CAPÍTULO CUATRO

3145 Words
CAPÍTULO CUATRO Caitlin y Caleb caminaban por la empinada ladera de la montaña hacia la aldea de Nazaret. El terreno era rocoso, y se resbalaban más que caminaban por la ladera empinada, levantando tierra. A medida que avanzaban, el terreno comenzó a cambiar, la roca dio paso a matas de maleza y alguna palmera, y luego a hierba. Finalmente, llegaron a un olivar y caminaron en medio de hileras de olivos, mientras continuaban hacia la ciudad. Caitlin miró de cerca las ramas y vio miles de pequeñas aceitunas que brillaban en el sol, y se maravilló de lo bonitas que eran. Cuanto más se acercaban a la ciudad, los árboles eran más verdes. Caitlin miró hacia abajo y desde ese punto pudo tener una vista de pájaro del valle y la ciudad. Como un pequeño pueblo enclavado en medio de enormes valles, Nazaret apenas podía considerarse una ciudad. No parecía tener más de unos pocos cientos de habitantes y unas pocas docenas de edificios pequeños de un solo piso construidas de piedra. Varios parecían estar construidos con una piedra caliza blanca y, a lo lejos, Caitlin vio a aldeanos machacar las enormes canteras de piedra caliza que rodeaban la ciudad. Oía el eco de su martillos y veía el polvo de piedra caliza flotar en el aire. Nazaret estaba rodeada por un sinuoso muro bajo de piedra de tal vez de diez metros de altura, que se veía antiguo, aun en esa época. En el centro había una amplia puerta arqueada abierta. Nadie hacía guardia en la puerta, y Caitlin supuso que no tenían ninguna razón; después de todo, se trataba de un pequeño pueblo en el medio de la nada. Caitlin se preguntó por qué habían despertado en esa época y en ese lugar. ¿Por qué Nazaret? Pensó de nuevo y trató de recordar lo que sabía de Nazaret. Recordaba haber aprendido una vez algo al respecto, pero no podía recordarlo. ¿Y por qué el primer siglo? Había sido un salto espectacular desde la Escocia medieval, y de pronto extrañaba Europa. Este nuevo paisaje, con sus palmeras y el calor del desierto, era muy extraño. Más que nada, Caitlin se preguntó si Scarlet estaba detrás de esas paredes. Esperaba -rezó- para que estuviera allí. Tenía que encontrarla. No estaría tranquila hasta dar con ella. Llena de expectativa, Caitlin atravesó con Caleb la puerta de la ciudad. Su corazón latía con fuerza ante la expectativa de encontrar a Scarlet-y averiguar por qué habían sido enviados a ese lugar, para empezar. ¿Estaría su papá allí, esperándola? Cuando entraron a la ciudad, le impresionó su vitalidad. Las calles estaban llenas de niños corriendo, gritando, jugando. Los perros corrían libremente, al igual que los pollos. Las ovejas y los bueyes deambulaban por las calles, y afuera de las casa había un burro o camello atado a un poste. Vistiendo túnicas primitivas y túnicas, los pobladores caminaban tranquilamente, llevando cestas de mercancías sobre los hombros. Caitlin sentía que había entrado en una máquina del tiempo. Mientras caminaban por las calles estrechas y pasaban junto a las casas pequeñas casas donde las ancianas lavaban la ropa a mano, la gente se detenía para mirarlos. Caitlin se dio cuenta de que debían verse fuera de lugar caminando por estas calles. Llevaba su moderno traje ajustado de batalla de cuero- y se preguntó qué estarían pensando esas personas. Quizás que era un extranjero que había caído del cielo. No los culpaba. Frente a cada casa había alguien preparando la comida, vendiendo o trabajando en su oficio. Pasaron varias familias de carpinteros, el hombre estaba sentado fuera de la casa, serruchando, martillando, construyendo marcos para una cama, aparadores y ejes de madera para arados. En una casa, había un hombre construyendo una enorme cruz