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Doctor Vincent

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Blurb

Se busca yerno: Un empresario ofrece un gran salario, busca un marido para su hija. Requisitos: hombre; no más de 35 años. Serás bien pagado una vez que seas elegido. Por favor, ponte en contacto conmigo si estás interesado.

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Capítulo 1: Miserable Compañía
Fairfax era una ciudad normal y corriente, no demasiado ajetreada ni aislada, a lo largo del curso medio y bajo del río Misisipi. Esta historia comienza en una zona residencial con casas de cartón y edificios de apartamentos de tamaño medio. El día era aburrido y monótono, como el color exterior de las casas, y alguien que creyera en un poder superior podría adivinar que nada bueno saldría de un día así. Vincent Wayne vivía en uno de esos sosos edificios de apartamentos, en una vieja y descuidada calle llamada Hilltop Street. Acababa de graduarse en la facultad de medicina, por lo que su futuro era brillante; al menos eso es lo que él pensaba. Por eso, se quedó un poco atónito al ver la carta que tenía delante. No había podido encontrar un puesto para sus prácticas. Después de tres meses de duro trabajo, ¿este fue el resultado que obtuvo? Vincent gruñó con rabia. Sabía por qué no había encontrado un puesto: no había sobornado al subdirector, el Sr. Johnson, como habían hecho los demás chicos de su clase. Una tormenta de preocupación comenzó a formarse en la mente de Vincent. Sin ingresos, ¿cómo iba a explicar esto a su novia? Vincent suspiró, mirando al espejo con tristeza. Luego se dirigió a la ventana para tomar un poco de aire fresco, asomando la cabeza y respirando profundamente. De repente, algo pasó volando y le golpeó directamente en la frente, sobresaltando a Vincent, que dio un salto hacia atrás y tropezó con la lámpara colocada junto a la ventana.  —¿Hmm? —Vincent se frotó la nariz y miró a su alrededor; el culpable era un inofensivo avión de papel. —¿Qué coño? ¿Quién sigue despierto lanzando aviones de papel a altas horas de la noche?... ¿Qué? —Cuando Vincent estaba a punto de tirarlo a la basura, las palabras del papel llamaron su atención. Desplegándolo lentamente, vio un pequeño anuncio en forma de folleto: Se busca yerno: Un empresario ofrece un gran salario, busca un marido para su hija. Requisitos: hombre; no más de 35 años. Serás bien pagado una vez que seas elegido. Por favor, ponte en contacto conmigo si estás interesado. Junto al anuncio había una foto de una chica. Era hermosa, con el pelo rubio hasta los hombros y ojos de un azul claro. Era delgada, pero con curvas que atrajo la mirada de Vincent. Sus ojos eran brillantes y luminosos que miraba fijamente a los ojos de Vincent. ¿En serio? ¿Una mujer joven, hermosa y rica? Vincent sacudió la cabeza, qué hacía la gente hoy en día. Tiró el papel a un lado. Un golpe en la puerta interrumpió sus pensamientos. Vincent se levantó y se dirigió a la puerta, abriéndola. Normalmente, se alegraría de ver a Lora, pero hoy sentía temor en el estómago. Lora era una chica guapa, muy activa y en forma, de piel clara, suave y piernas largas. Hacían buena pareja y siempre que salían, los demás los miraban con envidia.   En cuanto Lora vio a Vincent, lo miró con desprecio, y luego corrió al baño. —Lora, espera, yo... Tengo algo que decirte... —Vincent parecía un poco culpable mientras la esperaba allí sentado. —¿Qué? —Lora Boren hizo una pausa. —Yo… —Vincent no pudo ni siquiera iniciar la conversación. Los dos habían estado enamorados desde el primer año de universidad. Habían alquilado un pequeño apartamento después de la graduación y vivían juntos; Lora trabajaba cerca como empleada en una pequeña empresa. Habían planeado alquilar algo más grande cuando Vincent comenzará sus prácticas. Por desgracia, antes de que pudiera proponerle algo, perdió su trabajo. ¿Cómo se suponía que él, un estudiante universitario talentoso y orgulloso, le contaría sobre esto? —¿Sí, Vince? —Lora frunció el ceño. —Um... yo... deberías ver esto… —Vincent no se atrevió a mirar a Lora a los ojos, así que tomó la carta y se la entregó como si nada. —¿Qué? ¿Qué quieres decir? —Lora tomó el papel, pero frunció el ceño tras desdoblarlo, pareciendo un poco sorprendida. —Lo siento… —Vincent negó con la cabeza. —¡Bien por ti, Vincent! Por fin has encontrado la manera de hacer algo por ti mismo, ¿no es así? —Lora lo miró con enfado—. ¿Un yerno? No puedo creer que hayas caído en un truco tan bajo. Bueno, ¡supongo que es hora de que te deje en paz! —¿Qué? —Vincent se quedó atónito, y luego levantó la vista. Lora tenía el maldito anuncio en la mano. —¡No, no, no! ¡No es esto! ¡No es esto! —Vincent se apresuró a agarrar el papel y luego le pasó