salió con nosotros, acompañándonos hasta el auto, donde nos paramos los cuatro. Mi madre abrazó primero a Isaac, luego a Noah y por último a mí, acariciándome el cabello con suavidad.
—Cuídalos, eres el mayor, ahora tienes que protegerlos por mí —me susurró—. Y no te preocupes por Fellner, lo obligaré a que te busque si no lo hace —volvió a susurrar provocando que en mi rostro apareciera una pequeña sonrisa.
Mi madrenos saludó una última vez y nos subimos al auto. Esta será la última vez queestaremos en este lugar y en Alemania, en unos días comenzaremos una vida en Dordrecht.