de varios metros de espesor y diez pies de largo. Caitlin se dio cuenta de que era una cruz donde alguien sería crucificado. La idea la estremeció y miró hacia otro lado. Al doblar por otra calle, toda la cuadra estaba llena de herreros. Por todas partes volaban yunques y martillos, y se escuchaba el clang del metal, cada herrero parecía hacer el eco del otro. También, había pozos de barro con grandes llamas en su interior donde se calentaban trozos de metal al rojo vivo con el que se forjaban herraduras, espadas y todo tipo de piezas de metal. Sentados junto a sus padres, los niños, con sus rostros negros de hollín, observaban trabajar a sus padres. Caitlin se sintió mal de ver trabajar a los niños a una edad tan pequeña. Caitlin buscaba por todas partes alguna señal de Scarlet, de su padre, alguna pista de por qué estaban allí, pero no vio nada que pudiera orientarla. Doblaron por otra calle que estaba llena de ceramistas. Allí, los hombres esculpían enormes bloques de piedra caliza para producir estatuas, vasijas y enormes prensas planas. Al principio, Caitlin no supo para qué eran. Caleb se acercó y señaló. "Son prensas para vino," le dijo, como siempre leyendo su mente. "Y para las aceitunas. Los usan para aplastar las uvas y las aceitunas y así extraer el vino y el aceite. ¿Ver las manivelas?” Caitlin los miró de cerca y admiró la destreza de los artesanos, las largas losas de piedra caliza, el intrincado trabajo del metal de los engranajes. Le sorprendió lo sofisticada que era su maquinaria, incluso para esa época y ese lugar. También le sorprendió una antigua nave de elaboración de vino. Allí estaba, miles de años en el pasado, y la gente todavía estaba haciendo botellas de vino y botellas de aceite de oliva al igual que en el siglo 21. Y mientras las miraba, se dio cuenta de que se parecían a las botellas de oliva y vino que conocía. Un grupo de niños corrió junto a ella persiguiéndose unos a otros y riendo, levantando nubes de polvo que cubrieron los pies de Caitlin. Las carreteras no estaban pavimentadas en este pueblo que, probablemente, pensó, era demasiado pequeño para que se invirtiera en carreteras pavimentadas. Sin embargo, sabía que Nazaret había sido famosa por algo, y le molestaba no poder recordar de qué. Una vez más, le molestaba no haber prestado más atención en su clase de historia. "Es el pueblo donde vivió Jesús," dijo Caleb, leyendo su mente. Caitlin se puso roja toda vez que él pudo leer tan fácilmente los pensamientos. Ella no le ocultaba nada, pero aún así, no quería que leyera lo mucho que ella lo amaba. La apenaba. "Él vive aquí?", ella preguntó. Caleb asintió. "Si hemos llegado en la época en que vivió aquí," dijo Caleb. "Es claro que estamos en el siglo uno. Lo sé por la forma de vestir y por la arquitectura. Estuve aquí una vez. Es muy difícil olvidar esta época y este lugar.” Los ojos de Caitlin se abrieron ante la posibilidad. "¿De verdad crees que podría estar aquí y ahora? ¿Jesús? ¿Caminando por aquí? ¿Aquí y ahora? ¿En este pueblo? " Caitlin no podía hacerse a la idea. Trató de imaginarse doblando en la esquina y encontrándose con Jesús en la calle. No lo podía concebir. Caleb frunció el ceño. "No lo sé", dijo. "No estoy sintiendo que él esté aquí y ahora. Tal vez ya se fue.” Caitlin no sabía qué decir. Miró a su alrededor totalmente asombrada. ¿Él podría estar aquí? se preguntó. Estaba sin habla y sintió que su misión era aun más importante. "Podría estar aquí, en esta época," dijo Caleb. "Pero no necesariamente en Nazaret. El viajó mucho. Belén. Nazaret. Capernaum y Jerusalén, por supuesto. No sé a ciencia cierta si estamos en la época exacta. Pero si lo estamos, él podría estar en cualquier lugar. Israel