la carta real. —Yo... he suspendido las prácticas. Finalmente, Vincent reunió fuerzas para mirar a Lora, —Perdí mi trabajo... —¿Perdiste tu trabajo? —Esta vez, la voz de Lora se volvió más áspera—. Así que acabas de ver tu escapatoria y estás dispuesto a aprovecharla, ¿no es así? —¡No! ¡No es mía! ¡No sé de dónde ha salido! —suplicó Vincent mientras se acercaba para tomar su mano. —¡Ya basta! —Lora le apartó la mano y apretó la carta haciéndola una bola antes de arrojarla a la cara de Vincent. —¿Qué tan estúpida fui al estar con un perdedor como tú? ¿De qué otra cosa eres capaz? Eres tan ordinario, nunca lo imaginé. Mientras gritaba, Lora se había quitado su bolso de imitación del hombro, arrojándolo ferozmente sobre la mesa, mientras se dirigía al baño. Como resultado, su clavícula quedó al descubierto, junto con las marcas rojas que tenía. ¿Chupetones? Vincent se sorprendió y le agarró la mano. —¡Espera! —¿Y ahora qué? —Lora se dio la vuelta y le miró con indiferencia. Su mirada de odio habría herido a Vincent pero ahora mismo estaba concentrado en otra cosa. —Tú... ¿Qué son esas marcas? ¿No estabas en la fiesta de reencuentro de la secundaria? —Vincent señaló las marcas en su piel con rabia. Lora se congeló por un momento. Rápidamente se colocó la blusa sobre los hombros. —¿De qué estás hablando? No es nada. —¿Nada? ¿Cómo se hacen chupetones en la fiesta de reencuentro de la secundaria? Vincent agarró a Lora mientras hablaba y le quitó la ropa con dureza. Esta vez, descubrió que no sólo su clavícula, sino también su cuello y la zona por encima de sus pechos estaban todos cubiertos de chupetones. Marcas rojas, azules y moradas. Vincent se quedó en blanco de repente. —¿Qué estás haciendo? —Lora golpeó la mano de Vincent y gritó bruscamente. —¿Qué estoy haciendo? ¿No debería ser yo quien te hiciera esta pregunta? —Vincent trató de contenerse y le gritó a Lora con voz temblorosa—. Dame una explicación. ¿De dónde vienen estas marcas, Lora? —Vincent seguía reprimiendo el dolor y la ira en su corazón, señalando a Lora con un dedo tembloroso. Lora sabía que tenía que enfrentarse a esto, pero aún así intentó poner una excusa: —¿Por qué? No tengo que explicar nada... Fui a jugar al paintball con mis hermanas y así es como me hice estas marcas. ¿Tienes algún problema con eso? —¡No me lo creo, Lora! Sólo admítelo, ¿me estás engañando? —Vincent gritó histérico a Lora. —¡¿Engañando?! —Lora se burló de repente y se rió a carcajadas—. ¡Sí! ¡Te he engañado! ¡Porque no soporto las comidas baratas! ¡Estoy cansada de hacer lo que los demás quieren o de que se rían de mí por la ropa de imitación que me compro! Estoy harta de una vida así y me he hartado de verte la cara, ¡perdedor de mierda! —Lora gritó a Vincent, ¡y luego recogió su bolso de la mesa y salió corriendo del apartamento! Vincent se tranquilizó un poco y se arrepintió de cómo había tratado a Lora, así que la abrazó por detrás: —¡Lora, lo siento! No debí haberte gritado. Lora lo apartó ferozmente, se dio la vuelta y se burló: —No, tenías razón al hacerlo. Vincent se quedó atónito. Lora sonrió y negó con la cabeza: —A decir verdad, he encontrado a alguien que me quiere desde el bachillerato. Le va muy bien, tiene su propia empresa, ya sabes. Y estas marcas… —Lora señaló los chupetones—. Esta es la prueba que ha dejado para demostrar su amor por mí... —No, tú... estás mintiendo. Tú no me harías esto, Lora. No puedes hacerme esto —Vincent se agarró el pelo y murmuró incrédulo. —Gracias por estar conmigo durante tanto tiempo, y gracias por hacer más fácil dejarte esta noche... Tengo a alguien esperándome. Adiós —Tras decir eso, Lora tiró la puerta dejando a Vincent solo en el pequeño y patético apartamento. —¡Lora! Lora! —Vincent gritó en la puerta, perdiendo sus pensamientos por un momento. Y luego se apresuró a salir al balcón y siguió gritando hacia el viejo callejón que casi no tenía luces en la noche. —¡Cállate la boca! —Alguien le gritó a Vincent desde otra ventana, pero éste lo ignoró y siguió llamando a Lora. Vincent se quedó mirando el costoso coche que estaba al ralentí frente al edificio. Observó con incredulidad cómo Lora, su novia, el amor de su vida, se sentaba en el interior del coche que se alejaba en la noche. Vincent miró el coche en retirada con cara de angustia. Lora... ¿se había ido de verdad o estaba soñando? No, no podía haberse ido. No podía dejarme, pensó Vincent. De repente, algo pasó cerca de él. ¿Otro maldito avión de papel? Justo cuando levantó la vista para ver qué era el sonido, algo le golpeó con fuerza. —¡Bang!— Vincent chilló sorprendido y dolorido por el repentino impacto. Cuando estaba a punto de perder el conocimiento, pensó: «¿Así se siente ser electrocutado?»

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