es un lugar muy grande. Si él estuviera aquí, en esta ciudad, lo percibiríamos.” "¿Qué quieres decir?", preguntó Caitlin, con curiosidad. "¿Qué se siente?" "No puedo explicarlo. Pero tú sabes. Es su energía. No se parece a nada de lo que hayas experimentado antes.” De repente, un pensamiento cruzó la mente de Caitlin. "¿Lo conociste?", le preguntó. Caleb sacudió lentamente la cabeza. "No, no de cerca. Una vez, yo estaba en la misma ciudad y en la misma época. Y la energía era abrumadora. A diferencia de cualquier otra cosa que hubiera sentido antes." Una vez más, a Caitlin le sorprendieron todas las cosas que Caleb había visto, todas las tiempos y lugares en que había estado. "Sólo hay una manera de averiguarlo", dijo Caleb. "Necesitamos saber qué año es. Pero el problema es, por supuesto, que nadie comenzó a contar los años, como lo hacemos nosotros, hasta mucho tiempo después de que Jesús murió. Después de todo, nuestro calendario se basa en el año de su nacimiento. Y cuando él vivía, nadie contaba los años a partir del nacimiento de Jesús, ¡la mayoría de la gente ni siquiera sabía quién era! Así que si le preguntamos a la gente qué año es, pensarán que estamos locos.” Caleb, al igual que Caitlin, miró a su alrededor buscando alguna pista. “Puedo percibir que está en esta época", dijo Caleb lentamente. "Sólo que no en este lugar." Caitlin examinó el pueblo con mayor respeto. "Pero este pueblo," ella dijo, “se ve tan pequeño, tan humilde. No es como un gran ciudad bíblica, como las he imaginado. Se ve como cualquier otra ciudad en el desierto.” "Tienes razón", respondió Caleb, "pero aquí es donde vivió. No era un gran lugar. Fue aquí donde estuvo, entre estas personas.” Siguieron caminando y cuando doblaron en una esquina, llegaron a una pequeña plaza en el centro de la ciudad. Era una pequeña y simple plaza alrededor de la cual había pequeños edificios, y en el centro había un aljibe. Unos hombres de edad avanzada estaban sentados bajo la sombra, sostenían bastones y miraban la plaza polvorienta y vacía. Caminaron hasta el aljibe. Caleb volvió la manivela oxidada y poco a poco la cuerda gastada subió un cubo de agua. Caitlin tomó el agua fría con las manos y salpicó su rostro. Se sentía muy fresca con ese calor. Salpicó su rostro de nuevo y luego su pelo largo, pasando sus manos por él. Estaba lleno de tierra y grasiento, el agua fría se sentía como el cielo. Habría dado cualquier cosa por ducharse. Se inclinó, tomó un poco más de agua con las manos y la bebió. Su garganta estaba reseca. Caleb hizo lo mismo. Finalmente, se inclinaron contra el aljibe y observaron la plaza. No había ningún edificio especial ni ninguna pista que pudiera indicarles dónde estaban. "Entonces, ¿a dónde vamos?", ella preguntó finalmente. Caleb miró a su alrededor, entrecerrando los ojos protegiéndolos del sol con las manos. Parecía tan perdido como ella. "No lo sé", dijo rotundamente. “No sé me ocurre nada." "En otras épocas y lugares", continuó, "las iglesias y los monasterios siempre parecían guardar nuestras pistas. Pero en este período, no hay iglesias. No hay cristianismo. No hay cristianos. Después de que Jesús murió, la gente comenzó a crear una religión con su nombre. En esta época, sólo hay una religión. La religión de Jesús: el judaísmo. Después de todo, Jesús era judío.” Caitlin trató de procesarlo todo. Todo era muy complejo. Si Jesús era judío, pensó, eso significaba que él debía haber rezado en una sinagoga. De repente, se le ocurrió algo. "Entonces, tal vez el mejor lugar para buscar es donde Jesús oró. Tal vez deberíamos buscar una sinagoga.” "Creo que tienes razón," dijo Caleb. "Después de todo, la otra práctica religiosa de ese tiempo, si se puede llamar así, era el paganismo -la adoración de los ídolos. Y estoy seguro de que Jesús no rezaría en un templo pagano.” Caitlin miró alrededor de la ciudad entrecerrando los ojos, buscaba algún edificio que se asemejara a una sinagoga. Pero no vio ninguno. Todas eran modestas moradas. "No veo nada", ella dijo. "Todos los edificios tienen el mismo aspecto. Sólo son pequeñas casas.” "Yo tampoco," dijo Caleb. Quedaron en silencio mientras Caitlin trataba de procesarlo todo. Su mente corría con varias posibilidades. "¿Crees que mi papá y el escudo tienen algún tipo de conexión con todo esta lugar?", preguntó Caitlin. "¿Crees que si visitamos los lugares donde Jesús estuvo eso nos llevará con mi padre?" Caleb entrecerró los ojos mientras pensaba en lo que Caitlin estaba diciendo. “No lo sé," dijo finalmente. "Pero es claro que tu papá está guardando un gran secreto. Un secreto no sólo para la r**a de los vampiros, sino para toda la humanidad. Un escudo o un arma que cambiará para siempre la naturaleza de toda la r**a humana. Debe ser algo muy poderoso. Y me parece que quien esté destinado a conducirnos con tu padre, necesita ser alguien muy poderoso. Como Jesús. Tendría mucho sentido. Tal vez, para encontrar a uno, tenemos que encontrar antes al otro. Después de todo, tu cruz abrió muchos cerrojos y nos condujo hasta aquí. Y encontramos casi todas nuestras pistas en las iglesias y en los monasterios.” Caitlin trató de pensar en todo. ¿Era posible que su papá conociera a Jesús? ¿Era uno de sus discípulos? La idea era impresionante aumentando el misterio en torno a su padre. Ella se sentó sobre el borde del aljibe y mirando la aldea que parecía dormida, y no sabía qué hacer. No tenía idea de por dónde empezar a buscar. Nada llamaba su atención. Y además, se sentía cada vez estaba más desesperada por encontrar a Scarlet. Sí, quería encontrar a su papá más que nunca; las cuatro llaves le quemaban en el bolsillo. Pero no veía ninguna manera de usarlas, y era difícil concentrarse en su padre cuando estaba preocupada por Scarlet. La idea de que estaba sola por ahí le desgarraba el corazón. ¿Quién sabía si estaba a salvo? Pero, tampoco tenía ninguna idea de dónde buscar a Scarlet. Se sentía más y más desesperanzada. De repente, seguido de su rebaño de ovejas, un pastor entró por la puerta y caminó lentamente hacia la plaza. Llevaba una larga túnica blanca, y una capucha protegía su cabeza del sol; se dirigió hacia ellos, sosteniendo un bastón. Al principio, Caitlin pensó que estaba caminando directamente hacia ellos. Pero entonces se dio cuenta: el aljibe. Solamente quería algo de beber, y ellos estaban en el camino. Mientras caminaba, las ovejas pululaban a su alrededor llenando la plaza, todas se dirigían hacia el pozo. Debían saber que había agua cerca. Rápidamente, Caitlin y Caleb estaban en el medio de la manada que los empujaba fuera de su paso. El balido impaciente de las ovejas llenaba el aire, mientras esperaban que el pastor las guiara. Caitlin y Caleb se hicieron a un lado cuando el pastor se acercó al pozo, giró la manivela oxidada, y subió lentamente el cubo. Entonces, él se sacó la capucha. Caitlin se sorprendió al ver que era joven. Tenía una gran mata de pelo rubio, una barba rubia y ojos azules brillantes. Él sonrió revelando las líneas de sol en su cara alrededor de sus ojos, y Caitlin sintió el calor y la bondad irradiar de él. Tomó el cubo lleno de agua, y, a pesar del sudor en su frente y de que tenía sed, se volvió y vertió el primer cubo de agua en la pila en la base del pozo. Las ovejas se reunieron alrededor mientras bebían agua. Caitlin tuvo la extraña sensación de que tal vez ese hombre sabía algo, que tal vez lo habían puesto en su camino por una razón. Si Jesús vivía en esa época, pensó, tal vez ese hombre había oído hablar de él. Caitlin sintió una punzada de nerviosismo en el estómago mientras se aclaraba la garganta. "¿Perdón?", le preguntó. El hombre se volvió y la miró, y ella sintió la intensidad de sus ojos. "Estamos buscando a alguien. Quizás sepas si él vive aquí.” El hombre entrecerró los ojos, y Caitlin sintió como si él estuviera viendo a través de ella. Era algo muy extraño. “Él vive”, respondió el hombre como si estuviera leyendo su mente. "Pero ya no está aquí." Caitlin casi no lo podía creer. Era cierto. “¿A dónde se fue?", preguntó Caleb. Caitlin percibió el interés su voz, y se dio cuenta que quería saber desesperadamente. El hombre desvió la mirada hacia Caleb. “Pues a la Galilea," el hombre respondió, como si fuera algo obvio. "Al mar." Caleb entrecerró los ojos. “¿Capernaum?", preguntó Caleb tentativamente. El hombre asintió con la cabeza. Los ojos de Caleb se abrieron reconociendo el lugar. “Mucha gente lo está siguiendo", dijo el hombre crípticamente. "Búsquenlo y lo hallarán.” De pronto, el pastor bajó la cabeza, se volvió y comenzó a alejarse, con las ovejas detrás. Se dirigía al otro lado de la plaza. Caitlin no podía dejarlo ir. Todavía no. Tenía que averiguar más. Sentía que él estaba ocultando algo. "¡Espera!" ella gritó. El pastor se detuvo, se volvió y la miró fijamente. "¿Conoces a mi padre?", ella le preguntó. Para sorpresa de Caitlin, el hombre lentamente asintió con la cabeza. "¿Dónde está?", preguntó Caitlin. “Tú debes encontrarlo", dijo. “Eres quien carga las llaves." "¿Quién es él?", preguntó Caitlin, desesperada por saber. Poco a poco, el hombre negó con la cabeza. “No soy más que un pastor en el camino." “¡Pero no sé por dónde buscar!" Caitlin respondió desesperadamente. "Por favor. Tengo que encontrarlo.” El pastor abrió lentamente su boca en una sonrisa. "Siempre, el mejor lugar para buscar es donde te encuentras," él respondió. Entonces, se cubrió la cabeza, dio media vuelta y cruzó la plaza. Atravesó la puerta arqueada y, un momento más tarde, se había ido junto con sus ovejas. Siempre el mejor lugar para buscar es dónde te encuentras. Sus palabras resonaron en la mente de Caitlin. De alguna manera, sintió que era algo más que una alegoría. Cuanto más lo pensaba, más sentía que era literal. Como si le hubiera dicho que había una pista allí, donde ella estaba. De repente, Caitlin se volvió y buscó en el aljibe, el lugar donde habían estado sentados. Ahora, sentía algo. Siempre el mejor lugar para buscar es dónde te encuentras. Caitlin se arrodilló y pasó las manos por la antigua pared lisa de piedra. La palpó, estaba cada vez más segura de que había algo allí, que el pastor la había guiado a una pista. "¿Qué estás haciendo?", Caleb le preguntó. Caitlin buscó frenéticamente, examinando las grietas de todas las piedras, sabía que estaba por buen camino. Finalmente, a mitad de camino alrededor del pozo, se detuvo. Encontró una g****a que era un poco más grande que las demás. Era lo suficientemente grande como para que pudiera meter su dedo. La piedra alrededor era un poco más suave, y la g****a era levemente más grande. Caitlin metió la mano y trató de abrirla. De pronto, la piedra empezó a ceder, y luego a moverse. La piedra se soltó de la base del pozo. Caitlin se asombró de encontrar un pequeño escondite detrás. Caleb se acercó acurrucándose sobre su hombro mientras ella se agachaba en la oscuridad. Sintió algo frío y metálico en la mano y lo sacó lentamente. Caitlin levantó la mano hacia la luz y abrió lentamente la palma. Y no pudo creer lo que había agarrado.
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